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jueves, 29 de noviembre de 2012

MAS GASTO PUBLICO NO IMPLICA MÁS CRECIMIENTO NI MAYOR EFICIENCIA DEL ESTADO. CON OTRAS RECETAS LOS PAÍSES DE LA REGIÓN CRECEN MÁS.

La actual administración sostiene que fue posible alcanzar el objetivo de crecimiento con inclusión social a partir de la existencia de un Estado fuerte que interviene cada vez más en la economía.
Es verdad que la Argentina se recuperó y creció en estos años, pero todos los países de la región también lo hicieron; y, salvo en casos excepcionales, todos con enfoques diferentes respecto al rol del Estado en la economía y con políticas macroeconómicas muy distintas a las nuestras.
La expansión económica de nuestro país alcanzó un 80% en los últimos 10 años, lo que equivale a un promedio anual del 6% si se incorpora el efecto recuperación (por la crisis 1999/ 2002) que no es crecimiento genuino. Una vez recuperado el nivel del PBI previo a la crisis, la tasa de crecimiento promedio alcanzó un 5,4% a partir del 2005.  
Sin embargo, el dinamismo del nivel de actividad dista de ser homogéneo en los últimos diez años. Por el contrario, hay grandes diferencias entre el comportamiento previo y posterior al 2008. En 2003/2007 la tasa de crecimiento alcanzó un promedio de 8.8% anual, superando por más del doble el ritmo de expansión del período 2008/2012, que se redujo a 3.4%.
La brusca disminución del ritmo de crecimiento del nivel de actividad que tuvo lugar en los últimos tres años coincide con la sobre dimensión del gasto público y el crecimiento exponencial de la intervención del Estado en la economía que aplica cada vez más políticas autodefinidas como heterodoxas.
El tamaño del estado puede medirse por aproximación  mediante el peso de la recaudación y del gasto público sobre el PBI. Sin embargo, ni la presión tributaria ni el nivel de gasto nos permiten inferir la calidad o eficiencia en la gestión del Estado ya que 100 millones de pesos gastados en subsidios a la tarifa del gas domiciliario son cuantitativamente iguales a 100 millones de pesos invertidos en infraestructura energética y/o de transporte. Por el contrario, la asignación eficiente del gasto público es, en definitiva, la que muestra  la calidad de gestión del Estado, que debe traducirse en  mejoras progresivas en  la calidad educativa y de la salud pública; por ejemplo.
Como planteamos anteriormente, la tasa de crecimiento promedio anual coincidió con un incremento del gasto público (nación y provincias) de 13 puntos porcentuales en términos del producto entre 2003 (25%) y 2012 (38%). Medido en pesos, el gasto público pasó de $73.490 MM (2002) a $896.629 MM (2012), lo cual implica un aumento de 1220% que supera holgadamente el incremento del nivel general de precios (334%) y la suba del PBI nominal (694%) acumulado en el mismo período.
Centrando el análisis en los recursos tributarios, Argentina experimentó un aumento de la presión tributaria que también muestra similar incremento del tamaño del Estado. Entre 2003 y 2012 la presión tributaria total habría aumentado también 13 puntos porcentuales, pasando de algo más del 20% (2002) a casi el 34% (2012) del PBI.
El 90% de este aumento de la presión tributaria corresponde al gobierno nacional, cuyo peso relativo en términos del producto pasó de 16% (2002) al 28% (2012). Por el contrario, las provincias y los municipios sólo explican el 10% del incremento de la presión tributaria, que en esos niveles de gobierno pasó de 4% (2002) a 5% (2012) del PBI. En síntesis, con la implementación del actual modelo económico el Estado pasó de menos de 1/4 a representar más de 1/3 de la economía argentina.
Una visión regional muestra que las altas tasas de crecimiento no son un fenómeno exclusivo de Argentina. En la última década la mayoría de los países de la región crecieron a un ritmo superior al promedio histórico. Es más, entre 2003 y 2012 varios países de América Latina mostraron tasas de crecimiento promedio más elevadas (y más estables) que Argentina con recetas económicas aplicadas opuestas a las nuestras. Puntualmente, el crecimiento promedio de Perú (6.5%), Colombia (4.7%) y Chile (4.6%) superó al logrado en  Argentina durante los último años.
El punto relevante a destacar es que Chile, Perú, Colombia y Brasil crecieron más que Argentina sin aplicar un modelo basado en el aumento de la dimensión del Estado. Por el contrario, la dimensión de sus Estados (medida por el gasto) sólo aumentó marginalmente (Colombia), se mantuvo estable (Brasil y Chile) o incluso se redujo (Perú). Al mismo tiempo y también diferenciándose de Argentina, en ninguno de estos países aumentó la presión tributaria.
En pocas palabras, el hecho que todos los países hayan crecido fuertemente muestra que no necesariamente hay una relación causal positiva entre Estado más grande y crecimiento a tasas elevadas. Es más, se podría argumentar que la relación causal entre más gasto (Estado) y mayor crecimiento queda totalmente invalidada si se tiene en cuenta que el crecimiento genuino argentino (con cada vez más gasto) fue menor que la expansión económica de algunos países de la región que aplicaron recetas basadas en un nivel de gasto estable o incluso decreciente.
 
Así como más gasto público no es sinónimo de mayor crecimiento, también es importante recalcar que más gasto público no implica mayor calidad o eficiencia del Estado.
En todos los casos, pero sobre todo en los sectores de servicios de infraestructura y financieros (vivienda, vial, bancos), se desaprovechan las contribuciones que podría hacer el sector privado y que podrían llevarse adelante por la vía de contratos y participaciones público-privado. Además, el funcionamiento distorsionado de la relación fiscal entre el nivel federal y los niveles sub-nacionales de gobierno, en sus vinculaciones a través del sistema político-institucional crean bolsones de ineficiencia, como en el caso de las provincias que dependen crecientemente de transferencias discrecionales, que atentan contra la eficiente prestación de los servicios públicos, que son principalmente potestad de las provincias.

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