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jueves, 14 de junio de 2012

LAS RESERVAS A CONTRAMANO DE LA

REGIÓN:  HAY QUE CAMBIAR NO
PROFUNDIZAR.
En materia de reservas Argentina va a contramano de los países de la región. Argentina es el único país de la región que des acumula reservas y cuyo dinero (base monetaria) pierde respaldo.
En mayo 2012 las reservas del BCRA cayeron un -9.6% (y/y) acumulando una merma de 3.410 millones en los últimos 9 meses; aún con el adelantamiento de la liquidación de soja y los férreos controles cambiarios. En Chile, Brasil, Uruguay y Perú sucedió exactamente lo contrario; sus bancos centrales acumularon reservas. En el último año las reservas de los bancos centrales de Chile y Perú subieron 24%. En Brasil y Paraguay dicho incremento ascendió a 14% y 11%; respectivamente. En Uruguay los dólares del central subieron un 5% durante el último año.
En Argentina el Central tiene cada vez menos dólares por cada peso de base monetaria. La relación reservas / base monetaria se deterioró 63 puntos porcentuales, cayendo de 149% (2009) a 86%  (2012). Esta baja  implica un deterioro del balance del BCRA. En el activo se cambia reservas por  “papelitos” de promesas de pagos futuros del Tesoro. La deuda del Tesoro con el BCRA más que se triplicó en los últimos tres años; pasando de $16,000 MM (2009) a $52,000 MM (último dato). En el pasivo, la base monetaria crece a un ritmo sostenido del 30% anual. Todo lo contrario sucede en Chile; Brasil; Perú y Uruguay, que tienen cada vez más dólares detrás de sus monedas domésticas. De hecho, en esos países el respaldo de la base monetaria es entre 3 y casi 6 veces mayor que en Argentina.
Ahora bien, la primera pregunta a hacerse sería: ¿Este comportamiento disímil es intrascendente? De acuerdo a la teoría y la evidencia empírica, un banco central debe mantener la mayor cantidad de reservas posibles cuanto menos pueda apreciarse o depreciarse su tipo de cambio sin generar desestabilizaciones macro. Paralelamente, cuanto más débil sea la demanda de moneda doméstica, más elevado debería ser el stock de reservas. En este marco, si se tiene en cuenta que Argentina tiene tipo de cambio cuasi fijo y una muy débil demanda de dinero (alta inflación), el BCRA no sólo debería estar acumulando (no perdiendo) reservas, sino que debería acumular a un ritmo superior al de los otros países de la región, porque Chile; Brasil; Perú y Uruguay tienen tipos de cambio más flexibles y demanda de dinero más sólidas que nuestro país. Pero sucede lo opuesto, lo cual contradice lo sugerido por los “libros” y  no es positivo. 
La segunda pregunta sería: ¿Por qué Argentina se comporta diferente a los países de la región? La des acumulación de reservas del BCRA es un semáforo rojo que muestra que mantener el tipo de cambio cuasi fijo no es sustentable cuando se aplica una política monetaria (fiscal) desmedidamente expansiva con demanda real de dinero cayendo y en un marco alta inflación. La pérdida de reservas y el deterioro del poder adquisitivo del peso reflejan que la política económica argentina debería cambiar. Por el contrario si las políticas actuales se profundizaran, muy probablemente la pérdida de reservas se acentuaría, la inflación se aceleraría, la brecha cambiaria aumentaría aún más y el nivel de actividad continuaría perdiendo fuerza.
Argentina debería cambiar y hacer lo que ponen en práctica todos los países de la región: política económica destinada a que la inflación no supere el 5% anual. En nuestro país se deberían moderar significativamente el ritmo de crecimiento del gasto y de la emisión de pesos, contribuyendo a apuntalar la demanda de pesos y bajar el aumento del nivel general de precios. En ese marco, se volverían acumular reservas, mejorando el respaldo de la base monetaria y el balance del BCRA, lo cual impactaría favorablemente en la economía real, contribuyendo positivamente a la tasa de crecimiento y a la generación de empleo en el largo plazo.  Todavía estamos a tiempo.



martes, 5 de junio de 2012

"EL MODELO" SE AUTODESTRUYÓ: NO SE PUEDE
PROFUNDIZAR.
Desde los comienzos de este tercer mandato escuchamos que la presidente pregona que “ha llegado la hora de profundizar el modelo”.
Los modelos están determinados por las condiciones iniciales de las cuales se parte y los objetivos que se quieren alcanzar. En el medio se encuentran las políticas económicas óptimas, que conducen las variables relevantes desde su condición inicial hasta su estado ideal (objetivo).
En la actualidad las condiciones macroeconómicas son diametralmente opuestas a las que existieron en la época de auge del “modelo”. La tasa desempleo (7.1%) es baja y hay pleno empleo de capital (85%). El aumento del nivel general de precios minorista se ubicaría entre 25%/28% anual; ocho veces más que en 2003 (3.7%). Paralelamente, en la actualidad, medido en términos reales, el dólar (1.1 pesos) vale la mitad que en 2003 (2.1 pesos). La industria doméstica perdió protección y dejó de crecer en los primeros meses de este año. La percepción de atraso cambiario  con alta inflación genera una fuerte fuga de capitales, que sólo es detenida con la prohibición de comprar dólares. Sin embargo, la fuerte intervención cambiaria genera un desdoblamiento del tipo de cambio con una brecha que en la actualidad asciende a 35%. En este marco, las expectativas de depreciación aumentan y potencian las proyecciones de aceleración inflacionaria. El círculo vicioso y la caída del consumo y la inversión se potencian. De esta manera, la construcción (otro puntal del modelo) también se enfría y el nivel de actividad general se desacelera.
Este deterioro del crecimiento se siente en la recaudación, que en marzo creció al 20% nominal, suponiendo una caída en términos reales. Las finanzas del sector público nacional se deterioran y el déficit primario nacional ascendería 1.0% del PBI en 2012. Este deterioro fiscal se traslada y acrecienta en la esfera provincial, que a nivel consolidado tendría un resultado global negativo de 1.4% del PBI. Paralelamente, el mundo juega a favor con mucha menos fuerza que en los años anteriores. Este comportamiento del mundo sumado a la fuga de capitales doméstica conduce a un déficit del sector externo, que se busca minimizar con las trabas comerciales. En pocas palabras, ya no hay superávits fiscal ni externo, por lo que  el BCRA ya no acumula más reservas. Para peor, se financia al Tesoro con emisión y se paga deuda con reservas, deteriorando la relación reservas / base monetaria, que cayó 63 puntos porcentuales entre 2009 (149%) y 2012 (86%).  
La tasa de crecimiento de nuestra economía se ubicaría entre 1.7% y 2.8% en 2012. Una tasa de crecimiento en torno al 2% podría ponernos enfrente del mayor riesgo: la suba de la tasa de desempleo. Un aumento del desempleo con alta inflación conduciría a una caída del salario real y a un menor nivel de actividad.
En pocas palabras, el “modelo” ya no tiene las condiciones macro que lo sustentaron. Por consiguiente, los objetivos de política tampoco deberían ser los mismos. El “modelo” ya no está; no puede profundizarse. Hay que cambiar el “modelo”. Es imperioso atacar la inflación e implementar políticas económicas más parecidas a los que se aplican en Brasil; Uruguay y Chile, que piensan más en un crecimiento sustentable de largo plazo que en maximizar el crecimiento presente.   

domingo, 3 de junio de 2012

Dr. ABAL MEDINA: la Administracion K profundizo la dolarizacion de la mente argentina durante los ultimos años

Al jefe de Gabinete, que es abogado, habría que hacerle entender que la desdolarización no se logra ni por ley, ni por decreto y menos aún, impidiéndole a la gente comprar dólares. Pero más importante sería explicarle que la administración K tuvo la oportunidad histórica de “pesificar para siempre” las mentes de los argentinos y la desperdició.

Los argentinos pensamos en dólares porque la moneda norteamericana es el mejor mecanismo que hemos encontrado para proteger nuestro poder adquisitivo y nuestro nivel de vida. Ahorramos y pensamos en dólares solamente para protegernos de la inflación.

La historia prueba que la mente argentina está dolarizada por culpa de la inflación. En el período 1935/1944 el BCRA fue independiente del poder político y no emitió dinero “de más” para financiar el exceso de gasto del sector público. La prueba de esa independencia política fue que en esos diez años la autoridad monetaria tuvo un solo presidente (Enrique Bosch), que sobrevivió a cuatro presidentes de la Nación (Justo, Ortíz, Castillo y Farrel). En ese marco, la inflación promedió el 3.3% anual y la gente pensaba en pesos; no en dólares.

Por el contrario, durante los 46 años entre 1944 a 1991, el BCRA tuvo 50 presidentes. El Central no tuvo independencia del poder político de turno y la emisión monetaria se convirtió en la principal fuente de financiamiento del exceso de gasto de todos los gobiernos de turno. Por lo tanto, la inflación ascendió a un promedio anual de 236%  durante el período, alcanzando un record histórico de 4.924% y 1.344% en 1989 y 1990 respectivamente. En todos esos años el BCRA (obligado por un Estado que gastaba de más) emitió mucho más pesos que lo que los argentinos queríamos, obligándonos a vivir constantemente con alta inflación, lo cual nos impidió pensar y sobre todo ahorrar en pesos. En ese escenario "pedirle a un argentino que pensara en pesos y no en dólares era como pedirle a alguien que estaba viendo su casa arder en fuego que no intentara sacar a sus hijos de las llamas".

Justamente, en ese marco de hiperinflación de 1991, el pueblo argentino obligó a los gobernantes de turno a establecer una Convertibilidad con el dólar. ¿Por qué? Porque el pueblo demandaba bajar sí o sí la inflación. Y lo primero que había que hacer para bajar la inflación era que la gente quisiera los pesos emitidos por el BCRA; lo cual sólo se podía lograr asegurando que detrás de cada peso había un dólar que se podía ir a buscar cuando se quisiera.

La Convertibilidad cayó dejando “deudas” en la esfera real de la economía, pero permitió que nuestro país no tuviera inflación durante diez años, venciendo la memoria inflacionaria. La primera administración K recibió una Argentina sin inflación, que ascendió a 3.7% y 6.1% anual en 2003 y 2004; respectivamente. Además, había recibido un Banco Central que había recuperado el manejo de la política monetaria: el más potente y adecuado instrumento para manejar el tipo de cambio, defender el valor de la moneda, mantener “bajo raya” la inflación y asegurar un crecimiento sustentable de largo plazo. En otras palabras, en 2003 / 2004 estaba todo servido para que los argentinos volviéramos a ahorrar en pesos y “dejáramos de pensar en dólares”.

¿Qué debería haber hecho el gobierno en aquel entonces? Nada raro. Simplemente lo que hacen nuestros países vecinos (Brasil; Chile; Uruguay; Perú), que creen en las enseñanzas de la teoría económica y respetan la evidencia empírica e histórica, que muestran que una inflación sostenida atenta contra el ahorro en moneda doméstico, afectando negativamente la posibilidad de crecer sustentablemente en el largo plazo.

En estos países vecinos cuando la inflación muestra atisbos de comenzar a desbordarse, sus bancos centrales no titubean en subir la tasa de interés, disminuir el ritmo de crecimiento del dinero o dejar apreciar su tipo de cambio nominal ante la entrada de capitales desde el exterior. Paralelamente, sus sectores públicos suelen moderar la tasa de crecimiento del gasto primario.

Esta estrategia de moderar voluntariamente la tasa de crecimiento para bajar la inflación, que implica actuar de manera preventiva e ir por delante de los acontecimientos, tiene un costo presente (crecer un poco menos) y un beneficio futuro. Es como una política de inversión, que debe ser aplicada constantemente y sus frutos se recogen sólo en el largo plazo. Sin embargo, este beneficio futuro supera holgadamente al costo presente.

Argentina vino aplicando la política opuesta desde 2003 hasta la actualidad. En nuestro país se eligió maximizar “a toda costa” la tasa de crecimiento presente sin prestar atención a su contrapartida inflacionaria, lo cual terminó abortando la capacidad de crecimiento de largo plazo. La política fiscal siempre fue excesivamente expansiva, poniendo presión cada vez mayor sobre el BCRA, que se ve obligado a emitir cantidades crecientes de pesos que la gente “ya no quiere”. Este exceso de oferta de pesos genera inflación creciente que, si bien el gobierno intenta esconder, lleva a dolarizar el ahorro, estimula la fuga de capitales y atenta contra la capacidad de crecimiento de largo plazo. En pocas palabras, la administración K con su política económica estimuló la dolarización de la mente de los argentinos durante los últimos años.
 
¿Estamos a tiempo de revertir la situación? Sí, sólo tenemos que hacer lo que hacen en los países vecinos. Hay que bajar la tasa de crecimiento del gasto público y emitir muchos menos pesos para bajar la inflación. Es el momento de hacerlo porque la economía ya está creciendo muy poco. Bajar la inflación no va tener costo en materia de crecimiento. Con menos gasto público y menos pesos dando vuelta, bajará la inflación y se crecerá al mismo ritmo que ahora, pero se podrá crecer más en el futuro. Sin inflación la gente va a apostar al peso, que es lo importante. Si la gente apuesta al peso, no va ir al dólar. Y el tipo de cambio no importará, podrá subir o bajar y a los argentinos no le importará….como en Brasil.