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domingo, 3 de junio de 2012

Dr. ABAL MEDINA: la Administracion K profundizo la dolarizacion de la mente argentina durante los ultimos años

Al jefe de Gabinete, que es abogado, habría que hacerle entender que la desdolarización no se logra ni por ley, ni por decreto y menos aún, impidiéndole a la gente comprar dólares. Pero más importante sería explicarle que la administración K tuvo la oportunidad histórica de “pesificar para siempre” las mentes de los argentinos y la desperdició.

Los argentinos pensamos en dólares porque la moneda norteamericana es el mejor mecanismo que hemos encontrado para proteger nuestro poder adquisitivo y nuestro nivel de vida. Ahorramos y pensamos en dólares solamente para protegernos de la inflación.

La historia prueba que la mente argentina está dolarizada por culpa de la inflación. En el período 1935/1944 el BCRA fue independiente del poder político y no emitió dinero “de más” para financiar el exceso de gasto del sector público. La prueba de esa independencia política fue que en esos diez años la autoridad monetaria tuvo un solo presidente (Enrique Bosch), que sobrevivió a cuatro presidentes de la Nación (Justo, Ortíz, Castillo y Farrel). En ese marco, la inflación promedió el 3.3% anual y la gente pensaba en pesos; no en dólares.

Por el contrario, durante los 46 años entre 1944 a 1991, el BCRA tuvo 50 presidentes. El Central no tuvo independencia del poder político de turno y la emisión monetaria se convirtió en la principal fuente de financiamiento del exceso de gasto de todos los gobiernos de turno. Por lo tanto, la inflación ascendió a un promedio anual de 236%  durante el período, alcanzando un record histórico de 4.924% y 1.344% en 1989 y 1990 respectivamente. En todos esos años el BCRA (obligado por un Estado que gastaba de más) emitió mucho más pesos que lo que los argentinos queríamos, obligándonos a vivir constantemente con alta inflación, lo cual nos impidió pensar y sobre todo ahorrar en pesos. En ese escenario "pedirle a un argentino que pensara en pesos y no en dólares era como pedirle a alguien que estaba viendo su casa arder en fuego que no intentara sacar a sus hijos de las llamas".

Justamente, en ese marco de hiperinflación de 1991, el pueblo argentino obligó a los gobernantes de turno a establecer una Convertibilidad con el dólar. ¿Por qué? Porque el pueblo demandaba bajar sí o sí la inflación. Y lo primero que había que hacer para bajar la inflación era que la gente quisiera los pesos emitidos por el BCRA; lo cual sólo se podía lograr asegurando que detrás de cada peso había un dólar que se podía ir a buscar cuando se quisiera.

La Convertibilidad cayó dejando “deudas” en la esfera real de la economía, pero permitió que nuestro país no tuviera inflación durante diez años, venciendo la memoria inflacionaria. La primera administración K recibió una Argentina sin inflación, que ascendió a 3.7% y 6.1% anual en 2003 y 2004; respectivamente. Además, había recibido un Banco Central que había recuperado el manejo de la política monetaria: el más potente y adecuado instrumento para manejar el tipo de cambio, defender el valor de la moneda, mantener “bajo raya” la inflación y asegurar un crecimiento sustentable de largo plazo. En otras palabras, en 2003 / 2004 estaba todo servido para que los argentinos volviéramos a ahorrar en pesos y “dejáramos de pensar en dólares”.

¿Qué debería haber hecho el gobierno en aquel entonces? Nada raro. Simplemente lo que hacen nuestros países vecinos (Brasil; Chile; Uruguay; Perú), que creen en las enseñanzas de la teoría económica y respetan la evidencia empírica e histórica, que muestran que una inflación sostenida atenta contra el ahorro en moneda doméstico, afectando negativamente la posibilidad de crecer sustentablemente en el largo plazo.

En estos países vecinos cuando la inflación muestra atisbos de comenzar a desbordarse, sus bancos centrales no titubean en subir la tasa de interés, disminuir el ritmo de crecimiento del dinero o dejar apreciar su tipo de cambio nominal ante la entrada de capitales desde el exterior. Paralelamente, sus sectores públicos suelen moderar la tasa de crecimiento del gasto primario.

Esta estrategia de moderar voluntariamente la tasa de crecimiento para bajar la inflación, que implica actuar de manera preventiva e ir por delante de los acontecimientos, tiene un costo presente (crecer un poco menos) y un beneficio futuro. Es como una política de inversión, que debe ser aplicada constantemente y sus frutos se recogen sólo en el largo plazo. Sin embargo, este beneficio futuro supera holgadamente al costo presente.

Argentina vino aplicando la política opuesta desde 2003 hasta la actualidad. En nuestro país se eligió maximizar “a toda costa” la tasa de crecimiento presente sin prestar atención a su contrapartida inflacionaria, lo cual terminó abortando la capacidad de crecimiento de largo plazo. La política fiscal siempre fue excesivamente expansiva, poniendo presión cada vez mayor sobre el BCRA, que se ve obligado a emitir cantidades crecientes de pesos que la gente “ya no quiere”. Este exceso de oferta de pesos genera inflación creciente que, si bien el gobierno intenta esconder, lleva a dolarizar el ahorro, estimula la fuga de capitales y atenta contra la capacidad de crecimiento de largo plazo. En pocas palabras, la administración K con su política económica estimuló la dolarización de la mente de los argentinos durante los últimos años.
 
¿Estamos a tiempo de revertir la situación? Sí, sólo tenemos que hacer lo que hacen en los países vecinos. Hay que bajar la tasa de crecimiento del gasto público y emitir muchos menos pesos para bajar la inflación. Es el momento de hacerlo porque la economía ya está creciendo muy poco. Bajar la inflación no va tener costo en materia de crecimiento. Con menos gasto público y menos pesos dando vuelta, bajará la inflación y se crecerá al mismo ritmo que ahora, pero se podrá crecer más en el futuro. Sin inflación la gente va a apostar al peso, que es lo importante. Si la gente apuesta al peso, no va ir al dólar. Y el tipo de cambio no importará, podrá subir o bajar y a los argentinos no le importará….como en Brasil.

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