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lunes, 29 de octubre de 2012

EL CEPO CAMBIARIO NO SIRVE PARA

REINDUSTRIALIZAR LA ECONOMÍA.

El viceministro de economía afirmó que el cepo cambiario es para “evitar el riesgo de que se terminen los dólares necesarios para completar el proceso de  reindustrialización del país iniciado en 2003, un proceso de sustitución de importaciones que requiere la compra de insumos y de maquinarias”.
Lo primero para rescatar del discurso oficial es que el desarrollo industrial parecería ser un objetivo de política de Estado. A lo largo de la historia muchos países (incluida Argentina) han tenido el desarrollo industrial como objetivo de política. Las políticas de desarrollo industrial basadas en la sustitución de importaciones tampoco son novedosas. En el pasado, numerosos países emergentes han elegido el “camino” de desarrollo industrial. Es más, todas las experiencias internacionales de desarrollo industrial por sustitución de importaciones han estado “comandadas” por los Estados que “elegían” impulsar determinados sectores industriales, aplicando instrumentos de política económica para incentivarlos (subsidios) y protegerlos (impuestos y barreras).
Los procesos exitosos de desarrollo industrial son aquellos donde  las reglas de juego están claras. En estas experiencias, el Estado comunica cuales son los sectores “escogidos” como puntales del desarrollo industrial, explicando los fundamentos de su elección y, sobretodo, explicitando cuáles son los instrumentos (impuestos y subsidios) que utilizará para incentivar su desarrollo. Esto último es fundamental porque brinda información transparente al sector privado para que invierta eficientemente y acompañe al Estado en el proceso de industrialización.
En nuestro país los instrumentos y las formas utilizadas nos permiten plantear interrogantes acerca del supuesto proceso de reindustrialización. No está claro cuáles serían los sectores industriales “elegidos” por el gobierno nacional para llevar adelante el “proyecto político extenso de la reindustrialización nacional”. Por tal motivo,  el sector privado no cuenta con la información suficiente para decidir donde destinar sus inversiones.
En el mismo sentido, a pesar de que el tipo de cambio se utilizó como herramienta de promoción industrial, no está claro qué sector de la industria podrá contar los dólares “escasos”  al tipo de cambio oficial. Esta falta de transparencia en el mercado cambiario, es el peor enemigo de la inversión dado que impide conocer la estructura de precios relativos de la economía. En este marco de incertidumbre, el sector privado termina invirtiendo poco y la capacidad de producción no se expande lo suficiente.
De esta manera, sería difícil que la actual política nacional (que justifica el cepo cambiario como una condición necesaria para el proceso de reindustrialización) genere la inversión necesaria para la que la industria gane participación en la economía, creando los puestos de trabajo y logre que la tasa de desempleo se mantenga en los niveles actuales. 

No hay reindustrialización en el modelo

 Kirchnerista.

 

El viceministro de Economía remarcó que “Lo que se hizo desde 2003 marcó el inicio de un cambio estructural hacia la reindustrialización. Esto nos permite generar más empleo, mejores salarios y mejores condiciones de vida para la población”.
En pocas palabras, desde el discurso oficial, se sostiene que la creciente intervención del estado en la economía -que trae aparejada aumento de la presión tributaria, trabas para importar, restricciones a la compra de dólares, etc. tiene un objetivo superior que es el desarrollo industrial. Lo que permite generar más empleo, mejores salarios y mejores condiciones de vida para la población. Luego, después de casi 10 años de Gobierno es factible estudiar la industrialización en la Argentina de la post-convertibilidad y comparar la estructura productiva de las últimas décadas.
En primer lugar, en términos reales el modelo Kirchnerista no logró aumentar el peso relativo de la industria en la economía, porque en 2003 / 2011 (16.4%) la relación industria sobre producto promedió 0.8 puntos porcentuales por debajo del nivel de 1993 / 2000 (17.2%). Este modelo nunca logró que la industria volviera a tener los picos de importancia relativa de los primeros años ‘90s, cuando alcanzó el máximo de 18.2% en 1993.
Es más, en la actualidad estamos en el mismo lugar que hace diez años, porque el peso relativo de la industria sobre el producto del segundo trimestre de 2012 es el mismo que en 2002 (15.4%). Más aún,  en los últimos años se observa un deterioro del ratio industria / PBI, que cayó 1.4 puntos porcentuales, reduciéndose de 16.8% (2004) a 15.4% (IIT’12).
De todos modos, en términos nominales la devaluación provocó una fuerte licuación del peso de los bienes no transables (servicios) en el PBI, haciendo que la industria gané participación en la estructura del producto a precios corrientes en 2002 / 2005. Luego, la apreciación cambiaria por inflación fue licuando paulatinamente este avance  en 2006 / 2012.
En síntesis, podemos concluir que el aumento de la participación de la industria en el PBI se debió al cambio en la estructura de precios relativos que provocó la devaluación y no a un incremento genuino de la producción de bienes manufactureros, que en realidad se mantuvo por debajo del promedio de los ’90s.
Observando detenidamente la composición del PBI (a precios constantes de 1993 en el gráfico 2), se revela que la estructura productiva argentina continúa dominada por los servicios. Es más, a partir de 2007 se pone de manifiesto un aumento del peso relativo del sector servicios en detrimento de la industria y de la construcción, que bajaron en relación al nivel que tenían en 1998.
En línea con la caída del peso relativo de la industria dentro del PIB, entre 2003 y 2012 la contribución del sector manufacturero a la tasa neta de creación de empleo registrado fue limitada, e incluso decreciente. Durante ese período las principales fuentes de generación de empleos registrados fueron, previsiblemente, los servicios y la construcción, con una participación creciente del sector público a partir de 2008 (y sobre todo en 2009 con el estallido de la crisis internacional) cuando la generación de empleo privado comienza a debilitarse. En 2012 la creación de puestos de trabajo público fue similar a la destrucción de puestos de trabajo en el sector privado, permitiendo que la tasa de empleo permanezca constante.
A su vez, el peso del empleo industrial respecto del total fue en la década del ’90 superior a la actual. Concretamente, mientras que el promedio de empleo industrial alcanzó un 20% entre 1993 y el 2000, el mismo ratio promedió un 16.8% entre el 2003 y el 2011 En la actualidad la industria aporta sólo el 15.8% del empleo formal. Además, la reducción de la participación del empleo industrial respecto del total (-3.5 p.p.) es mayor que la caída de la industria en el PBI (-1 p.p.), lo que pone de manifiesto que una  reducción de la elasticidad empleo industrial/producto industrial. Es decir, no sólo la industria crece menos que el resto de los sectores de la economía, sino que el actual crecimiento industrial genera cada vez menos puestos de trabajo.
Asimismo, se observa que el sector industrial no ha ganado peso relativo dentro de las exportaciones, lo cual muestra que no ha habido ni ganancias de productividad ni mejoras de calidad en el sector industrial, descartándose la existencia de un verdadero proceso de desarrollo industrial. En contraposición a lo anunciado por el viceministro de economía, Argentina sigue siendo, como en los últimos 20 años de historia económica un país exportador de productos primarios y derivados (aceites, harinas, etc.).
De todas maneras, el ratio de exportaciones industriales respecto del total se incrementó sucesivamente desde el 2003 y alcanzando un máximo de 35% en 2010. Sin embargo, la pérdida de dinamismo de Brasil, la inflación doméstica (que aprecia el tipo de cambio real)  y sobre todo la aceleración de costos salariales imponen un techo y afectan negativamente a las exportaciones industriales, cuya importancia relativa bajó 3 puntos porcentuales cayendo hasta  32% en los ocho meses de este año. No obstante, se observan algunos cambios hacia adentro de la estructura exportadora de manufacturas industriales. En primer lugar, se observa un aumento de la participación de las exportaciones de químicos, vehículos y minerales. Mientras que se reduce la participación de las exportaciones de “maquinaria y equipos electrónicos” y de “cuero y subproductos” .

Por último, cabe hacer un análisis intra-sectorial e intentar analizar la evolución de los componentes de la industria local. A priori, se observa un significativo avance de la producción de vehículos y de minerales no metálicos (que son los insumos de la construcción). En efecto, el aumento de la participación de la industria automotriz (vehículos) se explica a partir de la demanda de autos tanto del mercado interno como de las exportaciones hacia Brasil. En tanto que el incremento de la participación de los insumos para la construcción surge como consecuencia de la dinámica del sector, que se tornó en una de las inversiones más atractivas y de menor riesgo para el ahorro doméstico, en un contexto inflacionario como el actual. Por el contrario, se observa una caída en la participación de la industria de maquinaria y de refinación de petróleo como consecuencia de un avance de las importaciones de bienes de capital y por la política de precios máximos al mercado energético respectivamente.
En pocas palabras, este modelo no ha propiciado una reindustrialización de nuestra economía. Por el contrario, el país ha experimentado un proceso de reducción de la incidencia del sector industrial en el PIB y en el empleo; mientras que el aumento marginal del dinamismo de la industria exportadora que depende de Brasil tiene un límite en la apreciación del tipo de cambio real por inflación y aumento de los costos laborales. En términos de composición sectorial, se observa un leve cambio hacia adentro del entramado productivo industrial en el cual sobresalen los sectores ligados al comercio bilateral con Brasil (vehículos) y a la industria vinculada con construcción; mientras que retroceden los sectores en donde se aplicaron políticas de precios máximos (petrolero, cuero, etc.).



jueves, 18 de octubre de 2012

Con el cepo cambiario La inflación debería acelerarse. 

De acuerdo con el promedio de las ocho estimaciones privadas divulgadas por el Congreso, la inflación volvió golpear fuerte en septiembre pasado, registrando un aumento mensual de +1.9% y un incremento interanual de +24.3%.  A pesar que en el presente la economía crece a un ritmo menor que a comienzos del año, la inflación de septiembre ’12 (24.3%) es 1.4 puntos porcentuales superior al aumento del nivel general de precios registrado en enero’12 (22.6%).  
En pocas palabras, el crecimiento se desacelera pero la inflación sigue firme o incluso se acelera.  La pregunta clave a responder es: ¿la inflación continuará en estos niveles o se acelerará en los próximos meses; o por el contrario disminuirá?
Para responder la anterior pregunta es necesario tener en cuenta el nivel de actividad, la inversión, el consumo, el gasto público, el ritmo de emisión monetaria y su destino, así como toda la política del BCRA. Además, hay que tener en cuenta las expectativas de inflación.  Las expectativas de inflación pueden bajar si y sólo las expectativas de inflación se reducen. Por el contrario, si las expectativas no ceden, haga lo que se haga en materia de política anti inflacionaria, el aumento del nivel general de precios no va a desacelerarse.
El cepo cambiario establecido a fines de 2011 marcó el comienzo de un nuevo paradigma monetario. Antes sin cepo, cuando la emisión superaba la demanda de pesos, la gente le vendía esos “pesos de más” al BCRA, que a cambio entregaba  las reservas (dólares) al tipo de cambio oficial. En pocas palabras, antes del cepo la compra (demanda) de dólares actuaba de mecanismo “equilibrador” del mercado dinero, eliminando el exceso de moneda local y morigerando la aceleración inflacionaria.
Por el contrario, ahora con cepo cambiario toda la emisión monetaria queda en el mercado, lo cual acrecienta la probabilidad de aceleración inflacionaria, porque el dinero emitido "de más" no puede “salir” del mercado “vía dólar”.  
Con el cepo el gobierno volvió a actuar sobre las consecuencias y no las causas, agravando el problema. Las trabas en el mercado cambiario sólo acrecentaron el clima de incertidumbre y desconfianza del público, que ante la imposibilidad de fugar dólares “oficiales”,  fugó en un principio dólares “paralelos” alimentando las expectativas de depreciación e inflación.  
Con cepo cambiario, los pesos emitidos pueden ir al mercado cambiario paralelo, al consumo, a la inversión y/o a plazo fijo. Sin embargo, si los bancos toman depósitos (plazo fijo) es porque otorgan crédito, ya sea para consumo o inversión. En definitiva, con cepo cambiario la expansión de la emisión monetaria termina impactando plenamente en demanda agregada aumentando la probabilidad de aceleración inflacionaria. A su vez, la creciente emisión monetaria incrementa las expectativas inflacionarias tanto en forma directa como a través del mercado cambiario paralelo, retroalimentando el círculo vicioso. En este marco, a mayor emisión monetaria mayor probabilidad que la inflación se acelere.
De acuerdo con los datos oficiales del BCRA, el ritmo de crecimiento de los agregados monetarios se está acelerando significativamente durante los últimos meses.   Hacia fines del segundo y comienzos del tercer trimestre de este año, se observa un cambio de tendencia en las principales variables monetarias. Los agentes económicos parecen haberse acostumbrado a las restricciones y, ante la imposibilidad de comprar dólares, comienzan a robustecer su demanda de pesos; lo que implica un incremento no sólo de la demanda de circulante o dinero transaccional, sino también una significativa expansión de los depósitos a plazo. A modo de ejemplo, en septiembre ’12 mientras que la base monetaria presenta una expansión interanual del 37,4%, los plazos fijos del sector privado muestran un incremento del 50%. Por su parte, los préstamos al sector privado muestran un incremento del 40%, principalmente orientado a descuento de documentos, adelantos en cuenta corriente, tarjetas y en menor medida créditos personales.
Concretamente, en el tercer trimestre 2012 hay una significativa aceleración del ritmo de creación de dinero. Puntualmente, las tasas de crecimiento de la base monetaria y de M2 se aceleraron más de 4.5 y 5.5 puntos porcentuales con respecto al segundo y primer trimestre; respectivamente. La aceleración del ritmo de expansión de M3 fue algo menor.
La actual política monetaria del BCRA no sólo convalida sino que alimenta el proceso inflacionario, ya que el crecimiento de los agregados monetarios supera holgadamente el incremento de precios minoristas. En el tercer trimestre 2012 las tasas de crecimiento interanuales  de la base monetaria y de M2 superaron el aumento de precios minorista interanual por 12.2 y 10.1 puntos porcentuales, respectivamente.
En pocas palabras, desde abril 2011 la política monetaria del BCRA hace crecer la base monetaria a un ritmo superior al de la expansión nominal de la economía (crecimiento + inflación). Sin embargo, esta política de emisión por sobre la nominalidad de la economía se intensificó a partir de febrero 2012, cuando la brecha entre la expansión de la base monetaria y el crecimiento nominal de la economía comenzó nuevamente a ampliarse en forma sostenida y sin pausa.

No es la primera vez que el BCRA hace crecer la base monetaria por encima del producto nominal. También lo hizo entre julio 2006 y mediados de 2007. En ese momento la política monetaria expansiva tenía como objetico intervenir el mercado de divisas para mantener el tipo de cambio sobre devaluado, que tenía una tendencia nominalmente apreciadora. EL BCRA compraba los dólares a cambio de emisión y acumulaba reservas. Dicha emisión mantenía baja la tasa de interés, favoreciendo el consumo, la inversión, la demanda agregada y el nivel de actividad.  
En pocas palabras, en 2006 / 2007 la política de hacer crecer la base monetaria por arriba del PBI nominal hizo subir fuertemente tanto las expectativas de inflación como a la inflación observada. La inflación observada subió del 10% al 20% y las expectativas de aumentos del nivel general de precios crecieron, según UTDT, del 12% al 25%.
Por el contrario, en 2008 el conflicto con el campo y la crisis internacional propulsaron la fuga de capitales, imponiéndole un férreo techo a la expansión de dinero. En ese marco, el dinero emitido por el BCRA retornaba a la autoridad monetaria cuando la gente compraba los dólares (reservas vendidas por el Central) para fugar. La fuga de capitales record de 2008-2009, impactó negativamente en la demanda de pesos y la política monetaria se volvió endógena, reduciéndose drásticamente el ritmo de expansión de los agregados monetarios. La menor cantidad de dinero impactó negativamente sobre el nivel de actividad e hizo bajar las expectativas de inflación y el aumento de precios observados. Resumiendo, en 2008 / 2009 la fuga de capitales y la base monetaria creciendo por debajo del PBI nominal fueron un combo que funcionó como ancla anti-inflacionaria.
En este marco, está claro que a medida que se ensancha (reduce) la diferencia entre el ritmo de expansión monetaria y el crecimiento nominal de la economía, las expectativas de precios y la inflación observada aumentan (reducen).  Cada vez que el BCRA emitió dinero a un ritmo más elevado que el crecimiento nominal de la economía, meses más tarde la inflación se aceleró. La política monetaria no tiene impacto instantáneo sobre precios, sino demorado. De hecho, también se observa que cuando el ritmo de emisión bajó, la desaceleración de la inflación no fue instantánea, sino que también demoró algunos meses.
Sin embargo, no siempre sucede que el menor ritmo de emisión impacta reduciendo precios. O sea, bajar el ritmo de  emisión es condición necesaria, pero no suficiente para bajar la inflación. Es decir, no alcanza sólo con emitir menos. Para que la inflación baje no sólo hay que emitir menos, sino que también tienen que bajar las expectativas de inflación.
La importancia de las expectativas de inflación sobre el nivel general de precios es clave. Cuando en 2008 el descenso del ritmo de expansión monetaria vino acompañado de caída en las expectativas de inflación, el aumento del nivel general de precios se desaceleró, Por el contrario, cuando en 2010 se volvió a emitir por abajo del PBI nominal (igual que en 2008) pero sin caída en las expectativas de inflación, el incremento del nivel general de precios no se desaceleró.  
En la actualidad se emite por arriba del PBI como en 2007, pero con un piso de aumentos de precios observado y de expectativas inflacionarias mucho más altas que en aquel entonces.  Además, la emisión monetaria para financiar al Tesoro también es mucho más fuerte que en aquella oportunidad.
Además, se emite más y con cepo cambiario, lo cual agrava el problema porque impide que la emisión no deseada vaya al dólar y “salga” del mercado. En este marco, de acuerdo con nuestras estimaciones, lo más probable sería que la inflación se acelerara en los próximos meses y en 2013.




EL DINAMISMO DE LA RECAUDACIÓN YA NO SERÁ LO QUE FUE

Introducción:
Los números de la recaudación tributaria de septiembre confirman que la recuperación del nivel de actividad continúa siendo frágil y que la recaudación todavía está lejos de recuperar el dinamismo que tenía en años anteriores. La aceleración observada en julio 12 (+28.2%) y agosto 12 (+29.2%) se interrumpió y la tasa de crecimiento de la recaudación volvió a ubicarse el mes pasado por debajo de la inflación (+20.2%). 
Puntualmente, en septiembre los impuestos ligados al nivel de actividad perdieron dinamismo. Los ingresos por  IVA se incrementaron nominalmente sólo el 19% a/a y el Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios, el 11% (que, corregidos por la menor cantidad de días hábiles que tuvo septiembre respecto de igual mes de 2011, habría trepado al 15%). Paralelamente, los derechos de exportación cayeron en términos interanuales (-7%), tras crecer 6% en agosto, sugiriendo que en septiembre se habría mantenido la tendencia a la baja que han venido mostrando las ventas externas. En tanto, los derechos de importación, si bien no cayeron en la comparación interanual, desaceleraron su ritmo de crecimiento, señalando una débil performance de las compras externas. El único tributo que exhibe una fuerte aceleración en 2012 respecto de 2011 es combustibles, cuyo aumento (+58%) se basa en un incremento de precios muy superior a la inflación.
En pocas palabras, la tasa de crecimiento de la recaudación viene perdiendo dinamismo Puntualmente, la tasa de crecimiento interanual de la recaudación acumulada cayó más de 4 puntos porcentuales, pasando del 29.6% en enero al 25.3% en septiembre de este año. De hecho, la recaudación total habría crecido a tasas interanuales reales negativas (ajustadas por inflación) en abril; mayo y septiembre pasados.
En teoría, la recaudación es una función positiva del nivel de actividad y de la inflación. A más crecimiento y mayor aumento del nivel general de precios, más elevada tiende a ser la tasa de crecimiento de los ingresos tributarios. Más nivel de actividad implica mayor cantidad de transacciones económicas (incluidos puestos de trabajo), y por ende una tasa de crecimiento de los ingresos fiscales más elevada. Básicamente, lo que ha hecho este gobierno es emitir sistemáticamente moneda para comprar reservas (con las que paga deuda del Estado) y  financiar al sector público, generando inflación. La inflación “infla” los volúmenes de negocio de la economía en general, elevando la recaudación de impuestos (IVA, Créditos y Débitos Bancarios; Internos y Combustibles). Esta política se encuentra reforzada por la falta de actualización de los mínimos no imponibles y escalas en Ganancias y Monotributo, lo cual también termina “re inflando” los ingresos fiscales de estos dos gravámenes.
En este escenario, a excepción de 2009 cuando el nivel de actividad económica se habría contraído -3.4%, en el período 2005 / 2011 la tasa de crecimiento de los impuestos ligados a la actividad económica superó siempre el aumento nominal de la economía (crecimiento + inflación).
Sin embargo a diferencia de lo acontecido en los últimos años, en los primeros nueve meses de 2012 la tasa de crecimiento acumulada (25.3%) de los ingresos tributarios se ubica por debajo del ritmo de expansión nominal (crecimiento + aumento de precios) de la economía (28.0%). 
Impuestos ligados al nivel de actividad: Uno por uno
El enfriamiento del nivel de actividad ha impactado negativamente sobre la recaudación tributaria. La tasa de crecimiento de los impuestos ligados al nivel de actividad (IVA bruto -incluyendo devoluciones-, ganancias, créditos y débitos bancarios –cheque-, impuestos laborales -contribuciones patronales y aportes personales-, internos y combustibles) se deterioró, en términos reales, marcadamente en el segundo trimestre y todavía luce muy endeble en el tercer cuarto del año.Ganancias, IVA Bruto y débitos y créditos bancarios son los más afectados negativamente por el enfriamiento del nivel de actividad.
Puntualmente, la tasa de crecimiento de Ganancias medida en términos reales se desacelera fuertemente entre enero y abril último y luego se torna negativa desde mayo. El enfriamiento de la recaudación de Ganancias viene de la mano de las expectativas negativas que provocaron las medidas proteccionistas de fines de 2011, que forman expectativas de menores ventas futuras. Si a las expectativas negativas se le suma el aumento de la presión tributaria y los incrementos del costo salarial, se pagan  menores “anticipos de ganancia” en función a los menores réditos que esperan en el año.
La recaudación de Ganancias presenta una merma en términos reales de casi 4% anual en septiembre 2012. Esta caída sería aún mayor si no estuviera “amortiguada” por la falta de actualización del mínimo no imponible y de las escalas impositivas de los trabajadores en relación de dependencia, que no pueden evadir el impuesto. Es decir, si hubiera actualización de mínimo no imponible y de escalas, la caída real de Ganancias sería aún mayor. En este escenario luce poco probable un ajuste del mínimo no imponible y escalas. Si no hubo ajuste en épocas de vacas gordas, más difícil sería que lo hubiera en épocas de vacas flacas.
La recaudación de IVA Bruto y Cheques se encuentra directa e inmediatamente ligada al consumo y al nivel de actividad, reflejando la dinámica del ciclo económico. Si se observa el gráfico 4, se aprecia que el nivel de actividad (medido por el ISAE E&R) IVA Bruto y Cheques se “mueven juntos” tanto en épocas de crecimiento como de contracción económica. En los auges la recaudación crecía de la mano del nivel de actividad y en las recesiones (2009) disminuía paralelamente con la tasa de crecimiento del producto. 
Sin embargo, esta correlación unitaria (moverse juntos) entre las tres series parece romperse a partir de abril de este año; mientras que el nivel de actividad se estanca en tasas de crecimiento en torno al 2% anual, la recaudación de IVA bruto y cheques se reduce a tasas negativas que convergen al -4.0% y -4,7% respectivamente. Es decir, hay una pérdida de asociación entre IVA Bruto, Cheques y el nivel de actividad.
La ruptura de esta asociación es muy reciente (5 meses), por lo que todavía es prematuro sacar conclusiones sobre su origen. Sin embargo, se podría establecer alguna hipótesis de trabajo. La teoría económica y la evidencia empírica han demostrado que en marcos de aumento de presión tributaria y enfriamiento económico el sector privado comienza a financiarse contra el fisco, lo cual afecta negativamente la recaudación (a pesar de la suba de la presión) y rompe la asociación entre recaudación y ciclo económico. Además, la teoría también sostiene y demuestra (efecto Olivera – Tanzi) que hay un punto a partir del cual el incremento de inflación, que antes jugaba a favor de la recaudación, comienza a impactar negativamente en los ingresos tributarios fiscales.
En Argentina, la presión tributaria aumentó 2.2 puntos porcentuales entre 2008 (30.0%) y 2012 (32.2%). De ese incremento, el 27% (0.6 p.p.) corresponde a provincias y el 73% (1.6 p.p.) a Nación. Al mismo tiempo, de acuerdo con el ISAE E&R la tasa de crecimiento del nivel de actividad habría disminuido del 4.9%eneneroal 2.3% enjulio ’12. A su vez, la inflación se habría acelerado 2.3 puntos porcentuales entre enero y septiembre de este año.
En pocas palabras, todos los elementos de la teoría y la evidencia empírica que muestran como se puede alterar negativamente la tendencia de crecimiento de la recaudación atada a nivel de actividad, se encuentran presentes en la actualidad de la economía argentina. Esto no quiere decir que indefectiblemente la tasa de crecimiento de la recaudación va a seguir deteriorando se, sino que es tan sólo una posibilidad que hay que considerar.
La dinámica de Combustibles se muestra como uno de los componentes más dinámicos de la recaudación, porque en los últimos años el aumento de precio de los combustibles superó la inflación y su consumo se mantuvo constante.  A modo de ejemplo, la Nafta “super” cotizaba entre $3,20 y $3,40 pesos por litro en CABA en enero de 2010, mientras que en agosto de este año abría alcanzado los $6,40 - $6,70 por litro. Es decir, en el periodo 2010-2012, el aumento de precio de la nafta habría alcanzado un 100% aproximadamente, mientras que la inflación (medida con el índice de precios del congreso) ascendería a 78%.
De todas formas, el aumento de los precios de la nafta y del gasoil de los últimos meses converge a la tasa de inflación, por lo que de continuar esta tendencia, el ritmo de crecimiento de la recaudación de Combustibles disminuiría y su evolución dependería  solamente del consumo. 
En materia de impuestos al trabajo, tanto los aportes personales como las contribuciones patronales muestran un marcado incremento real interanual del 7,7% en septiembre y del 10% en el promedio de los 9 meses del año; y parece ser uno de los componentes más dinámicos de la recaudación ligada al nivel de actividad. En efecto, el avance de la recaudación real de este tributo se incrementa como consecuencia del aumento del empleo registrado y de los incrementos salariales por encima de la inflación (expansión del salario real).
No obstante, la creación de empleo se desaceleró significativamente durante el primero y el segundo trimestre del año y los aumentos salariales empiezan a converger a la tasa de inflación. Es decir, la caída de la creación de empleo sumada a la desaceleración del salario real imponen un techo para la futura expansión de los tributos al trabajo en el corto o mediano plazo.
Perspectivas: Las retenciones al complejo agro exportador serían el único elemento “dinamizador” que le quedaría a la tasa de crecimiento de la recaudación. Con una cosecha 10 millones de toneladas superior y un tipo de cambio depreciándose en promedio 16% anual en 2013, estos ingresos fiscales aumentarían $17.000 millones en 2013. De esta manera, los impuestos a las exportaciones podrían explicar tan sólo una aceleración de la tasa de crecimiento de la recaudación de 2.5 puntos porcentuales, lo cual contribuiría a que la variación interanual de los ingresos fiscales pasara de 26% (actual) a 28.5%.  De este modo, en el mejor de los casos la tasa de crecimiento interanual de la recaudación podría subir a 29%/30% en 2013, lo cual es insuficiente para impedir que el deterioro fiscal se profundice. Es más, a nivel provincial el deterioro fiscal volverá a ser mayor que a nivel federal, ya que las retenciones a las exportaciones no se coparticipan.
 



jueves, 4 de octubre de 2012

EL PRESUPUESTO 2013 EN POCAS PALABRAS.

El Proyecto Presupuesto 2013 fue enviado al Congreso Nacional. En esta oportunidad la ley de leyes tiene doble importancia, porque además de las proyecciones para el próximo año, se presenta el Presupuesto Modificado del 2012. Este último, muestra que el Presupuesto 2012 original quedó totalmente desactualizados, como consecuencia del enfriamiento del nivela de actividad que sufrió nuestra economía.
A grandes rasgos se podría decir que el Presupuesto 2012, en su versión  modificada, tiene dos puntos salientes: se sobrestima la tasa de crecimiento del PBI y no se sobrestiman los recursos. El  crecimiento reflejando para este año en 3,4%, gatilla el pago del cupón del PBI a fines de 2013. Sin embargo, se introduce una cláusula especial que le permite al PEN utilizar dichos fondos en forma discrecional, en caso de no tener que pagar el cupón (si se crece menos que 3.26%).
Puntualmente, el proyecto Presupuesto 2013 vuelve a mostrar los vicios de años anteriores. Se subestiman los recursos para luego hacer uso discrecional de la política del gasto, pero a diferencia de años anteriores, dicha subestimación no se basa en una disminuida proyección de la tasa de crecimiento, sino en una baja estimación de la elasticidad ingresos fiscales / nivel de actividad. 
Del otro lado y en línea con el manejo discrecional del gasto, se proyectan  erogaciones del sector público, “inflando” y “pisando” artificialmente el resultado fiscal y las necesidades financieras respectivamente. La subestimación del gasto se basa en cálculos muy conservadores en materia de ajuste de salarios y jubilaciones que, a su vez, son resultado de la inflación “intervenida”; que por séptimo año consecutivo forma parte del Presupuesto. 
Al mismo tiempo, el Presupuesto adelanta que la política cambiaria continuará sin alteraciones, profundizando el atraso cambiario; uno de los principales problemas de la economía real de nuestro país. Además, se pone en evidencia el aumenta el rol del BCRA como principal financiador del sector público, intensificando el deterioro  de su balance y asegurando que en 2013 el tesoro Nacional gastará más reservas del central que en 2012.

presupuesto 2013: subestimación de recursos y de gasto, con atraso cambiario y con un bcra financiando aún más al tesoro

El Proyecto de Presupuesto de 2013 continúa presentando una inflación “pisada”, lo que anticipa que volverá a repetirse, por séptimo año consecutivo, la abultada brecha entre los indicadores públicos y privados de precios. El proyecto de presupuesto continúa basándose en las estadísticas del INDEC y contempla una inflación de 11,8% para el 2013, valores muy distantes a la inflación del 25% promedio proyectada por los indicadores privados compilados por el Congreso. Esta discrepancia impacta, en las estimaciones del PIB a precios corrientes (18% a/a en 2013), lo que tiende a subestimar el crecimiento nominal de la economía, que en realidad se ubicaría levemente por debajo de un 30% aproximadamente según nuestra estimaciones.
La subestimación del crecimiento del PBI nominal distorsiona las proyecciones fiscales y conduce a la subestimación de recursos; estrategia presupuestaria vigente los últimos ocho años. 
De acuerdo al proyecto de ley, los ingresos tributarios y las contribuciones a la seguridad social crecerían sólo 23% el año que viene ($619.044 millones para todo el 2013). Según nuestros cálculos, con un crecimiento de los recursos más cercano al 30% (similar al del PBI nominal), podrían estar subestimándose ingresos por alrededor de $36.000 millones, que surgirían de haber subestimado los ingresos tributarios (sin coparticipación) y las contribuciones a la seguridad social por $43.000 millones y sobreestimado otros ingresos por $7.000 millones.
La subestimación de ingresos por $36.000 millones equivalen a un poco más de un año de asignaciones familiares y de ingresos fiscales por retenciones de soja y a medio año de subsidios a la energía, transporte y alimentos.
Sin embargo, la inconsistencia más relevante se encuentra por el lado del  gasto en donde el PPN 2013 estima un incremento del gasto primario y gasto total de tan sólo 15.5% y 16,2%; respectivamente. Este incremento implicaría una reducción del gasto primario -medido en términos reales con un inflación del 24%- cifra que resulta extremadamente conservadora si se tiene en cuenta que el 2013 es un año electoral y que en este año (que no es electoral) se observaría una expansión del 30%.
La subestimación del gasto tiene su origen en la baja actualización de los  salarios y las jubilaciones, que muestran aumentos del 13% y del 22% respectivamente. Estas estimaciones resultan poco verosímiles si se tiene en cuenta que este año  ambas partidas se habrían incrementado un 28% y un 38% respectivamente.
De acuerdo con nuestras proyecciones, el gasto primario y el gasto total serían 19% y 15% más altos que lo que se proyecta (ver gráfico 9). Por el lado del gasto corriente, las mayores subestimaciones se observan en las transferencias corrientes y en el pago de haberes previsionales, éstos últimos estimados en $36.000 millones por arriba de lo presupuestado, a partir de las actualizaciones automáticas en los meses de marzo y septiembre, que prevemos en torno al 32% combinado a partir de las mejores perspectivas recaudatorias. En el caso de las transferencias corrientes, el crecimiento resultaría muy superior al presupuestado (+10.6%), a partir de la intensificación del gasto de carácter social (transferencias a familias) en el marco del año electoral, en tanto que otras partidas presentan una fuerte subestimación, como los giros a Universidades (+3.2%) y los subsidios a empresas públicas y privadas, que se prevé se reduzcan un 7% en términos nominales. En el caso del gasto en remuneraciones de los empleados públicos, el presupuesto no incluye previsiones de aumento salarial, frente a un aumento desdoblado del 25% incluido en nuestra estimación de gastos anuales.
Destacamos una mayor erogación en obras de infraestructura, también en sintonía con el calendario electoral, las cuales serían financiadas con la utilización de las reservas excedentes tal cual establece el Artículo 33º del Proyecto de Ley. 
Por último, la subestimación de gastos provoca un sobreestimación del resultado fiscal. Las proyecciones del PPN muestran un superávit primario de $59.256 millones (2,3% del PBI) para 2013, muy superior a los $11.543 millones (0,5% del PBI) proyectados para 2012. Con esos números, se presenta un superávit financiero de $1.086 millones (0,04% del PIB) para 2013.
Por el contrario, con una pauta de gasto más realista (las erogaciones primarias alcanzarían los $747.000 millones, un 19% por arriba de lo presupuestado y un 33.5% más que en 2012), el resultado financiero de 2013 alcanzaría un déficit superior a $62.000 millones, equivalente al 2.5% del PIB oficial estimado. (Ver tabla). Asimismo, si se “limpia” el resultado de los ingresos heterodoxos provenientes del Banco Central y el FGS de la ANSeS, el resultado fiscal anual alcanza un rojo de $98.500 millones.

CASI IMPOSIBLE QUE EN 2012 SE CREZCA LO QUE DICE EL PRESUPUESTO (3.4%).

El INDEC dio a conocer el crecimiento económico del segundo trimestre de este año. Los números presentados exhiben un crecimiento nulo en el segundo trimestre, lo que implica un incremento del 2,4% en el primer semestre. Es decir, siguiendo los números oficiales la economía debería crecer 4.3% en el segundo semestre de este año para que se cumpla la proyección de crecimiento de 3.4% del Presupuesto 2012 modificado. Es decir, tácitamente, el Gobierno espera que el crecimiento de la segunda mitad del año (4,3%) sea -casi- el doble que el crecimiento de la primera mitad (2,4%).
¿Qué debería ocurrir para crecer al 3.4% anual de aquí a fin de año? Por el lado de la demanda, en la primera mitad del año, se observa una dinámica diferente entre el consumo total y el resto de las variables. Por un lado, la inversión (-7% a/a), las exportaciones (-3,3% a/a) y las importaciones (-6,7% a/a) presentan caídas significativas; en tanto que el consumo privado (5,6% a/a) y el consumo público (7,8% a/a) muestran crecimiento positivos. En la actualidad la variante más dinámica de la economía es el gasto público.
De modo que la mayor inconsistencia en materia de crecimiento ’12 del Presupuesto (por el lado de la demanda) la encontramos en las proyecciones de la inversión. El Presupuesto proyecta un aumento de la IBIF del 1,3% mientras que en la primera mitad del año se presenta una retracción de -7,3% a/a. Luego, para alcanzar el crecimiento proyectado (1,3%), se debería expandir un 9% interanual en el segundo semestre del año. Lo que consideramos una proyección por demás optimista si se tiene en cuenta que la importación de bienes de capital se encuentra restringida y la construcción (que es el 50% de la IBIF) fue uno de los sectores más golpeados por las trabas a la compra de dólares. 
Por el lado de la oferta, el primer semestre del año mostraría caídas en la producción de bienes (-1,9%) e incrementos en la producción de servicios (+5%). Dentro del primer grupo se observan fuertes reducciones de nivel de actividad en el sector agropecuario (-16% a/a) y la pesca (-11,6% a/a); Mientras que del lado de los servicios los sectores más dinámicos fueron la intermediación financiera (+21% a/a) y el transporte (+6% a/a).
De este modo, para que el PBI alcance el crecimiento estipulado en el Presupuesto (3,4%) la producción de bienes debería recuperarse; lo que implica que los sectores que más pesan en la producción de bienes que son la industria y la construcción aceleren su tasa actual de crecimiento (1,2% a/a y 0,5% a/a respectivamente).

PRESUPUESTO 2012 MODIFICADO Y SUS IMPLICANCIAS EN 2012 y 2013

La pauta oficial de crecimiento 2012 (+3.4%) es uno de los puntos más controvertidos del Presupuesto. Si bien el Presupuesto Modificado 2012 reduce la tasa de crecimiento -1.7 puntos porcentuales en relación al Presupuesto Original (5.1%), la estimación oficial parecería estar sobreestimando la variación del PBI de este año. De acuerdo con nuestras estimaciones, el PBI crecería 2.6% en 2012; es decir -0.8 puntos porcentuales por debajo de los número oficiales.  De acuerdo a nuestras estimaciones, la IBIF y el consumo total serían mucho menos dinámicos que lo que reflejan las estimaciones oficiales. Más allá de las discrepancias entre la estimación E&R y la oficial, hay dos comentarios esenciales para hacer sobre el crecimiento económico “oficial” para 2012. Primero y fundamental, un crecimiento 2012 en línea con lo presupuestado (3.4%) tiene fuerte impacto en las finanzas públicas de 2013, porque dispara el pago del cupón atado al PBI, afectando negativamente la caja en dólares del gobierno nacional.
De hecho, el Presupuesto 2013 asigna USD3.600 MM para pagar el cupón de PBI hacia finales de año próximo. Sin embargo, por primera vez en ocho años de administración K, se incluye una clausula que autoriza al PEN (si no se paga cupón por crecer menos de 3.26% en 2012) a financiar gasto de capital con los dólares sobrantes del fondo de deseendeudamiento. En este punto no se aclara que tipo de gasto de capital (podría ser por ejemplo obra pública o capitalización de YPF). No obstante esto último, vale la pena aclarar que en virtud de la Ley de Administración Financiera sancionada en 2006, el PEN está facultado para ejecutar gasto de capital como gasto corriente y viceversa, con lo que las reservas que no se destinen al pago del cupón podrían ser utilizadas para el pago de gasto corriente. De acuerdo con nuestras proyecciones y del consenso de mercado, lo más probable es que el crecimiento del nivel de actividad no llegue al umbral mínimo de 3.26% y el cupón entonces no se termine pagando, lo cual liberaría reservas del BCRA para uso discrecional del gobierno.
Sin embargo, hay que resaltar que en términos monetarios y de balance del BCRA no es lo mismo que los 3,600 millones de reservas sean utilizados para pagar cupón o para financiar gasto de capital y/o corriente. En caso de pagar cupón, no habría emisión monetaria y por ende, se respetaría el articulado que exige “efecto monetario neutro”. Es decir, sólo se estaría alterando la composición del activo del BCRA, cambiando dólares por papeles de deuda del Tesoro. Por el contrario, si se financiara gasto (de capital o corriente) habría efecto monetario ya que gran parte de esas reservas deberían monetizarse (emitirse en pesos para asumir los pagos de gasto), ampliando la base monetaria y el pasivo del Central. En pocas palabras, si se financiara gasto con la plata de cupón, el BCRA debería emitir a cambio LEBACs y NOBACs para garantizar el efecto monetario neutro que exige el Presupuesto.
Segundo, el crecimiento económico de 3.4% estimado para este año en el Presupuesto 2012 modificado parecería carecer de consistencia en varios sentidos. Primero, porque el crecimiento no tendría correspondencia con las estimaciones oficiales de inflación. Cuando se compara el presupuesto 2012 con su versión original, se observa que el crecimiento se desacelera pero la inflación (marginalmente) aumenta. De hecho, el Presupuesto 2012 modificado estima un incremento de los precios implícitos del PIB y del IPC 1.6 y 1.3 puntos porcentuales mayores que en el Presupuesto Original 2012; respectivamente. Paralelamente, el presenta una aceleración de la depreciación nominal del tipo de cambio en relación con su versión original, ya que estima un dólar a 4.80 pesos para diciembre 2012; más elevado que en la versión original (4.66).
En pocas palabras, el Presupuesto 2012 Modificado tiene menos crecimiento, dólar más caro e inflación marginalmente más elevada que la versión Original. Se podría inferir que el gobierno apoya la existencia de una relación positiva entre aumento del tipo de cambio y aceleración de la inflación. 
Tampoco parece consistente reducir la tasa de crecimiento -1.7 p.p. sin reducir la proyección de ingresos totales, que siguen siendo los mismos ($506.500 MM) que en la versión original. La marginal reducción de los ingresos tributarios (-$9.558 MM) es compensada casi en su totalidad por el aumento de las contribuciones a la seguridad social (+$7.710 MM), que tiene sustento a partir de un aumento en la creación de puestos de trabajo y/o por incrementos salariales mayores a lo originalmente esperado.
En realidad, el hecho de que en el Presupuesto 2012 modificado el Gobierno Nacional haya bajado la tasa de crecimiento pero no los ingresos fiscales, pone en evidencia que en la versión Original  se “escondían” (subestimaban) recursos.
Esta política no es nueva. Entre 2003 y 2011 el sector público nacional recaudó $220.346 millones por encima de sus proyecciones presupuestarias y gastó discrecionalmente $254.871 millones por arriba de lo originalmente presupuestado.
Poniéndolo en términos relativos para tener una mejor apreciación del manejo discrecional de fondos, en los últimos años el gobierno nacional ha gastado sin ningún control parlamentario el equivalente a 9 años de asignaciones familiares; 8 años de retenciones a la soja; 4 años de obra pública, 3 años y medio de subsidios al transporte, la energía, los alimentos y empresas públicas; un año y medio de Coparticipación a provincias y un años y cuatro meses del pago total de jubilaciones.
En pocas palabras, el enfriamiento del nivel de actividad no previsto por el gobierno, acercó por primera vez la  subestimación  de recursos a la realidad. Es más, los ingresos totales del Presupuesto 2012 modificado se ubicarían tan sólo un 0.6% ($3.372 MM) por encima de las estimación de recursos totales ).
Es más, los ingresos totales del Presupuesto 2012 modificado se ubicarían tan sólo un 0.6% ($3.372 MM) por encima de las estimación de recursos totales de E&R Sin embargo, la diferencia se encuentra por el lado del gasto y por ende en el resultado primario y financiero del sector público. Se presenta un gasto primario y un gasto total 8.6% y 7.9% más elevado, demostrando que el gasto estaba “pisado” en el Presupuesto 2012 original.

A pesar de esto último, el Presupuesto modificado sigue subestimando el gasto primario y total y por ende, continúa “inflando” artificialmente el resultado primario y financiero. De acuerdo con nuestra proyecciones,  el gasto primario y total serían $15.051 MM (+2.8%) y $17.518 MM (3.0%) más elevados que en el Presupuesto. En este marco, en 2012 el sector público nacional tendría déficit primario (-$5.051 MM) y no superávit ($11.542 MM) como figura en el Presupuesto 2012 modificado. A su vez, el resultado financiero de este año sería $19.060 MM (53.5%) más negativo que de acuerdo a lo planteado en las estimaciones oficiales. 


SALARIOS: MARCADA DESACELERACIÓN EN LOS ÚLTIMOS 12 MESES. SALARIOS PÚBLICOS CON MENOR PODER ADQUISITIVO QUE EN LA CONVERTIBILIDAD

El Índice de salarios que elabora mensualmente el INDEC, analiza la evolución de las remuneraciones nominales, tanto del sector privado como del sector público de la economía argentina. Según la información más reciente, correspondiente al mes de Agosto ‘12, los salarios (nivel general) crecieron un 25,4% con respecto al mismo mes del año anterior. Estos resultados estuvieron impulsados principalmente por la mejora de los haberes de los trabajadores del sector privado “en negro”, que crecieron 30% interanual y del sector privado registrado, cuya expansión alcanzó un 28%. Del otro lado, el aumento de haberes del sector público muestra un marcado rezago respecto del resto, con un aumento interanual de 14,5%.
A fin de conocer la evolución de los salarios en términos reales, es posible contrastar la dinámica de los sueldos con la expansión del costo de vida y así tener una medida del poder adquisitivo de los trabajadores. A priori, mientras que el salario promedio se habría incrementado un 468% en términos nominales entre enero de 2003 y agosto de 2012, los precios se habrían aumentado menos de la mitad (un 118%) según el IPC del INDEC; lo que implica un incremento del poder adquisitivo de los haberes promedios del 161% entre el inicio de 2003 y casi la mitad de este año. Dicho lisa y llanamente, este incremento del ingreso real implica que, hoy por hoy, un trabajador puede comprar más del doble de los bienes y servicios que compraba en el 2003.
Si el análisis se hace por sectores, se observa que el ingreso de un trabajador no registrado casi que triplica al incremento de precios, lo que implica un incremento del salario real de casi un 200% en el período bajo estudio. Incluso el salario del sector público parece haberle ganado a la inflación, forjando un aumento del poder adquisitivo del 65%.
Visto desde el absurdo, la relación salarios e inflación presentada por el INDEC implicaría la redistribución del ingreso más progresiva de la historia del capitalismo mundial en el lapso de tiempo más breve.
Si bien Argentina mejoró en forma significativa la distribución del ingreso en los últimos diez años (el Gini pasó del 0,49 en el año 2003 a 0,379 en 2012), esta mejora habría alcanzado aproximadamente un 23% y está lejos de reflejar el supuesto avance del poder adquisitivo de los salarios (161%) sugerido por los números oficiales.
Por otro lado, este avance del salario real tampoco se refleja en el incremento del PBI per cápita a precios constante. El producto (real) por habitante habría aumentado casi un 70% entre el 2003 y el la mitad del 2012 según los números del INDEC. Si tomamos en forma conjunta la mejora del PBI per cápita (70%) y el incremento del salario real (161%), la ganancia de los empresarios debería haberse desplomado y perdido mucha participación relativa dentro de la estructura del producto. La otra alternativa sería que la cantidad de trabajadores se hubiese desplomado. Los números oficiales no verifican ninguna de estas dos alternativas, por lo que el aumento del salario real sugerido por los números del INDEC es poco creíble.
Veamos entonces otra medida de la dinámica del salario real en Argentina
Dado que las estadísticas oficiales no reflejan el verdadero aumento de precios, es necesario deflactar los índices salariales con el costo de otra canasta de bienes y servicios que se ajuste más a la realidad. Por ende, al comparar la evolución del ingreso de los trabajadores con la inflación medida a través del IPC-Congreso, es posible determinar el poder adquisitivo del salario a lo largo del tiempo con mayor precisión.
La devaluación del peso argentino en 2002, en un contexto de recesión económica, implicó una fuerte licuación de los salarios reales. No obstante, partir del 2003 la recuperación del nivel de actividad repercutió directamente en una recomposición del poder de compra de los haberes. En los últimos años, los salarios crecieron -en algunos casos- a tasas superiores a la inflación, contribuyendo así a la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores.
En el gráfico siguiente, se observan diferencias significativas en la evolución del poder compra de los distintos sectores que componen el índice general. Por un lado, los trabajadores privados formales ya han recuperado, e incluso superado, el poder adquisitivo perdido luego de la salida de la convertibilidad. Actualmente, los salarios reales de los trabajadores privados registrados y no registrados, se encuentran casi un 60% y un 69% respectivamente por encima del nivel que a principios de 2003.
No obstante, cabe señalar que las crecientes presiones inflacionarias han frenado la recuperación de los salarios reales de los empleados públicos. En efecto, el poder de compra de este grupo de trabajadores ha retrocedido en los dos últimos meses, y se ubica un 11% por debajo de enero 2003.
Si se analiza detenidamente la serie de salario público real, se observa que los incrementos de haberes estatales se mantuvieron en línea con la inflación entre el inicio del Gobierno K en 2003 y los primeros meses de 2007. Incluso cuando la inflación comenzó a acelerarse en 2007, los incrementos salariales del sector le ganaron la pulseada al aumento de precios, forjando una expansión del poder de compra hasta el 2010 inclusive. De modo en que entre el 2007 y el 2010, con algunos vaivenes, el salario real público superó los niveles del 2003. Justamente este avance del salario fue deteriorando “la salud” de las cuentas públicas; primero a nivel provincial (dado que los haberes tiene un mayor peso en la estructura de gastos) y luego a nivel nacional.
En efecto, la debilitación de las cuentas fiscales provinciales impone un techo a la expansión del salario, ya que el gasto en personal es la cuenta de mayor peso relativo en la estructura de erogaciones del SPP. Concretamente, hacia fines de 2010 y comienzos del 2011, el salario estatal se retrasó respecto de los precios, haciendo que el poder adquisitivo se derrumbé, ubicándose por debajo de los niveles de 2003 y amplificándose la brecha con respecto al resto de los salarios de la economía. Es decir, se amplió la brecha entre los salarios privados y públicos.
Además, de la brecha creciente entre el salario público y el privado, el poder adquisitivo de los empleados estatales (según en CVS de INDEC y la inflación del Congreso) se encuentra un 34% por debajo de los niveles de la salida de la Convertibilidad.
Por último, cabe señalar la dinámica reciente del poder adquisitivo de los haberes. Los últimos doce meses muestran una marcada desaceleración del salario real en comparación con el mismo período un año atrás. Mientras que el poder adquisitivo de los haberes promedios se incrementaba un  4%  anual en agosto de 2011, este año hay una expansión de sólo un 1%. La desaceleración es todavía más pronunciada si se consideran los ocho meses de este año, comprendidos entre diciembre y agosto, en donde se exhibe una mejora todavía menor al 1%.
Lo que ocurre es que la desaceleración de la inversión atenta contra la creación de empleo; haciendo que los salarios pierdan dinamismo y empiecen a ajustar por detrás de la inflación. En pocas palabras, a medida que se enfría la demanda de trabajo y la economía reduce su capacidad para generar puestos de trabajo, los aumentos de salarios convergen a la inflación. A su vez, la falta de inversión elimina la posibilidad generar mejoras de la productividad que se transfieran al salario. Es decir, la insuficiente inversión, aunque indirectamente, también le pone un techo al incremento del poder adquisitivo del salario.
 

martes, 2 de octubre de 2012

VARIOS ERRORES PARECIDOS A LOS 90s: HASTA LA Re-Re.

 

Los gobiernos establecen los objetivos de política económica. Estos objetivos pueden apuntar a una o más de las siguientes variables: tasa de crecimiento del PBI; tasa de desempleo en el mercado de trabajo, inflación; tipo de cambio y tasa de interés (estabilidad financiera); entre otras. En general, se busca corregir las fluctuaciones económicas y alcanzar un crecimiento económico sostenido y estable para lograr el pleno empleo. También hay casos en los cuales se procura corregir desequilibrios de corto plazo como inflación, déficit fiscal y de cuenta corriente; que si se perpetúan hacen imposible el crecimiento sostenido de largo plazo. La política económica es el vehículo utilizado para corregir los desequilibrios de corto plazo y alcanzar los objetivos de largo plazo. Una política económica es toda actuación de un gobierno tendiente a dirigir o influir en la trayectoria temporal de las variables económicas escogidas.

Los gobiernos deben estar siempre atentos a los cambios tanto en la coyuntura macroeconómica doméstica como internacional para evaluar si los objetivos y sus políticas económicas deben ser mantenidos o por el contrario, modificados. De hecho, cambios en la coyuntura macroeconómica pueden hacer que una política óptima en un determinado momento (más tarde) deje de serlo. En este escenario, si la política original fuera mantenida (profundizada), muy probablemente la tasa de crecimiento y el pleno empleo de largo plazo comenzarían a estar amenazados.

En este punto aparecen muchas similitudes entre finales de los 90s y comienzos de los 2000s con la actualidad. No se aprende de los errores pasados y se incurre en la misma equivocación fundamental que en los últimos años de la Convertibilidad: se profundiza la política económica “original” cuando el sistema económico demuestra que hay que cambiarla.

En 1991 se hizo una lectura eficiente del entorno macroeconómico y se diagnosticó adecuadamente que la inflación era el principal problema económico de Argentina. En ese marco, la Convertibilidad fue la política económica adecuada para solucionar la crisis de híper inflación. En 2002 / 2003 también se hizo una adecuada lectura del  entorno macroeconómico; y se aplicó un política monetaria expansiva y de incentivación de la demanda agregada que solucionó la crisis de híper de desempleo.

Sin embargo, los sistemas económicos no son estáticos, sino dinámicos. La economía cambia y brinda señales que “piden” alteraciones de política económica. A finales de los 90s y comienzos de los 2000 el sistema económico vía deflación y caída del nivel de actividad mostraba que había que salir de la Convertibilidad. Sin embargo, el gobierno de turno no le prestó atención a las señales e ignoró la variable clave: la tasa desempleo. Es más, tampoco hizo una lectura correcta de la coyuntura internacional, desconociendo la mega apreciación global del “súper dólar de Clinton” y su impacto negativo en nuestra cuenta corriente, nivel de actividad y creación de puestos de trabajo.

En la actualidad sucede algo muy parecido a los últimos años de Convertibilidad. Hace cinco años que el sistema de precios (con alta inflación) y más recientemente la tasa de crecimiento (con enfriamiento sostenido por 18 meses) muestran que las políticas monetarias y fiscales expansivas de incentivación de la demanda agregada deberían ser dejadas de lado. Sin embargo, el gobierno actual hace lo mismo que sus predecesores porque ignora la variable clave: la inflación. Al mismo tiempo y al igual que hace más de diez años atrás, tampoco se hace una lectura correcta del escenario internacional. Se toman medidas que “cierran” la economía, ignorando que el mundo (demanda de soja y Brasil) sigue “jugando a favor” y es un motor fundamental para nuestro crecimiento.

¿Qué se debería haber hecho y que se hizo hacia finales de los 90s y comienzos de los 2000s? La política económica debería haber sido cambiada por completo. Hacia 1997 /1998 con tasas de crecimiento buenas y sin expectativas (memoria) inflacionarias, se debería haber relajado (abandonado) la Convertibilidad para recuperar paulatinamente el ejercicio de la política monetaria. Se debería haber aplicado pequeñas devaluaciones del tipo de cambio junto a políticas fiscales y monetarias prudentes. Sin embargo, no se hizo lo que se tenía que hacer. El gobierno actuó sobre las consecuencias y no las causas, potenciando el problema macroeconómico. Se profundizó la política económica, manteniendo la Convertibilidad y se hizo política fiscal expansiva financiando el aumento del gasto con deuda, que obligaba a la expansión monetaria. Este combo de política económica fortaleció el atraso cambiario (principal problema), generó expectativas de devaluación y afectó negativamente la balanza comercial, el nivel de actividad y la tasa de empleo. Finalmente, se condujo a lo que se quería evitar: fuerte inflación (40%) con mega caída (-10.9%) del nivel de actividad en 2002.

¿Qué se debería haber hecho y que se hizo estos últimos años? La política económica debería haber sido cambiada por completo. La inflación se duplicó entre 2003 y 2005, pasando sucesivamente de 3.7% (2003) a 6.1% (2004) y 12.3% (2005). Ante esa aceleración inflacionaria y aprovechando que en ese entonces (no como ahora) las expectativas iban todavía por detrás del aumento de precios y la memoria inflacionaria no estaba tan arraigada como en el presente, en 2006/2007 el gobierno debería haber abandonado la política de incentivación de la demanda (consumo)  y virado hacia la estimulación de la oferta agregada (inversión). Sin embargo, y al igual que en los últimos tiempo de la Convertibilidad, el gobierno no atacó las causas del problema sino sus consecuencias. Se fijaron precios, se establecieron cupos a las exportaciones, se intervino el INDEC y se negó la inflación. Nuevamente no se cambió la política, sino que se la profundizó. Se potenciaron la política fiscal y monetaria expansiva. Paralelamente, los controles se extendieron al mercado cambiario, al pago de dividendos y utilidades y a las (trabas) importaciones. El aumento del gasto se financia con emisión monetaria, reservas e impuesto inflacionario. El balance del BCRA se deteriora y la deuda pública sube. Este combo de política económica fortalece el atraso cambiario (principal problema), genera expectativas de devaluación y afecta negativamente la balanza comercial, el nivel de actividad y la tasa de empleo.

Estas inconsistencias de política económica (gasto y dinero creciendo por encima del PBI nominal en un marco de aumento de precios superior al 25% y tipo de cambio cuasi fijo) y los problemas estructurales (distorsión de precios relativos, subsidios, retracción de IED, escasez energética) llevan a que el sistema económico ajuste vía menor nivel de actividad.  Las tasas chinas son un “asunto” del pasado. Aún con un mundo jugando a favor, con una soja a USD600 y Brasil recuperándose, las tasas de crecimiento convergen al 3.5% y no se genera empleo. Justamente, la falta de generación de nuevos puestos de trabajo pone en evidencia que el modelo perdió su principal activo y que la profundización de las actuales políticas no es la solución.

Hay que cambiar la política económica para generar puestos de trabajo. Ante todo, se debería atacar la inflación para llevarla a niveles de un dígito. En un marco de políticas fiscales y monetarias más prudentes se debería incentivar la inversión privada y sincerar el mercado cambiario. Con una menor expansión del gasto y de la cantidad de dinero, el BCRA tiene instrumentos y margen de acción para que las expectativas de inflación y de depreciación disminuyan y el mercado cambiario paralelo se extinga de apoco.

Las experiencias pasadas muestran que no haber hecho lo que se tenía que hacer siempre nos terminó enfrentando indefectiblemente con los problemas que se que procuró evitar; aunque potenciados. Todavía hay tiempo. Siempre se puede aprender. Hay que cambiar, no “profundizar el modelo”. Se podría empezar por no reformar la constitución y no buscar la re- re elección.