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martes, 4 de septiembre de 2018

La Agenda del próximo gobierno (Cronista 23/8/2018)


https://www.cronista.com/columnistas/La-agenda-del-proximo-gobierno-20180822-0090.html


Esta nota está pensada para la próxima administración, sea cual fuese su camiseta. El actual gobierno de Cambiemos no cambió nada de lo que era imprescindible cambiar para volver a crecer, ganar productividad, generar empleo, mejorar salarios y bajar la pobreza. Ya no lo hará. En este contexto, la pregunta relevante es: ¿El próximo gobierno de qué tiene que ocuparse, de dónde arrancará y qué tiene que hacer?

¿De qué hay que ocuparse? El próximo gobierno deberá ocuparse de lo más importante: el crecimiento económico. Robert Lucas Jr. (premio Nobel 1987) dijo “Las consecuencias del crecimiento económico sobre el bienestar humano son tan estremecedoras que resulta imposible pensar en otra cosa”. La teoría de la convergencia y los datos lo avalan. La convergencia sostiene que los países de menores ingresos per cápita crecen más rápido que los más desarrollados hasta alcanzarlos (catch up). A mayor crecimiento, más mejora la calidad de vida en los países menos desarrollados; y esta convergencia se da a un ritmo cada vez mayor. A nivel global, los países menos desarrollados aumentaron su peso relativo en el PBI mundial de 40% (1950) a 60% (hoy) y con mejora en la distribución del ingreso (Gini bajó de 0,7 a 0,5). Es decir, a mayor crecimiento, mejor distribución del ingreso.

Argentina tiene la peor performance en crecimiento económico. Asumiendo (tal vez pecando de optimismo) que el comportamiento macroeconómico 2018/2019 es similar al de los bienios 2012/2013; 2014/2015 y 2016/2017; descontamos que el nivel de actividad rebotaría en 2019 (+2,2%) luego de caer en 2018 (-1,5%). En este escenario, la tasa de variación del PBI promediaría +0,4% anual entre 2012 y 2019. El PBI per cápita de 2019 sería -2,5% (2015); -6,5% (2011) y -0,8 (2008) menor que 4; 8 y 11 años atrás.

En pocas palabras, los números no sólo avalan que Cambiemos no sólo no cambió nada, sino que profundizó lo “malo” que viene pasando hace décadas. Argentina cada vez va más a contramano de la región, por eso el bienestar aumenta en los países vecinos, pero se deteriora en Argentina. La tasa de crecimiento del PBI p/ cápita se acelera en la región y se desploma en Argentina. En la región (datos del BM en dólares constantes de 2010) se aceleró sucesivamente: +1,9% (1980-2017); +2,4% (1998-2017) y +2,9% (2011-2017). Al mismo tiempo, en Argentina decae: +0,8% (1980-2017), +1,1% (1998-2017) y +0,0% (2011-2017).

La gravedad de la dinámica macroeconómica argentina queda en evidencia con el siguiente ejercicio. Dejando de lado las implicancias de la convergencia y asumiendo que todos los países continúan a futuro con sus dinámicas de 2012/2017, Argentina sería uno de los países más pobres de la región en sólo un par de décadas. En 2025 el PBI p/cápita promedio de la región (sin Argentina, Brasil y Venezuela) sería mayor que el de Argentina (usd9600 constantes de 2010). En 2028 el PBI p/cápita de Chile (usd19.274 constantes de 2010) duplicaría al argentino (usd9.460 constantes de 2010). En 2040 el pbi p/cápita de Paraguay (usd9.037 constantes de 2010) sobrepasaría al pbi p/cápita de Argentina (usd8.695 constantes de 2010). 



En este marco, los ciudadanos en general y los políticos en particular tenemos que comprender que hay que encarar, sí o sí, un conjunto de reformas estructurales que nos saque del actual sendero de empobrecimiento. El crecimiento económico exige reformas estructurales. Y no será nada sencillo. Por el contrario, el próximo gobierno deberá arrancar desde muy abajo.

¿De dónde arrancaremos en 2020? El próximo gobierno no tendrá margen para gradualismos, ya que la situación macroeconómica será más complicada y difícil que a comienzos de 2016. Las reformas estructurales deberán ser puestas en práctica rápidamente y, en la medida de lo posible, lo más juntas posibles. ¿Por qué? Porque en un marco de menor pbi per cápita, inversión insuficiente, falta de creación de empleo, mayor desempleo, más inflación y pobreza, no sobrará espacio para que el mundo financie (preste) un lento y prolongado proceso de reformas estructurales.

Hay que considerar que Argentina ha recibido financiamiento por usd100.000 MM netos en 2016/2019, pero (como contrapartida) no ha hecho ninguna reforma estructural. A fines de 2019 la relación deuda/PBI ascendería a 69%, +17 p.p. superior a la de fines de 2015 (52%). Con este nivel de endeudamiento y en un mundo con menor liquidez, queda claro que el financiamiento para Argentina no será ni abundante, ni barato a partir de 2020. Otra nueva pesada herencia que se acumula sobre las anteriores pesadas herencias.

¿Cuáles son las reformas estructurales que hay que hacer? La discusión de fondo en Argentina tiene que ser cuánto y dónde achicar el Estado para desahogar al sector privado, permitiéndole hacer negocios y ganar dinero; punto de partida esencial para que haya inversión, acumulación de capital, productividad, creación de empleo y crecimiento económico “en serio”.

Cómo primer paso, el próximo gobierno deberá encarar reformas estructurales que le permitan alcanzar en forma inmediata un superávit primario de 2% del PBI en su primer año de mandato (2020). Un superávit primario de 2% del PBI es imprescindible para que la deuda pública del SPN sea intertemporalmente solvente y tener financiamiento voluntario internacional más barato. En otras palabras, se necesita un 2% de superávit primario para dejar de depender del FMI.  

Por el contrario, si se prosigue con el actual esquema gradual, que baja el déficit primario -1p.p. por año, es probable (no seguro) que no se pueda volver a los mercados voluntarios de deuda y se siga dependiendo del FMI. Sin acceso a los mercados y aun asumiendo refinanciamiento de Letes, se necesitaría otro paquete adicional del FMI para cerrar el Programa Financiero 2020/2023. 

No obstante, hay que tener en claro que alcanzar un superávit primario de +2,0% del pbi es sólo el primer paso de una larga caminata de reformas estructurales. El gran desafío del próximo gobierno será aplicar reformas estructurales que bajen fuerte y rápidamente el déficit fiscal financiero, eliminando impuestos y bajando la presión tributaria, lo cual implica bajar más el gasto público. No se necesitan pequeños ajustes, sino grandes correcciones.

El próximo gobierno deberá hacer reformas estructurales que conlleven a una importante reducción de las regulaciones (hay 69.000), ajuste del gasto, baja de la presión impositiva y eliminación de impuestos (hay 97), haciendo converger todo hacia los estándares de la región en un plan preestablecido y plurianual que debería durar sus cuatro años de mandato.

Argentina tiene un gasto público +14 p.p. más elevado que el promedio de la región, y una presión tributaria +10p.p. mayor al promedio de los países vecinos. Nuestro déficit fiscal triplica prácticamente al promedio de la región, lo cual conduce a costo de capital (tasa de interés) y e inflación récords; ambos letales para el ahorro, la inversión y el crecimiento. En este escenario, no debe sorprender que el ahorro y la inversión se ubiquen en torno al 14%/15% del producto, es decir, -8p.p. por debajo del promedio de la región; quedando claro porqué los países vecinos prosperan mientras nosotros nos empobrecemos. Hay un solo camino de salida: encarar grandes reformas estructurales.

Los ciudadanos tenemos un rol fundamental, porque podemos no sólo elegir apoyar, sino también exigir todas estas reformas. Nuestros hijos y nietos lo agradecerán. Por el contrario, podemos optar proseguir con un Estado que no podemos financiar, pero no será gratis, tenemos que tener en claro que esta elección nuestra implicará menos crecimiento y empleo, peores salarios y empobrecimiento. Nuestros hijos y nietos no nacidos pagarán la cuenta de nuestra elección.

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