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jueves, 30 de abril de 2015

Anticipando el Escenario Inflacionario a comienzos de 2016

No caben dudas que la próxima administración deberá tener en el primer renglón de su agenda un claro mandato: derrotar y bajar la inflación para generar las condiciones necesarias (no suficientes) para apuntalar la inversión y tener chances de retornar al sendero del crecimiento. 

No obstante, no se puede dejar sin remarcar que no será sencillo bajar la inflación, mucho menos “de un día para otro”. En este sentido, es oportuno advertir que bajar la inflación anual en torno al 3%5% anual (niveles de  la región) probablemente lleve algunos años. Al menos, la evidencia empírica regional muestra eso. Los países de la región, partiendo de niveles de inflación similares o más bajos que los que tiene Argentina hoy en día, tardaron varios períodos en estabilizar la inflación en niveles en torno al 2%/ 5% anual.


La economía argentina presenta actualmente un conjunto de características que hacen que la tarea de bajar la inflación no sea sencilla; y tampoco rápida. En primer lugar, la inflación de Argentina es muy elevada; de hecho sextuplica o septuplica el nivel promedio de la región. Segundo, el próximo gobierno recibirá la inflación acelerándose; y deberá tomar medidas que la aceleren (al menos en el corto plazo) aún más. Tercero, hay una fuerte dominancia fiscal  (exceso de gasto público financiado con emisión monetaria) que presiona sobre el BCRA e impide, al menos en la situación actual, que pueda encararse una política anti inflacionaria seria y responsable. Cuarto, el BCRA no sólo no es independiente, sino que tiene una carta orgánica que impide la institucionalización de la batalla contra la inflación, lo cual es la piedra fundamental de cualquier programa anti inflacionario en el siglo XXI. Quinto, en la economía argentina hay un fuerte desequilibrio monetario que está creciendo de la mano de la política expansiva de Vanoli. Este exceso de oferta de pesos debe ser absorbido para bajar la inflación. Cuanto mayor sea dicho desequilibrio, más complicado será la tarea de combatir la inflación. Sexto, el cepo cambiario. El combate de la inflación exige que la apertura del cepo sea ordenada y con el tipo de cambio de equilibrio más bajo posible, de manera que la corrección cambiaria y su traslación a precios sean moderadas. Séptimo, bajar la inflación exige como pre requisito la construcción de un índice de precios creíble y confiable, lo cual no se hace de la “noche para la mañana”. Octavo, el régimen anti inflacionario que se adopte, ya sea metas monetarias o metas de inflación, exige que el tipo de cambio deje de ser objetivo de política económica. Justamente lo contrario a lo que se hizo durante varias décadas. Ergo, exige que el BCRA sea transparente y eficiente en la comunicación de los objetivos de manera de propulsar una correcta formación de expectativas; y esto también lleva tiempo. Noveno, un régimen anti inflacionario exige abandonar la política de tasas de interés negativas que se aplicó durante todos estos últimos años, de manera de recrear los instrumentos y mecanismos de ahorro que apuntalen la demanda de dinero como reserva de valor.

En pocas palabras, diagramar, poner en práctica y conducir un programa anti inflacionario exitoso implica comenzar a transitar un sendero lleno de nuevos desafíos, cuyo éxito dependerá de la credibilidad de las nuevas autoridades y sus políticas. La credibilidad no se compra en un pago sino en cuotas, haciendo coincidir los anuncios con la ejecución posterior de las medidas. Dicho todo esto, queda bien en claro porque pensamos que lo más probable es que la inflación no baje de golpe, sino a lo largo del tiempo.  Veamos brevemente pero un poco más en detalle algunas de estas nueve características que contribuirían al escenario inflacionario más arriba descripto bajo el próximo mandato. 

Inflación elevada y probablemente acelerándose a comienzos de 2016: la inflación se ubica actualmente en torno al 29%/30% interanual, pero muy probablemente se desacelerará hasta 25%/27% durante los próximos meses como consecuencia del el dólar cuasi fijo y del torniquete monetario que Fábrega había aplicado el año pasado.  

Sin embargo, en  la segunda parte del año la inflación se acelerará porque la actual política monetaria expansiva de Vanoli comenzará a tener impacto sobre precios. En este sentido, hay que remarcar que la política monetaria actúa sobre precios con un retardo de entre 10 y 16 meses. Además, también es muy probable que en la segunda parte del año el dólar cuasi fijo (debido al contexto regional) se deslice más pronunciadamente, lo cual también contribuirá a la aceleración de los precios. En concreto, la próxima administración recibiría una inflación acelerándose hasta 32%/33% interanual es decir, 6 ó 7 puntos porcentuales superior a la de mediados de 2015; lo cual potencia la dificultad para bajarla. 

La Dominancia Fiscal y la política Anti inflacionaria: de acuerdo con nuestras estimaciones el déficit fiscal del sector público nacional ascenderá a 6.9% del PBI en 2015. Si le sumamos los vencimientos de deuda, sus necesidades financieras totales treparán hasta aproximadamente el 8.7% del producto este año. En este contexto sin acceso a los mercados de crédito, el BCRA volverá a actuar como prestamista de última instancia, convirtiéndose en el principal financiador del Estado ya que contribuye con el 70% de las fuentes. Sin refinanciamiento, el Central deberá “poner” usd9.500 MM de reservas y emitir $274.000 MM para asistir al Tesoro. En otras palabras, al tipo de cambio oficial promedio proyectado el BCRA aportará $360.091 MM de los $512.414 MM que necesita el sector público. Dejando de lado las reservas, el BCRA deberá emitir $274.000 MM para asistir al tesoro Nacional, lo cual implica un aumento del +84% con respecto al señoreaje de 2014 ($148.700 MM).

En otras palabras, este año el BCRA deberá emitir más de la mitad del stock de la base monetaria (hoy en $450.000 MM) existente tan sólo para financiar el exceso de gasto del Estado Nacional. Las cifras del primer trimestre confirman nuestras estimaciones. En el acumulado de los últimos 12 meses el señoreaje trepó hasta $178.000 MM, es decir el 40% de la base monetaria.



Pensando en la inflación al inicio del próximo gobierno, estos niveles de déficit, dominancia fiscal y señoreaje constituyen un palo en la rueda de la reducción de la inflación. Un programa anti inflacionario serio exige disminuir el déficit, la dominancia y el déficit fiscal, ya que ningún banco central puede encarar una lucha anti inflacionaria seria bajo este contexto. 

Y el déficit, la dominancia y el señoreaje no desaparecen de un día para otro, sino que habrá  una transición que deberá ser financiada en los mercados internacionales de deuda. Es decir, iniciar un programa anti inflacionario serio exigirá que la próxima administración acuerde con todos los hold outs, salga se termine el default y se obtenga financiamiento internacional para solventar la transición. Este accionar  también llevará algunos meses.
   
El Exceso de Pesos, el Cepo Cambiario y la Inflación: la política monetaria del BCRA vuelve a ser cada vez más expansiva; y el Cepo es el dique de contención que impide que la pérdida de reservas se potencie y el tipo de cambio oficial se devalúe. Pero el cepo también potencia la recesión, ya que “pisa” la inversión y la producción. Ergo, para volver a crecer hay que sacar el cepo y derrotar la inflación. 

El eslabón que une la apertura del cepo con la inflación es el tipo de cambio de equilibrio esperado con la apertura del cepo. Es decir, antes de abrir el cepo es la clave bajar las expectativas sobre el tipo de cambio de equilibrio, ya que se minimiza el salto del tipo de cambio y su potencial traslación a inflación. Para minimizar el salto de cambio y la inflación, previamente hay que suprimir el exceso de oferta monetaria absorbiendo los pesos “que están de más” con deuda del BCRA y tasa de interés mayor a la inflación de manera de apuntalar la demanda de dinero. 

Sintetizando, la relación existente entre exceso de pesos, cepo, tipo de cambio esperado de equilibrio e inflación ponen de manifiesto que lo más probable es que la inflación no baje de golpe, sino a lo largo del tiempo.  

martes, 7 de abril de 2015

Ellos devalúan y nosotros apreciamos (Nota publicada en Diario Perfil del Domingo 5 de Abril 2015)


http://www.perfil.com/columnistas/Ellos-devaluan-y--nosotros-apreciamos-20150405-0056.html



Brasil impacta negativamente con su estancamiento y su devaluación. Y esta situación se torna más grave en la medida que, con alta inflación doméstica, nuestro gobierno intensifique el uso del dólar cuasi fijo. En los últimos siete meses la devaluación real del real (30%) más que triplicó la apreciación real del peso (8,8%) contra el dólar, generando una apreciación real de 39% del tipo de cambio bilateral contra Brasil; una situación muy delicada.
La foto actual es menos grave que la de 1999/2001, pero la película puede ser más difícil que la de aquel entonces. En aquella oportunidad la apreciación se daba sólo como resultado de la devaluación de nuestro socio comercial. Por el contrario, ahora nuestra apreciación se alimenta no sólo por la devaluación real del real contra el dólar (como en 1999), sino también por la apreciación real de nuestro peso contra el dólar (lo contrario a 1999) debido a que la inflación promedio mensual (2%) más que duplica la devaluación promedio mensual nominal (0,7%) mes tras mes.
En este contexto, si el Gobierno alcanzara el que pareciera ser su objetivo y el dólar oficial terminara en $ 9,8 y la inflación fuese 30% anual a fin de año, el atraso cambiario se agravaría (con los actuales niveles de gasto público y presión tributaria) y las expectativas de devaluación aumentarían y así; la próxima administración recibiría un tipo de cambio bilateral similar al de 1999 / 2001.
Este fortalecimiento del peso argentino respecto del real brasilero afecta fuertemente la rentabilidad de los sectores que comercian con Brasil. Serán varios los sectores que se verán negativamente afectados. Entre estos sectores hay que mencionar no sólo los exportadores (industria y automotrices especialmente), sino también los que compiten con importaciones provenientes de Brasil y los que reciben ingresos del turismo brasileño.
El consenso de mercado es que Brasil crecerá poco durante los próximos años y no nos podrá rescatar de nuestros desatinos en materia de políticas económicas. No se le podrá pedir nada a Brasil. Mucho menos a la “magia” del tipo de cambio. Para volver a hacer negocios y volver a ganar plata en Argentina, va a haber que bajar el gasto y la presión tributaria en términos del PBI. También va a haber que derrotar la inflación con un BCRA con fuerte vocación antiinflacionaria. También se va a tener que volver a regular eficientemente todos los servicios públicos; pilar indiscutible de competitividad real. Todo esto es competitividad de verdad; y no efímera. Y así el tipo de cambio real subirá “de verdad”.

viernes, 27 de marzo de 2015

Kicillof y el multiplicador de pobreza

por Javier Milei

Desafortunadamente para los 42 millones de argentinos que habitamos este suelo, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, nos sigue castigando con sus frases poco felices. Esta vez fue el turno de la pobreza, donde el Jefe del Palacio de Hacienda afirmó que “cuantos pobres hay es una pregunta bastante complicada”, al tiempo que confesó no tener claro el número de pobres y que la medida le parecía bastante estigmatizante. A su vez, al ser consultado sobre la falta de cifras oficiales sobre pobreza, Kicillof negó que el Gobierno quisiera ocultar los índices y dijo que “hay un índice, que por los problemas de hacer homogénea la serie y hacerla nacional lleva más tiempo, y que cuando esté, se la va a publicar”; argumento muy similar al que diera tiempo atrás Jorge Capitanich. Por lo que parece, el empalme de las series tiene una tarea hercúlea adicional: ser coherente con el relato.
Por suerte, para los economistas y sobre todo para la humanidad, desde la edición de “la teoría general” de John Maynard Keynes en 1936, el análisis económico evolucionó muchísimo. Así, luego de que el Premio Nobel de Economía 2001 George Akerlof publicara el trabajo “The Market for Lemons” en 1970 (donde desarrolla el concepto de selección adversa –equilibrio de malos-) y que ello diera lugar al nacimiento del análisis económico bajo información asimétrica (entre otras cosas), hemos descubierto lo que hoy se conoce como “principio de revelación” (Hurwicz 1973, Spence 1974, Rothschild-Stiglitz 1976 y Myerson 1979 y 1982), el cual estaría arrojando mucha luz respecto a este culebrón estadístico.
El principio de revelación sostiene que si unos agentes tienen algo que ganar revelando un valor favorable de algún rasgo, otros se verán obligados a revelar sus valoraciones menos favorables. Esto es, mediante dicho principio, todos los agentes deben revelar sus cualidades, aún los menos favorecidos. La no revelación de su rasgo será interpretado como que no tiene nada bueno para mostrar, ya que de lo contrario no tendría sentido ocultarlo. Un caso que nos puede ayudar a ver cómo trabaja este principio es el de los sapos que buscan pareja.
Cuando un sapo y su rival luchan por la misma pareja, cada uno ha de tomar una importante decisión estratégica. ¿Debe pelear por ella o irse en busca de otra? Pelearse es arriesgarse a quedar malherido, pero continuar la búsqueda también implica un costo. En el mejor de los casos, lleva tiempo, y no hay garantía alguna de que la siguiente pareja posible no sea objeto de los afectos de otro sapo. En la elección de una de estas opciones desempeña un importante papel la valoración que haga cada uno de los sapos de la capacidad de lucha del otro. Si el rival es considerablemente más grande, la probabilidad de vencer será baja, por lo que la probabilidad de quedar malherido será alta, de este modo, lo más prudente sería continuar la búsqueda. En caso contrario, es posible que pelear sea una buena decisión.
Muchas de estas decisiones deben tomarse por la noche, cuando es difícil ver. Por ese motivo, los sapos recurren a algunas pistas invisibles. La más fiable es el tono del canto del rival. En general, cuanto mayor es un sapo, más grandes y gruesas sus cuerdas vocales y, por lo tanto, más grave es su canto. Si un sapo escucha un canto grave por la noche, puede deducir de manera razonable que procede de un sapo grande. A su vez, para que las señales que se transmiten a los adversarios sean creíbles deben ser costosas de fingir. Puesto en otros términos, si a los sapos pequeños no les costara nada imitar el canto grave que caracteriza a los sapos grandes, ésta dejaría de ser una característica de los sapos grandes. Sin embargo, no pueden imitarlos y junto con ello, los sapos grandes tienen una ventaja natural que hace del canto grave una señal fiable. De hecho, algunos experimentos han demostrado que al sapo común suele intimidarle más un canto grave que uno agudo.
Imaginemos que tenemos un índice que va de 0 a 10 que mide el tono del canto de un sapo y que el valor promedio es de 5. Así, en un primer momento, todos aquellos que tienen un nivel de graves que supera al 5 tendrán incentivos a revelar su canto ya que de lo contrario se inferiría que son sapos menores al promedio. Al mismo tiempo, dado que los grandes revelaron su tipo, para aquellos que han callado ahora existe un valor esperado de 2,5, por lo que aquellos que tienen un canto superior a dicho nivel terminarán cantando. Siguiendo este análisis, cada uno de los tipos de sapos terminará revelando de qué tipo de sapo se trata, donde el único que no lo hará, al menos de manera explícita, será el sapo de peor condición.
Este análisis describe perfectamente lo que ha sucedido con la publicación de las estadísticas de pobreza. El primero en mover fue el Observatorio de la Deuda Social de Argentina de la UCA con la publicación de su índice a partir del año 2010, cuando quedaba claro como el manejo de las estadísticas por parte de Guillermo Moreno subestimaba la cantidad de pobres. Así, para la casa de altos estudios, la pobreza de 2013 alcanzaba al 27,5% de la población. Paralelamente, el Instituto Pensamiento y Políticas Públicas (IP&PP) estimó a la pobreza en un 36%. Por lo tanto, cuando Axel Kicillof decide no publicar el dato, ello deja de manifiesto que el verdadero nivel de pobreza es superior al dato del IP&PP, ya que si fuera mejor lo revelaría.
Por último, y en línea con lo anterior, habría que recordarle al Ministro de Economía que días atrás el INDEC publicó la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la cual, en su capítulo sobre la distribución del ingreso para el IV Trimestre de 2014 muestra que si se toma el ingreso por ocupación principal, más del 40% de los individuos percibe una remuneración inferior a los $ 4.400 mensuales correspondientes al salario mínimo vital y móvil del período en cuestión. Al mismo tiempo, si se toma el nivel de ingreso medio por grupo familiar, poco más del 50% de las familias estaría en una situación de alta vulnerabilidad (ingresos familiares menores a $ 8.800 por mes). En definitiva, todo pareciera indicar que respecto a los indicadores de pobreza nos encontramos frente algo peor a lo que fue el IPC del ex Secretario de Comercio, que pese a lo mal que medía se publicaba. Naturalmente, la presente situación es de gravedad extrema, ya que la experiencia muestra que toda variable económica que no se mide empeora, lo cual nos pone frente a un atroz multiplicador de pobreza, aunque el mismo pone a resguardo al alicaído relato.

jueves, 26 de marzo de 2015

El Tipo de Cambio Bilateral con Brasil tiene más problemas hoy que 1999/2001

El impacto negativo de nuestras políticas sobre el crecimiento económico y el empleo se encuentra actualmente agravado porque Brasil ya no puede ayudarnos a amortiguar (disimular) los efectos nocivos de nuestras malas decisiones en materia de políticas fiscales, monetarias y de ingresos.   


Brasil es el principal socio comercial de Argentina. Aproximadamente, el 20% de las exportaciones argentinas se dirige hacia el mercado brasilero. Dentro de las exportaciones, el sector industrial (sobretodo el automotriz) es quien más depende del mercado del socio mayor del Mercosur. En este contexto, si a Brasil le va bien, a nuestra economía también le va bien; y al sector industrial le va mejor. Cuando Brasil no crece, las exportaciones industriales argentinas en general y automotrices en particular comienzan a caer.



Como dijimos más arriba, nuestro proceso estanflacionario, que cumplirá cuatro años (2012/2015)  a fin de año, queda fuertemente en evidencia porque en la actualidad Brasil no sólo no puede amortiguar, sino que suma al impacto negativo de nuestras pésimas políticas económicas. Es decir, Brasil está potenciando el efecto negativo de nuestras malas políticas; y dicha potenciación es doble.

Brasil impacta negativamente no sólo con su estancamiento, sino que ahora hay que sumarle los potenciales efectos negativos de la devaluación del real sobre nuestra macroeconomía. Y esta situación se torna más grave en la medida, que con alta inflación doméstica, nuestro gobierno intensifique el uso del dólar cuasi fijo para preservar la actual estabilidad financiera hasta fin de 2015. 

En los últimos siete meses la devaluación promedio mensual (+0.75) nominal del tipo de cambio oficial fue menos de la mitad de la inflación minorista promedio mensual (+2.0%) del IPC Congreso, apreciándose el tipo de cambio real del peso contra el dólar un 8.8% en el período. Paralelamente, la devaluación nominal del real Brasilero multiplicó por más de 8 veces su inflación, permitiendo que el tipo de cambio real contra el dólar se depreciará un 30%. En pocas palabras, en los últimos siete meses la devaluación real del Real brasilero más que triplicó la apreciación del peso argentino contra el dólar, generando una apreciación de 39% de nuestro tipo de cambio bilateral contra Brasil.    

La actual situación del tipo de cambio bilateral de Argentina con Brasil es más delicada que la de 1999/2001 cuando nuestro país estaba en Convertibilidad y nuestro socio abandonó el plan Real dejando flotar su moneda, ya en aquella oportunidad la apreciación se daba exclusivamente como resultado de la devaluación de nuestro socio comercial. Es más, nuestro tipo de cambio real contra el dólar se depreciaba marginalmente, ya que experimentábamos deflación con un tipo de cambio nominal fijo contra la divisa norteamericana, lo cual ayudaba a amortiguar (exiguamente) los efectos de la devaluación en Brasil.  


Por el contrario, la situación actual es mucho más complicada, porque nuestra apreciación está no sólo alimentada por la devaluación real del real contra el dólar como en 1999, sino que está potenciada por la apreciación real de nuestro Peso contra el dólar (lo contrario a 1999), que avanza sostenidamente porque la inflación mensual (20%) más que duplica la devaluación nominal (0.7%) mes tras mes; y para peor así el gobierno argentino pretende seguir así que hasta diciembre 2015.  



Resumiendo, la situación del tipo de cambio bilateral con Brasil es hoy es peor que en 1999 / 2001, porque Brasil devalúa fuertemente y tenemos tipo de cambio fijo como en aquella oportunidad, pero nuestra economía enfrenta una fuerte inflación en lugar de deflación, por lo que la apreciación del tipo de cambio bilateral tiende a ser mayor que en aquella oportunidad. 


Entonces hay que tener bien en claro, que el actual problema de tipo de cambio bilateral con Brasil lo único que está haciendo es poner en evidencia una inconsistencia más de nuestras políticas: mantener un tipo de cambio fijó con altísima inflación y con gasto público y presión tributaria record en la historia. En otras palabras, en Argentina es imposible hacer negocios y ganar plata. Ya ni con nuestro principal socio comercial es posible! Ergo, no es posible con nadie.






El plan del gobierno argentino es seguir manteniendo el dólar cuasi fijo hasta fin de mandato. De conseguir el objetivo, la devaluación del peso frente al dólar oficial ascendería en torno a un 15% anual, mientras que la inflación se ubicaría alrededor del 30% anual (en el mejor de los casos). En este contexto, el tipo de cambio real contra el dólar cerraría el año en torno a un 12% más bajo que a fines de la Convertibilidad, lo cual complicaría aún más el actual escenario en materia de tipo de cambio bilateral contra Brasil.   





De hecho, si en 2015 el dólar oficial terminara en $9.8/$10 y la inflación fuese 30% anual, lo más probable sería que la próxima administración recibiera un tipo de cambio bilateral con Brasil similar al de 1999 / 2001 cuando hubo un proceso de deflación en la economía doméstica que operó para amortiguar los efectos negativos de una devaluación en Brasil con un sistema de tipo de cambio fijo en nuestra economía doméstica. 

En síntesis, al ya preocupante impacto negativo del estancamiento de la economía brasilera sobre el nivel de actividad de Argentina, ahora se le suma la fuerte apreciación del tipo de cambio bilateral contra Brasil, cuya velocidad se acelera como resultado de que Brasil devalúa y Argentina aprecia contra el dólar en términos reales. Sin lugar a duda, esta dinámica resulta por cierto muy preocupante ya que por un lado, afecta severamente la estrategia del Gobierno de mantener las cosas como están en materia cambiaria. Por cuanto agrava el 'atraso' cambiario y, por ende, eleva las expectativas de devaluación del peso constituyendo una amenaza para la actual estabilidad financiera que el gobierno procura mantener hasta fin de 2015. Por el otro, el fortalecimiento del Peso argentino respecto del Real brasilero afecta fuertemente la rentabilidad de los sectores que comercian con Brasil. Serán varios los sectores que se verán negativamente afectados. Entre estos sectores hay que mencionar no sólo los exportadores (industria y automotrices especialmente), sino también los que compiten con importaciones provenientes de Brasil y los que reciben ingresos del turismo brasileño.

El consenso de mercado es que Brasil crecerá poco durante los próximos años.  Hay varios factores que confluyen en la actualidad que serán determinantes para que Brasil crezca poco durante 2015 y los próximos años. En primer lugar, en 2015 y 2016 el nivel de actividad de Brasil se vería influenciado por las crisis en la petrolera estatal Petrobras y la actual escasez de agua y electricidad. A este panorama no benévolo se le suma los recientes reclamos de la ciudanía en las calles, contra el elevado nivel de corrupción y el pobre desempeño económico del país en los últimos años. Más estructuralmente, hay que tener en claro que Brasil tiene una tasa de ahorro doméstico (15% del PBI) muy baja por lo cual, sin fuerte IED, está condenado a tener bajos niveles de inversión (17% del PBI) y por ende una baja tasa de crecimiento del PBI potencial (+2.8%). Justamente, se espera un frente externo menos favorable que le pondrá un techo “bajo” (para las necesidades de Brasil) a la IED. De ahí, que se anticipa que Brasil crecerá a un ritmo bajo y no nos podrá  rescatar de nuestros desatinos en materia de políticas económicas domésticas. Es bueno tenerlo bien en claro

Hay que tenerlo en claro para tener presente que para volver a hacer negocios y volver a ganar plata en Argentina, va a haber que bajar el gasto y la presión tributaria en términos del PBI. También va a haber que derrotar la inflación y para ello se va a tener que crear un BCRA con fuerte vocación anti inflacionaria. También se va a tener que volver a regular eficientemente todos los servicios públicos; pilar indiscutible de competitividad real. Todo esto es competitividad de verdad; y no efímera. No se le podrá pedir nada a Brasil. Mucho menos a la “magia” del tipo de cambio. Nuevamente volverá a depender de nosotros. Una chance más. No la desaprovechemos como siempre.   

sábado, 21 de marzo de 2015

Salir del Cepo con Plan Económico Integral (publicada en Perfil el 21/03/2015).

http://www.perfil.com/contenidos/2015/03/21/noticia_0030.html

El actual gobierno no levanta el cepo porque los problemas que llevaron a establecerlo no sólo continúan vigentes, sino que se agravan día a día. En el primer bimestre de 2014 la política monetaria se ha relajado y la base monetaria pasó de crecer al 19% (cuando se fue Fábrega) al 30% (ahora con Vanoli) interanual.

Actualmente, el dólar real (ajustado por inflación) enfrenta una situación de equilibrios múltiples debido a la falta de confianza y credibilidad. ¿Qué quiere decir? Que si se abriera el cepo (si el BCRA no quisiera perder reservas y dejara flotar el tipo de cambio), el tipo de cambio nominal sobrerreaccionaría y se sobredepreciaría por sobre su equilibrio, generando una aceleración inflacionaria que “más que se comería” la previa depreciación; exactamente igual que en enero de 2014. Por el contrario, si bajo las actuales condiciones el BCRA abriera el cepo y buscara impedir que el dólar nominal se encareciera mucho, la autoridad monetaria perdería la mayor parte de sus reservas que actualmente ascienden a us$ 16 mil millones sin maquillaje y depósitos privados en dólares. En este escenario, la devaluación final y el espiral inflacionario terminarían siendo aún más fuertes que en la anterior alternativa. Claramente, cualquiera de estas dos posibilidades constituiría una salida desordenada del cepo que generaría mayor estanflación que la actual.

La próxima administración deberá salir del cepo, porque se necesita credibilidad en las políticas macro. Debe haber una salida ordenada del cepo, lo cual implica que haya un plan integral detrás.

Del cepo no se puede salir de un día para otro, porque hay que generar las condiciones para poder eliminarlo. Dado que el cepo esconde un exceso de pesos y teniendo en cuenta que el BCRA no puede hacer crecer la demanda de dinero en el corto plazo, el sobrante de pesos deberá ser corregido por medio de la absorción monetaria (bonos del Central) en 2016.

Actualmente no se sabe qué exceso de pesos presentará la economía en diciembre próximo. Lo que sí está claro es que (dada la relajación monetaria ya existente y el aumento del déficit esperado) muy probablemente sea mayor al actual (4% del PBI). Sin saber cuántos pesos “de más” habrá que sacar, no se sabe la magnitud de la política a aplicar, ergo, no se puede conocer con precisión cuánto tiempo demandará efectivizar el retiro del cepo.

Muy importante: el retiro del cepo también exige que el nuevo gobierno anuncie y aplique un plan de reducción del gasto que elimine la dominancia fiscal. Hay que ajustar el gasto para evitar que “salgan” pesos por una ventana y “entren” por otra. Concretamente, la eliminación de los pesos sobrantes y la reducción del gasto público en términos del PBI son dos prerrequisitos fundamentales para que la próxima administración pueda quitar el cepo. Esa reducción del gasto debe ser acompañada con una baja de la presión tributaria que incentive la inversión, la generación de puestos de trabajo y el crecimiento en el sector privado de la economía.

También harían falta un tercer y un cuarto requisitos, que serían institucionalizar (con nueva carta orgánica) un BCRA con fuerte sesgo antiinflacionario y promover un nuevo marco regulatorio para los servicios públicos que promovería ingresos de dólares al sector energético. Esto último lleva más tiempo, pero su anuncio, acompañado de la efectivización de las otras medidas (de más acelerada aplicación), potenciaría un círculo virtuoso de credibilidad.

La credibilidad no se logra de un día para otro porque se construye haciendo coincidir las palabras con las acciones, por lo que se la construye sólo gobernando; y lleva tiempo. Pero dicha credibilidad será fundamental para apuntalar (que no caiga al abrir el cepo) la demanda de dinero y contribuir a que el mercado monetario se limpie más fácil y rápidamente. Con la credibilidad construida, el BCRA podrá remover el cepo y el dólar flotar libremente hasta su nuevo valor de equilibrio sin que se pierdan reservas ni se genere un fuerte proceso inflacionario. Este plan integral gozaría del beneficio de tener un termómetro de que las “cosas” se están haciendo bien: el tipo de cambio nominal debería comenzar a apreciarse a medida que el círculo virtuoso comenzara a rodar.

jueves, 26 de febrero de 2015

Kicillof, casi el peor de todos (publicado en Infobae el 26/02/2015)

por Javier Milei


Recientemente, Axel Kicillof, en su intento por no ser menos que Marcó del Pont (quién fue considerada como la peor Presidente de un Banco Central) y para desgracia de algo más de 40 millones de personas, quedó en el penúltimo lugar en un ranking regional de Ministros de Finanzas que pondera la política macroeconómica, el desarrollo, el fortalecimiento institucional, atributos personales, nivel de inflación (aún con la del INDEC del 23,9%), deuda y ahorro como porcentaje del PBI y la calificación crediticia del país. El Ministro sólo superó a Rodolfo Marco de Venezuela,quien ha logrado el “milagro” de que un país con una riqueza petrolera de aproximadamente USD 1 millón por habitante padezca una brutal escasez. Desafortunadamente, la contracara de la nota de Kicillof en el ranking es haber posicionado al país en un sendero de profunda decadencia que en poco menos de 50 años nos convertiría en un país pobre.
Hoy, luego de 11 años de populismo-keynesiano-estructuralista, la macroeconomía del país se encuentra en una profunda situación de desequilibrio. El déficit fiscal, la tasa de inflación, el tamaño de la brecha cambiaria, el deterioro de las cuentas externas, el nivel de reservas netas y la creciente conflictividad social muestran un cuadro sumamente delicado. Sin embargo, pese a lo doloroso que podría ser entrar en una nueva crisis, ésta sería un daño mínimo comparada con las repercusiones en materia de crecimiento.
En función de lo anteriormente señalado, resulta necesario hacer una evaluación de lo que ha ocurrido durante el régimen kirchnerista de modo tal que resulte posible medir la magnitud del daño. El punto de inicio es el producto por habitante medido en dólares corrientes, el cual hoy se ubica en torno a los USD 13.000. Si uno considera que durante el año 1998 Argentina había recobrado su nivel de tendencia, el primer punto de comparación debería ubicarse en dicho año. Así, tomando el PIB per-cápita en dólares de 1998 y ajustándolo por la inflación americana, el mismo se halla en USD 14.537. Esto es, el producto por habitante, aún medido al tipo de cambio oficial se ubica un 10% por debajo del alcanzado en 1998. Por otra parte, si se compara utilizando el tipo de cambio paralelo, y asumiendo una brecha del 50%, el ingreso caería a niveles de USD 8.800, por lo que la pérdida de bienestar sería del orden del 34%. Es decir, aún sin crisis, el resultado es escandalosamente malo.
Sin embargo, el cálculo basado en el producto per-cápita de 1998 es extremadamente generoso ya que no captura la presencia de un crecimiento tendencial de largo plazo. En este sentido, si uno revisa la historia argentina, la tasa de crecimiento tendencial se ubica en torno al 3,5%. Si a ello se le resta un crecimiento poblacional del 1,1%, el PIB por habitante debería ubicarse en los USD 21.651. Esto es, nuestro ingreso, medido al tipo de cambio oficial debería ser un 64% mayor, mientras que medido al tipo de cambio paralelo, lo que se ha perdido en términos de bienestar asciende a un 150%. De más está decir que una pérdida de tal magnitud es digna de ser definida como una catástrofe.
Si bien el resultado precedente es muy malo, aún sigue siendo una comparación por demás generosa. Concretamente, el cálculo omite que durante la gestión kirchnerista se disfrutó del mejor contexto internacional de la historia del país y el hecho de que existe convergencia, de modo tal que el país podría haber acelerado su tasa de crecimiento en 3,3 puntos porcentuales (basado en estimaciones de Robert Barro, y utilizando la mejora de los términos de intercambio podrían explicar por lo menos 2 p.p.). Bajo esta situación, el ingreso por habitante treparía a USD 30.884 cuya diferencia con la estimación oficial es del orden del 130% y estimado con el paralelo se llega a un obsceno 260%.
Por último, si la estimación la hacemos sobre los datos observados (esto es, sin computar las tendencias) teniendo en cuenta la caída del PIB per-cápita posterior a la Convertibilidad e  imputando una recuperación cíclica de 2,8pp por año, el indicador treparía hasta USD 23.259. A su vez, si el tipo de cambio se corrigiera al nivel de PPP, el producto per-cápita se ubicaría en torno a los USD 31.000. A su vez, esta estimación del producto también permite observar el daño causado por el cepo cambiario (esto viene dado por la diferencia que muestra la línea roja con la verde), el cual ha privado a los argentinos de tener un ingreso 75% mayor al tipo de cambio oficial y 170% al tipo de cambio paralelo.
Por lo tanto, ante semejante perjuicio uno debería preguntarse ¿cómo hemos llegado a esto? En este sentido, tal como señala William Easterly, “los malos gobiernos, al igual que la mala suerte, pueden acabar con el crecimiento”. La evidencia empírica muestra que en aquellos países en los que la inflación es elevada, la tasa de crecimiento del PIB per-cápita es 3% inferior a aquellos en los que la inflación es baja. Del mismo modo, una brecha cambiaria superior al 20% y una sobrevaluación del tipo de cambio real por encima del 68% implican una caída del orden de 2 y de 1,5 puntos porcentuales respectivamente. Por último, ratios de M2 (monetización), resultado fiscal y comercio respecto del PIB menores al 100%, 0,12% y 120%, respectivamente, implican un diferencial de crecimiento de 1%, 1,5% y 1%.
Naturalmente, cuando una analiza la gestión kirchnerista es posible observar como la tasa de inflación trepó desde niveles del 3,8% al 40%, la brecha cambiaria se encuentra en torno al 50%, el resultado fiscal ha tenido un deterioro de 6% del PIB pese a la presión tributaria más alta de la historia, los agregados monetarios están estancados y la economía cada día se cierra más al mundo, todo ello no deja lugar a dudas sobre los motivos para tan rotundo fracaso. Al mismo tiempo, desde la llegada de Kicillof al Ministerio de Economía (primero como vice-ministro y luego como jefe máximo) sus errores de política económica nos han privado de tener un producto por habitante por lo menos un 170% mayor, lo cual hace lucir su calificación en el ranking como sumamente generosa. En definitiva, no sólo que no hemos podido alcanzar la tendencia de largo plazo, sino que hemos desaprovechado una oportunidad histórica como para acelerar la convergencia y así poder ingresar al pelotón de los países de altos ingresos. Sin embargo, el daño no termina ahí, ya que si seguimos reintentando con el populismo-keynesiano-estructuralista nos aguardará un futuro de acuciante pobreza.