VARIOS ERRORES PARECIDOS A LOS 90s: HASTA LA Re-Re.
Los gobiernos establecen los objetivos de política económica. Estos objetivos pueden apuntar a una o más de las siguientes variables: tasa de crecimiento del PBI; tasa de desempleo en el mercado de trabajo, inflación; tipo de cambio y tasa de interés (estabilidad financiera); entre otras. En general, se busca corregir las fluctuaciones económicas y alcanzar un crecimiento económico sostenido y estable para lograr el pleno empleo. También hay casos en los cuales se procura corregir desequilibrios de corto plazo como inflación, déficit fiscal y de cuenta corriente; que si se perpetúan hacen imposible el crecimiento sostenido de largo plazo. La política económica es el vehículo utilizado para corregir los desequilibrios de corto plazo y alcanzar los objetivos de largo plazo. Una política económica es toda actuación de un gobierno tendiente a dirigir o influir en la trayectoria temporal de las variables económicas escogidas.
Los gobiernos deben estar siempre atentos a los cambios tanto en la coyuntura macroeconómica doméstica como internacional para evaluar si los objetivos y sus políticas económicas deben ser mantenidos o por el contrario, modificados. De hecho, cambios en la coyuntura macroeconómica pueden hacer que una política óptima en un determinado momento (más tarde) deje de serlo. En este escenario, si la política original fuera mantenida (profundizada), muy probablemente la tasa de crecimiento y el pleno empleo de largo plazo comenzarían a estar amenazados.
En este punto aparecen muchas similitudes entre finales de los 90s y comienzos de los 2000s con la actualidad. No se aprende de los errores pasados y se incurre en la misma equivocación fundamental que en los últimos años de la Convertibilidad: se profundiza la política económica “original” cuando el sistema económico demuestra que hay que cambiarla.
En 1991 se hizo una lectura eficiente del entorno macroeconómico y se diagnosticó adecuadamente que la inflación era el principal problema económico de Argentina. En ese marco, la Convertibilidad fue la política económica adecuada para solucionar la crisis de híper inflación. En 2002 / 2003 también se hizo una adecuada lectura del entorno macroeconómico; y se aplicó un política monetaria expansiva y de incentivación de la demanda agregada que solucionó la crisis de híper de desempleo.
Sin embargo, los sistemas económicos no son estáticos, sino dinámicos. La economía cambia y brinda señales que “piden” alteraciones de política económica. A finales de los 90s y comienzos de los 2000 el sistema económico vía deflación y caída del nivel de actividad mostraba que había que salir de la Convertibilidad. Sin embargo, el gobierno de turno no le prestó atención a las señales e ignoró la variable clave: la tasa desempleo. Es más, tampoco hizo una lectura correcta de la coyuntura internacional, desconociendo la mega apreciación global del “súper dólar de Clinton” y su impacto negativo en nuestra cuenta corriente, nivel de actividad y creación de puestos de trabajo.
En la actualidad sucede algo muy parecido a los últimos años de Convertibilidad. Hace cinco años que el sistema de precios (con alta inflación) y más recientemente la tasa de crecimiento (con enfriamiento sostenido por 18 meses) muestran que las políticas monetarias y fiscales expansivas de incentivación de la demanda agregada deberían ser dejadas de lado. Sin embargo, el gobierno actual hace lo mismo que sus predecesores porque ignora la variable clave: la inflación. Al mismo tiempo y al igual que hace más de diez años atrás, tampoco se hace una lectura correcta del escenario internacional. Se toman medidas que “cierran” la economía, ignorando que el mundo (demanda de soja y Brasil) sigue “jugando a favor” y es un motor fundamental para nuestro crecimiento.
¿Qué se debería haber hecho y que se hizo hacia finales de los 90s y comienzos de los 2000s? La política económica debería haber sido cambiada por completo. Hacia 1997 /1998 con tasas de crecimiento buenas y sin expectativas (memoria) inflacionarias, se debería haber relajado (abandonado) la Convertibilidad para recuperar paulatinamente el ejercicio de la política monetaria. Se debería haber aplicado pequeñas devaluaciones del tipo de cambio junto a políticas fiscales y monetarias prudentes. Sin embargo, no se hizo lo que se tenía que hacer. El gobierno actuó sobre las consecuencias y no las causas, potenciando el problema macroeconómico. Se profundizó la política económica, manteniendo la Convertibilidad y se hizo política fiscal expansiva financiando el aumento del gasto con deuda, que obligaba a la expansión monetaria. Este combo de política económica fortaleció el atraso cambiario (principal problema), generó expectativas de devaluación y afectó negativamente la balanza comercial, el nivel de actividad y la tasa de empleo. Finalmente, se condujo a lo que se quería evitar: fuerte inflación (40%) con mega caída (-10.9%) del nivel de actividad en 2002.
¿Qué se debería haber hecho y que se hizo estos últimos años? La política económica debería haber sido cambiada por completo. La inflación se duplicó entre 2003 y 2005, pasando sucesivamente de 3.7% (2003) a 6.1% (2004) y 12.3% (2005). Ante esa aceleración inflacionaria y aprovechando que en ese entonces (no como ahora) las expectativas iban todavía por detrás del aumento de precios y la memoria inflacionaria no estaba tan arraigada como en el presente, en 2006/2007 el gobierno debería haber abandonado la política de incentivación de la demanda (consumo) y virado hacia la estimulación de la oferta agregada (inversión). Sin embargo, y al igual que en los últimos tiempo de la Convertibilidad, el gobierno no atacó las causas del problema sino sus consecuencias. Se fijaron precios, se establecieron cupos a las exportaciones, se intervino el INDEC y se negó la inflación. Nuevamente no se cambió la política, sino que se la profundizó. Se potenciaron la política fiscal y monetaria expansiva. Paralelamente, los controles se extendieron al mercado cambiario, al pago de dividendos y utilidades y a las (trabas) importaciones. El aumento del gasto se financia con emisión monetaria, reservas e impuesto inflacionario. El balance del BCRA se deteriora y la deuda pública sube. Este combo de política económica fortalece el atraso cambiario (principal problema), genera expectativas de devaluación y afecta negativamente la balanza comercial, el nivel de actividad y la tasa de empleo.
Estas inconsistencias de política económica (gasto y dinero creciendo por encima del PBI nominal en un marco de aumento de precios superior al 25% y tipo de cambio cuasi fijo) y los problemas estructurales (distorsión de precios relativos, subsidios, retracción de IED, escasez energética) llevan a que el sistema económico ajuste vía menor nivel de actividad. Las tasas chinas son un “asunto” del pasado. Aún con un mundo jugando a favor, con una soja a USD600 y Brasil recuperándose, las tasas de crecimiento convergen al 3.5% y no se genera empleo. Justamente, la falta de generación de nuevos puestos de trabajo pone en evidencia que el modelo perdió su principal activo y que la profundización de las actuales políticas no es la solución.
Hay que cambiar la política económica para generar puestos de trabajo. Ante todo, se debería atacar la inflación para llevarla a niveles de un dígito. En un marco de políticas fiscales y monetarias más prudentes se debería incentivar la inversión privada y sincerar el mercado cambiario. Con una menor expansión del gasto y de la cantidad de dinero, el BCRA tiene instrumentos y margen de acción para que las expectativas de inflación y de depreciación disminuyan y el mercado cambiario paralelo se extinga de apoco.
Las experiencias pasadas muestran que no haber hecho lo que se tenía que hacer siempre nos terminó enfrentando indefectiblemente con los problemas que se que procuró evitar; aunque potenciados. Todavía hay tiempo. Siempre se puede aprender. Hay que cambiar, no “profundizar el modelo”. Se podría empezar por no reformar la constitución y no buscar la re- re elección.
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