Desde que subió CFK en 2008, los resultados macroeconómicos de Argentina
fueron los peores de la región (a excepción de Venezuela). Argentina tuvo la
tasa promedio de crecimiento más baja en la región, su tasa de desempleo fue la
que menos bajó y es la única economía que presenta inflación elevada con
tendencia alcista. Los números que avalan esta afirmación son contundentes.
Puntualmente, en 2008/2014 la tasa de crecimiento promedio de
Argentina (2.4%) sólo superó a la de Venezuela
(1.2%) y fue menos de la mitad de las que se registraron en Perú (5.8%),
Bolivia (5.3%), Paraguay (5.16%) y Uruguay (5.2%). Al mismo tiempo, fue casi la
mitad que Colombia (4.2%) y Chile (3.6%) tuvieron. También más baja que la de
Brasil (2.7%).
En este contexto, no debería sorprender que el bajo crecimiento de Argentina mantenga un pobre correlato en materia de generación de puestos de trabajo, ya que un ritmo de crecimiento promedio de 2.4% (2008 /2014) no alcanza para que el sector privado cree los puestos de trabajo necesarios para absorber la masa de nuevos trabajadores que buscan incorporarse al mercado laboral.
De hecho, desde 2008 a la fecha Argentina fue el único país de la región que no bajó la tasa de desempleo (excluyendo a Venezuela). Por el contrario, la desocupación se incrementó de 7.9% (2008) a 8.8% (2014). Es más, nos ubicamos como el segundo país con más desocupación de Sudamérica, superando a Venezuela.
¿Por qué Argentina tiene el peor desempeño en materia de crecimiento y
empleo en la región (a excepción de Venezuela)? Argentina crece menos y genera menos empleos que los otros países de la
región porque, en mayor o menor medida, puso en práctica políticas
macroeconómicas que no se aplican en ninguno de los otros países.
Las
inconsistencias entre las políticas fiscales, monetarias y cambiarias
argentinas jugaron un rol fundamental en explicar los malos resultados de las
variables (económicas) de nuestro país y de su consecuente repercusión en las
condiciones de vida de la gente.
Argentina aplicó
una estrategia de estimular la demanda agregada a través de un crecimiento
exponencial del gasto público y del déficit fiscal, que se financió siempre con
emisión monetaria creciente y una política de tasas negativas del BCRA en un
marco de tipo de cambio nominal cuasi fijo que era utilizado como pseudo ancla
anti inflacionaria.
El gasto y las
tasas negativas procuraban impulsar la demanda agregada buscando que las
empresas reaccionen (a esa mayor demanda) incrementando sus decisiones de gasto
en capital (inversión), demandasen más empleo y terminasen por incrementar la
oferta agregada. Nada de esto sucedió. Las firmas no convalidaron ese
comportamiento y el canal de transmisión del aumento del gasto público y tasas
negativas sólo se materializó en un avance de la inflación que terminó
atentando contra la inversión y alentando las expectativas de devaluación,
generando un círculo negativo de menos consumo, caída de la inversión, menor
oferta agregada, mayor presión sobre activos dolarizados, más altas
expectativas de devaluación y consecuentemente mayores expectativas de
inflación y aceleración en el ritmo de aumentos de precios. No es casualidad que Argentina -junto con
Venezuela- haya sido el país de mayor inflación de la región (ver gráfico
anterior). Mientras que el resto de los países concentraron sus esfuerzos de
política en mantener una inflación por debajo del 5-6% anual. Es más, en 2014 específicamente, Argentina fue el
país de Sudamérica con la recesión más fuerte (-3.2% de caída del PBI) y el
segundo con mayor inflación (40% a/a).
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