La inflación interanual bajó
algo más de 10 puntos porcentuales: 38,9% (abril’14) a 27,3% (abril’15). En
términos mensuales cayó de +2,6% (abril’14) a +1.8 (abril’15) 2015). Sin lugar
a duda, la desaceleración de la inflación es positiva pero tampoco para
festejar, porque no se visualiza una sólida, constante y genuina trayectoria
descendente a niveles anuales de 20%; 15%; 10 y 5% anual en el mediano plazo. Por
el contrario, hay probabilidad que la inflación
vuelva acelerarse más adelante. En
este sentido, hay tres variables (política cambiaria oficial, expectativas de
inflación y política monetaria del BCRA) cuya interacción podría acelerar
(algo) la inflación hacia fines de 2014 y comienzos de 2015.
La política cambiaria oficial: el dólar cuasi fijo baja la inflación
presente a expensas de probablemente incentivarla más adelante. Es decir, devaluar el tipo de cambio oficial mucho
menos que la inflación probablemente terminaría alimentando las expectativas de
devaluación y por ende la aceleración inflacionaria futura. En este sentido,
sólo hay que mencionar que hacia fin de año el tipo de cambio real contra el
dólar estadounidense se ubicaría (con dólar a $9.8) alrededor de un -6.0% por
debajo del nivel de salida de Convertibilidad. El tipo de cambio real contra
Brasil se encontraría -41% por debajo de cuando se devaluó en enero 2014.
Las expectativas de inflación: tanto la teoría económica
como la evidencia empírica muestran que la inflación bajará sostenidamente si y
sólo si la gente cree que vaya a bajar.
Por el contrario, si la gente espera que la inflación no baje, efectivamente no
termina bajando. Y esto último es lo que sucede en la economía argentina. De
acuerdo con el índice de expectativas de inflación que elabora la UTDT, el
público espera que la inflación se ubique en torno al 30% anual durante los
próximos 12 meses, por lo cual es poco probable que pueda consolidarse una baja
sostenible por debajo de ese nivel.
Es más, las expectativas de
inflación en Argentina, como Robert Lucas nos ha enseñado, son actualmente
racionales; y tienen en cuenta el frente fiscal, monetario y cambiario. Las
expectativas de inflación tenderían a la baja si y sólo si el déficit fiscal
disminuyera, la dominancia fiscal retrocediera
y la emisión monetarias se suavizará. Y justamente, sucede todo lo
contrario. Esperamos que el déficit fiscal aumente de 4.8% (2014) a 6.9% (2015)
del PBI. Como contrapartida, esperamos un aumento del +84% del señoreaje, subiendo
de +$148.700 MM (2014) a +$274.000 MM (2015).
La política monetaria del BCRA: el profesor Friedman nos ha
enseñado que la política monetaria actúa con retardos de entre 12 y 24 meses; o
más. La evidencia
empírica lo avala. Según
nuestras estimaciones econométricas significativas (R2 de 0.73), las
variaciones de la tasa de crecimiento de la base monetaria (del tipo de cambio)
impactan con un retardo de entre 12 y 18 meses (de inmediato) sobre la
inflación. En este contexto, la presente desaceleración de la inflación
no se debe a lo que está haciendo el BCRA hoy, sino a lo que hizo hace un año
atrás. Y por el contrario, la
política monetaria de Vanoli empezará a impactar sobre la inflación hacia fin
de año y comienzos de 2016.
La apuesta del BCRA de Vanoli es
clara: expandir la base monetaria lo máximo posible, minimizando la colocación
de LEBACs para que haya cada vez más pesos, baje la tasa, aumente el crédito de
corto plazo, el consumo y la demanda agregada. Los números son elocuentes.
En el primer cuatrimestre del año Vanoli (+15.476 MM) tenía que emitir menos de
la mitad de lo que tuvo que emitir Fábrega ($32.307 MM) en el mismo
período, ya que la mayor venta de dólar
ahorro absorbe automáticamente más pesos y porque la soja más barata obliga a
emitir menos. Sin embargo, Vanoli decidió compensar esta situación colocando
casi nada de LEBACs. La
colocación de LEBACs de Vanoli ($8.948 MM) fue 85% más baja con respecto al
mismo período del año anterior (-$57.341 millones). También cayó en términos
relativos, pasando de 2% (Vanoli) a 15% (Fábrega) del stock de base monetaria.
En este escenario, la base monetaria está creciendo al 33% a/a, lo cual
es 14p.p. más alta que hace doce meses atrás (19%) y 6p.p. superior al PBI
nominal, lo cual promete acelerar el ritmo de inflación en el mediano plazo.
¿Por qué? Porque la actual política del BCRA converge a lo que había sido su
política en 2010 / 2013, creándose un exceso de oferta de pesos que de
persistir, terminaría muy probablemente generando aceleración inflacionaria y,
quizá, problemas cambiarios en el próximo año. La experiencia del 2014 es prueba
de ello.
Más allá de la herencia que
recibida, no hay duda que la próxima
administración deberá bajar la inflación para apuntalar la inversión y tener
chances de retornar al sendero del crecimiento perdido. Los números de los
últimos 4 años están en línea con la teoría y avalan que altos niveles de inflación
sostenida duran “matan” el crecimiento; la tasa de variación del PBI fue 0.3% en
Argentina y 3.9% en la región. Si tenemos en cuenta que nuestra población crece
a un ritmo de 0.8% anual, la conclusión es que cada argentino tiene, en
promedio, cada vez menos bienes y servicios para satisfacer sus necesidades.
Sin vueltas, durante la segunda
presidencia de CFK aumentó la pobreza y bajo la calidad de vida.
Más allá de todo es oportuno advertir que bajar la inflación anual en
torno al 3%/5% (niveles de la región)
probablemente demande más tiempo que el deseado. La economía argentina
presenta actualmente un conjunto de características que hacen que la tarea de
bajar la inflación no sea sencilla: Primero, la inflación es muy elevada y sextuplica
el nivel promedio de la región. Segundo, el próximo gobierno recibirá la
inflación acelerándose. Tercero, existe una fuerte dominancia fiscal que impide
encararse una política anti-inflacionaria seria y responsable. Cuarto, el BCRA
tiene una carta orgánica que impide institucionalizar una batalla contra la
inflación, lo que resulta fundamental para la puesta en marcha de cualquier
programa anti inflacionario. Quinto, en la economía argentina hay un
desequilibrio monetario que aumenta con el señoreaje de Vanoli, por lo que no
se sabe cuántos pesos terminarán sobrando al final de 2015. Este exceso de
oferta de pesos deberá ser absorbido para bajar la inflación. Cuanto mayor sea
dicho desequilibrio, más tiempo demandará combatir la inflación. Sexto, el cepo
cambiario; el combate de la inflación exige que la apertura del cepo sea
ordenada y con el tipo de cambio de equilibrio lo más bajo posible, de manera
que la corrección cambiaria y su traslación a precios sean moderadas. Séptimo,
la política anti inflacionaria exige como pre requisito la construcción de un
índice de precios creíble y confiable. Octavo, el régimen anti inflacionario
que se adopte, ya sea metas monetarias o metas de inflación, exige que el tipo
de cambio deje de ser objetivo de política económica. Justamente lo contrario
de lo que ha aplicado Argentina durante todos los últimos años. Noveno, el
régimen anti inflacionario exige abandonar la política de tasas de interés
negativas que se aplicó durante todos estos últimos años, de manera de recrear
los instrumentos y mecanismos de ahorro que apuntalen la demanda de dinero como
reserva de valor.
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