EL CEDIN Y EL BAADE NO SOLUCIONARAN LOS PROBLEMAS DE ARGENTINA
La economía real y la economía monetaria/financiera no son dos esferas inconexas, sino que se encuentran muy entrelazadas. Generalmente, ambas se mueven en el mismo sentido. Es decir, es muy difícil que la economía monetaria / financiera esté bien y la real no goce de salud y viceversa. Generalmente, el mecanismo de transmisión se direcciona desde la esfera monetaria hacia la esfera real porque los mercados bancarios y de capitales canalizan el ahorro (financian) hacia la inversión productiva real, el consumo y la pre financiación de exportaciones.
En la actualidad el enfriamiento de la economía real está virando hacia estancamiento económico. La inversión privada se contrae, el consumo pierde dinamismo y las exportaciones no tienen la fuerza suficiente para motorizar el crecimiento económico. Por ende, no hay generación de empleo y el salario comienza a perder poder adquisitivo. La contracara de esta situación, es una esfera monetaria con elevada inflación, tasas de interés reales en pesos negativas que atentan contra el ahorro en moneda doméstica, falta de crédito, pérdida de reservas, desdoblamiento y aumento de la brecha cambiaria (100%), expectativas de devaluación y fuerte emisión monetaria para cubrir el déficit del Tesoro.
Sin lugar a duda, Argentina necesita un plan económico integral que ataque en forma conjunta y rápida tanto los problemas de la esfera monetaria como los del sector real de la economía.
Los problemas de la economía real no se pueden resolver sin enfrentar la problemática monetaria y financiera. Es decir, la economía no puede volver a crecer al 4%/5% anual y generar nuevos puestos de trabajo si persiste la elevada inflación, las expectativas de depreciación, la brecha cambiaria, la tasa de interés real negativa y la falta de crédito. También son un impedimento la actual política fiscal, la emisión monetaria al 40% anual y la pérdida de reservas.
Un buen diagnóstico exige mensurar correctamente el problema y reconocerlos mecanismos de propagación, con el objeto de entender y aplicar las medidas adecuadas para solucionarlo. En concreto, el Gobierno debería reconocer los “verdaderos” niveles de la inflación, que son un síntoma de los errores de política. Hace años que la inflación es a nuestra política económica, lo que la fiebre es a una infección. En estos años, el Gobierno nunca atacó el problema inflacionario, y, por el contrario, potenció los desequilibrios macroeconómicos que originan la inflación. De modo que apareció otro síntoma de la enfermedad: el dólar paralelo y la brecha cambiaria.
La inflación y el problema cambiario son síntomas de la misma enfermedad: déficit fiscal en continua expansión que (sin financiamiento genuino) generan una creciente dominancia fiscal. La dominancia fiscal le impide al BCRA determinar la cantidad de dinero adecuada para la economía y su nivel de reservas en forma independiente, ya que está obligado a emitir pesos para financiar gasto corriente y la deuda en pesos del Tesoro; y pagar los compromisos en dólares con pérdida de reservas. Hay exceso de oferta de pesos, se acelera la inflación y la gente busca refugio en el dólar como reserva de valor, que en un marco de falta de crédito internacional y muy escasa IED da lugar a un creciente exceso de demanda en el mercado cambiario.
Justamente, la política cambiaria es errónea y agranda el problema porque potencia las expectativas de devaluación. Primero, se mantiene (durante años) una depreciación nominal del tipo de cambio oficial inferior a la inflación, lo cual erosiona la competitividad y la protección precio del tipo de cambio. Esta apreciación real cambiaria genera expectativas de devaluación, que son potenciadas exponencialmente cuando se establece y fortalece el cepo cambiario. El cepo cambiario deja casi sin dólares al sector privado, que se ve obligado a obtenerlos en el mercado negro. La escasez de oferta de dólares con una demanda creciente, hace que el dólar paralelo y la brecha cambiaria se incrementen. El aumento de la brecha impacta negativamente al nivel de actividad, la generación de empleo y toda la esfera real de la economía, ya que pospone las decisiones de consumo e inversión.
Sin embargo, el Gobierno sigue sin hacer un buen diagnóstico del problema macroeconómico que enfrenta nuestro país. Se siguen ignorando los síntomas ya que no se le presta atención ni a la inflación, ni al dólar blue, ni a la brecha cambiaria. Si se ignoran los síntomas, es imposible atacar las causas del problema.
El martes pasado el gobierno anunció un plan de blanqueo que se instrumentará vía dos bonos en dólares, el CEDIN y el BAADE. Aunque aún no se conoce en profundidad el mecanismo de utilización, el CEDIN será un certificado destinado a estimular el sector inmobiliario y el BAADE a los sectores productivos, en especial YPF.
Los anuncios están lejos de ser un plan integral que ataque el origen de nuestros problemas macroeconómicos porque no introduce cambios en las políticas fiscal, monetaria, cambiaria y de financiamiento. Por consiguiente, las medidas que se tomarán no solucionarán ninguno de los escollos que enfrenta nuestra economía; ni en la esfera monetaria / financiera ni en la esfera real.
Sin embargo, implican dos grandes contradicciones, porque traen aparejados la dolarización y el endeudamiento, contradiciendo las políticas de pesificación compulsiva y desendeudamiento propiciadas por el Gobierno Nacional hasta ahora.
El CEDIN pasaría a funcionar como una cuasi moneda convertible en dólares. Además, el CEDIN pasaría ser una deuda del BCRA con su tenedor. Aunque en este punto emerge una incógnita, la nueva carta orgánica del Central prácticamente no pone límites a la aplicación de las reservas, que pueden ser utilizadas casi “para cualquier cosa”.
EL BAADE será un bono en dólares que pagará una tasa de 4% anual, lo cual puede resultar razonable para el gobierno pero bajo para el inversor. De hecho, con dinero no declarado, es posible invertir en un bono con ley local en el exterior como el BODEN 2015 y obtener un rendimiento de más del triple (13.5%). Se podría suponer que el BAADE no tendría una gran demanda.
Si bien el CEDIN probablemente pueda servir para reactivar en alguna medida al sector inmobiliario y mitigar la caída del sector del sector de la construcción y el BAADE brinde algo de financiamiento a YPF, ninguno de los dos instrumentos brinda soluciones de fondo para los problemas estructurales que enfrenta nuestra economía.
Por otro lado, el Gobierno Nacional podría financiarse en el mercado internacional a tasas menores al 4% que paga el BAADE. El problema es que para hacer eso debería reformular el INDEC, arreglar con el Club de París, cerrar con los houdoults y aplicar un plan integral y consistente para bajar la inflación.
En este marco, lo más probable es que el déficit fiscal siga creciendo, el BCRA continúe emitiendo y gastando reservas para financiar al Tesoro, la inflación continúe elevada, el tipo de cambio oficial siga atrasándose, el dólar paralelo suba más y la brecha cambiaria se amplíe. En consecuencia, las decisiones de consumo e inversión se seguirían posponiendo y el nivel de actividad seguiría estancado y sin capacidad de generar nuevos puestos de trabajo genuinos. En este escenario y sin cambios profundos de política que decidan atacar y resolver los problemas estructurales, hay que descontar bajas tasas de crecimiento y un desempleo en suave aumento en los próximos años.
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