En nuestro país el tipo de cambio
casi siempre se encuentra en el centro de la escena de la discusión
macroeconómica. De un lado están los exportadores y los productores
industriales sustituidores de importaciones que suelen “pedir” un dólar caro.
Del otro lado están los trabajadores que no quieren un peso “devaluado”, porque
atenta contra el poder adquisitivo del salario.
La evidencia empírica histórica argentina desmiente el impacto
estimulador del dólar caro sobre las exportaciones. Dado que Argentina
exporta fundamentalmente commodities, la mayor parte de sus ventas al exterior
son independientes del tipo de cambio. Los commodities que exporta Argentina se
venden al precio “fijado” por el mercado internacional. En el caso de los
granos, cereales y sus derivados se vende toda la producción (neta del consumo
doméstico) a ese precio internacional. Las ventas de automotores a Brasil (90%
de los autos exportados) forman parte de un comercio administrado de cupos y
cantidades dentro del régimen automotor del Mercosur, por lo cual son
independientes del tipo de cambio. El comercio automotor argentino / brasilero
es función de los niveles de actividad, no de los tipos de cambio.
Por el contrario, el tipo de
cambio elevado puede brindar competitividad precio y estimular las
exportaciones de otras (no automóviles) manufacturas industriales. Sin embargo,
estas exportaciones no sólo tienen poca importancia relativa sobre el total,
sino que la competitividad precio vía tipo de cambio es efectiva sólo en el corto
plazo. Es decir, el tipo de cambio no es
el instrumento de política económica más eficiente para estimular las
exportaciones de un conjunto determinado de sectores, porque mantener el
tipo de cambio artificialmente elevado muy probablemente traerá más costos que
beneficios en términos económicos globales. Para ganar competitividad hay otros
instrumentos (tarifas, impuestos, subsidios, crédito subsidiados) más eficientes
que el tipo de cambio.
Sin embargo, el dólar caro sí ha servido para proteger la industria doméstica y
fomentar la sustitución de importaciones. Aunque, este efecto positivo
tampoco es homogéneo, sino que se
manifiesta sólo sobre los sectores mano de obra intensivos y/o con baja
proporción de insumos y bienes intermedios importados.
El tipo de cambio nominal se
ubica en torno a $7.85 por dólar por tercera semana consecutiva. El dólar
paralelo se ubica estable alrededor de los $11.60, casi un peso más bajo que su
máximo histórico. En este contexto cabe preguntarse: ¿Estos tipos de cambios
son los que se deben descontar a la hora de hacer negocios, tanto ya sea para
exportar, producir para el mercado doméstico o hacer planes de consumo o
ahorro?
El tipo de cambio es un precio más en la economía y como todo precio,
su principal función es trasladar información a los agentes económicos. Dados
el resto de los precios, el actual dólar oficial y el paralelo reflejan no sólo
la estructura productiva, sino también las preferencias y las expectativas de los
individuos acerca del futuro. En otras palabras, las expectativas del público son fundamentales en la determinación del
tipo de cambio y éstas dependen de lo que se haga en materia de política
monetaria y fiscal. En definitiva, el valor
del tipo de cambio depende de lo que se haga con la política fiscal y
monetaria.
En la actualidad, el tipo
de cambio real contra el dólar (u otras divisas) tiene dos equilibrios; uno de
corto (dólar caro) y otro de largo plazo (dólar barato). El
equilibrio de corto plazo implica un dólar caro como resultado de la falta de
confianza en el gobierno y la ausencia de credibilidad y consistencias en sus
políticas económicas. Por el contrario, el tipo de cambio real de equilibrio de
largo plazo implica un dólar barato. En el largo plazo se podrá llegar a este
dólar barato vía dos caminos diferentes. Si se hacen las cosas “mal”, la
inflación se “comerá” la devaluación y el tipo de cambio real caerá
bruscamente. Por el contrario, si se hacen las cosas “bien”, la restitución de
la confianza y la credibilidad generará una entrada de capitales importante que
apreciará el tipo de cambio nominal y el dólar se abaratará nominalmente.
Los datos empíricos, que se
observan en el gráfico 1, avalan nuestro análisis. A la izquierda en la línea
azul se presenta el tipo de cambio real contra el dólar. A la derecha en rojo
se muestra el tipo de cambio real multilateral.
La fuerte tendencia bajista de ambas variables muestra que en el largo plazo el tipo de cambio real de equilibrio es mucho más bajo. No es un fenómeno aislado de Argentina, es un
fenómeno regional. De hecho, en el gráfico de la izquierda se aprecia como los tipos
de cambio real de equilibrio de largo plazo de Uruguay, Brasil, Chile y Perú
también son más bajos. En el caso de estos países, la apreciación real se da
por medio de la vía nominal.
Hoy en día el tipo de cambio está estabilizado en sus niveles actuales gracias
a la política monetaria aplicada por el presidente del BCRA, que comenzó a aplicar
“la política del manual”. Devaluó 23% el tipo de cambio para cerrar
(parcialmente) la brecha y comenzó a subir la tasa de interés para absorber pesos y
evitar que la devaluación se traslade al blue y a precios. A su vez, el
encarecimiento del crédito cambió la lógica financiera de los exportadores que
encontraban óptimo no liquidar granos y cumplir sus obligaciones de corto plazo
con deuda en pesos. También obligó a los bancos a vender activos nominados en
dólares para presionar hacia la baja sobre los tipos de cambio “contado con
liqui”; “dólar Mep” y “dólar futuro”.
En resumen, la política monetaria
de Fábrega es la que permite que el tipo de cambio nominal permanezca estable y da lugar a un “colchón”
cambiario, que se irá paulatinamente agotando de la mano de la inflación
durante los próximos 120 / 180 días.
El actual tipo de cambio real no es sostenible en el largo plazo,
porque no está en línea con lo fundamentos actuales de nuestra economía
doméstica y con el escenario
internacional. El actual tipo de cambio real corresponde a un país con
mayor desempleo, mayor cantidad de pobres, mayor capacidad ociosa, peores
términos de intercambio y con un mundo con mayores tasas de interés y un dólar
más caro en el escenario internacional.
El tipo de cambio real indefectiblemente tiene que bajar en el largo
plazo y la “forma” de su trayectoria depende de lo que se haga con el gasto público
y la emisión monetaria, es decir la política fiscal y monetaria.
De seguir la política de gasto desmedidamente expansiva y potenciarse[1]
la dominancia fiscal, el ajuste se dará por la vía inflacionaria. En este
punto es donde juega la nominalidad. Hay que recordar el concepto fundamental
de Milton Friedman que señala: “la inflación es siempre y en todo lugar un
fenómeno monetario”. Así, la tasa de emisión monetaria (neta del aumento del
PIB y de la demanda de dinero) determina la tasa de inflación del conjunto de
precios nominales de la economía, y dado
que el tipo de cambio es un precio más (el precio del dólar o cualquier otra
moneda), la moneda local se devalúa de la misma manera que pierde poder de
compra frente al resto de los bienes de la economía.
El tipo de cambio actual se encuentra en un equilibrio de corto plazo y
su actual valor estaría “inflado”. Sin
ajuste del gasto y sin reducción de la dominancia fiscal en el mediano y
largo plazo el tipo de cambio nominal podrá subir, pero la inflación le
“ganará” a la devaluación haciendo caer el tipo de cambio real.
¿Cómo es que la inflación le
ganará al tipo de cambio? En el actual
contexto, anteriormente explicado, un aumento de la dominancia fiscal originaría
un shock inflacionario que licuaría el exceso de gasto público. La inflación
superaría la devaluación porque tendría lugar una contracción tanto del nivel
de actividad como de la demanda de dinero, haciendo que el aumento del nivel general de precios de la economía termine siendo
igual a la emisión monetaria más la sumatoria de la caída del PBI y de la demanda de dinero.
En este escenario, la caída de la demanda de dinero es la
clave a monitorear[2]
(ver gráfico 2). Cuánto más se contraiga la demanda de dinero, mayor y más
rápida será la aceleración inflacionaria. Por ejemplo, de acuerdo con nuestras
estimaciones, de mediar un cambio de humor que redujera la demanda de dinero a
su valor de equilibrio, es decir 5 puntos porcentuales en términos del producto
menos que en la actualidad, el salto en los precios sería del 50%. Si a esto le
sumamos niveles de emisión del 30%, la tasa de inflación sería del 100%.
En resumen, si no hay un ajuste fiscal la actual “tranquilidad del dólar” no durará
más de 4 ó 5 meses. Es más, la situación se complicará aún más cuando
Fábrega tenga que repagar los títulos que fueron recientemente colocados al
28%/30% anual y aparezca el déficit cuasi fiscal. El
tipo de cambio nominal subirá, pero la inflación lo hará aún más. Esa dinámica
nos llevará al escenario ajuste “por las malas” que presentamos la semana
pasada en el Semanario Económico Nº106. Tenemos la posibilidad de no caer en
eso. Depende de que el ministro deje de lado su dogmatismo ideológico y
enfrente la realidad económica que tiene frente a sus ojos.
En este marco, los exportadores y los industriales deben entender que no van a poder tener un dólar caro que los llene de poder adquisitivo a los primeros y los proteja a los segundos. Del otro lado, los trabajadores deberán a entender que lo más probable es que la inflación le gane a los sueldos, por lo que sus sueldos serán menores en términos de dólar.
[1] Los números de diciembre y enero pasado avalan la hipótesis de la
potenciación de la dominancia fiscal. Ver Semanario Económico Nº 105.
[2] En la actualidad la demanda de M1 se encuentra en torno al 15%
del PBI y su valor de equilibrio es 10% del PBI. Es decir, “sobran” pesos. O el
BCRA retira esos pesos que sobran, o la demanda de dinero se contrae generando
más inflación. O un mix de ambas cosas,
como pareciera estar sucediendo en la actualidad que está signada por una
contracción de la demanda de dinero.
Estimado Diego, ante todo felicitaciones por el libro y el blog. Quería preguntarte como calculás el TCRE, no la fórmula (TCRE= TCN*P Internac./Precios nacionales).
ResponderEliminarAhora bien, ¿qué tomás para el mismo? ¿el dólar a $xxx multiplicado por el índice de precios de E.U (u otro país)/ el IPC nacional?.
Es una duda existencial nada más, ya que parecería que cada economsita tiene su propia forma de calcularlo. Sdos cordiales.