Desde la salida
de la convertibilidad nuestra economía atravesó una marcada recuperación del
empleo y sobre todo del nivel de los salarios. El ingreso de los trabajadores
se fue incrementando por encima del aumento de precios e incluso por encima de
la devaluación, generando un incremento del poder adquisitivo y del salario
medido en dólares. Esta estrategia
buscó potenciar el ingreso disponible para estimular el consumo privado y el crecimiento económico del período.
Hubo una estrategia de aumento del salario en dólares que procuraba obtener votos para alcanzar victorias electorales y, sobretodo, ganar las últimas elecciones
presidenciales. Sin embargo, esta estrategia económico electoral generó fuertes desequilibrios en la economía que no fueron gratis. Por el contrario, tuvieron altos costos que hipotecaron todo el segundo período de CFK; inclusive hasta
generar la actual crisis cambiaria.
El
aumento del salario por encima de la devaluación y la inflación potenciaba el
consumo privado, la demanda agregada y el crecimiento económico de corto plazo,
perjudicando la competitividad de los sectores productores, la formación de nuevo
capital físico y el crecimiento de largo plazo. La madre del problema es que el aumento salarial no fue acompañado de un aumento similar de la productividad del trabajo, nuestro país no logró incrementar el crecimiento potencial o de largo plazo.
Esta estrategia económica penalizó el ahorro, desincentivó la
inversión, desalentó la acumulación de capital y la creación de nuevos puestos
de trabajo. En otras palabras, esta
estrategia sacrificó consumo y crecimiento estables en el futuro a cambio de
consumo y crecimiento presente. Hoy en día se ven las negativas consecuencias: falta de generación de empleo y bajo crecimiento.
Hoy en día,
nuestra economía comienza a ajustar con un salario que empieza a expandirse por
debajo de la inflación, de la tasa de devaluación e incluso de la tasa de
interés. La caída del ingreso de los
trabajadores es la manifestación de que este ajuste está corrigiendo el aumento
salarial desmedido de los años anteriores que alcanzó niveles muy superiores a
la productividad marginal del capital.
Entre 2003 y 2010 el
salario en dólares mostró una fuerte recuperación, alcanzando los niveles
previos a la devaluación de 2002 recién en agosto/septiembre de 2010. Durante estos años la economía creció a una tasa promedio anual
del 8.5% (excluyendo el 2009) y el salario nominal (en pesos) presentó un
avance promedio anual del 18.5%.
Entre mediados de 2010 y fines de 2011, el salario en
dólares siguió expandiéndose hasta superar holgadamente los niveles del 2001,
lo cual alentó fuertemente el consumo y el nivel de actividad, resultando clave
para que el gobierno obtuviera el 54% de los votos en las Presidenciales de
octubre de 2011.
El aumento del salario en dólares hasta niveles nunca
observados en la historia argentina que tuvo lugar en 2010/2011 no fue
acompañado por incrementos similares de capital físico, humano y de la
tecnología, lo cual generó fuertes desequilibrios macroeconómicos entre los
cuales hay que destacar el déficit de cuenta corriente (exceso de consumo), el
desequilibrio cambiario, la fuga de capitales y el cepo cambiario luego de las
elecciones. De hecho, sin
aumentos equivalentes de la productividad del trabajo y sin acceso a los
mercados de financiamiento internacional, los incrementos salariales en dólares
de 2010 / 2013 fueron financiados con pérdidas de reservas del BCRA.
Es decir, los incrementos de los sueldos en dólares
por encima de la productividad del trabajo (2010/2013) son una de las razones
que explican la crisis cambiaria que enfrenta actualmente Argentina en 2014. La
relación causal entre los elevados sueldos en dólares mayores a la
productividad marginal de trabajo y la crisis cambiaria se demuestra en el
gráfico de arriba.
Al ajustar los salarios
por el dólar BLUE, se observa
que en la actualidad el salario en
dólares estaría en los niveles previos a los aumentos acontecidos a partir de
2010, cuando los ajustes salariales comenzaron a estar totalmente disociados de
la productividad marginal del trabajo. Este comportamiento demuestra dos
fenómenos. Primero, que el aumento de salarios en dólares por encima de la
productividad del trabajo no puede mantenerse en el tiempo. Segundo, que el
aumento de salarios en dólares por
encima de la productividad del trabajo y la crisis cambiaria están íntimamente
ligados. De hecho, el dólar paralelo tiende a corregir ambos fenómenos; el
sobre aumento del salario en dólares y la crisis cambiaria.
El
sistema económico comienza a corregir el sobre aumento del salario, que empieza
a actualizarse por detrás del resto de las variables nominales de la economía,
como la inflación y el tipo de cambio. En concreto, en diciembre de 2013 el
salario en dólares mostró una caída del 3% aproximadamente. En efecto, si bien
aún no tenemos datos sobre el salario promedio de enero y febrero de 2014, la
devaluación del primer bimestre del año (24% en los dos meses) habría generado
un shock recesivo sobre el salario medido en moneda extranjera. Según nuestras
estimaciones, el salario en dólares habría mostrado una caída interanual del
12% y del 20% en enero y febrero respectivamente; que lo dejaría en los niveles
de abril de 2011.
Presenciamos una
caída del salario en dólares y una caída del salario contra la inflación. Al
caer el salario real se reduce el consumo, se ameseta el nivel de actividad y
se ajusta el déficit de cuenta corriente que no tiene fuentes de financiamiento
que no sea la pérdida de reservas. En
síntesis, la caída del salario en
dólares en particular y en términos reales en general corrige a la baja el
exceso de consumo para eliminar los desequilibrios de cuenta corriente, balanza
de pagos y macroeconómicos en general.
La reducción del salario en dólares y en términos
reales no es un comportamiento positivo en sí. Por
el contrario, cuánto más
desarrollado tiende a ser un país, más elevado es su salario en dólares y mayor
su poder adquisitivo. Es decir, en términos conceptuales es bueno que una
economía tenga salarios en dólares y reales elevados. Sin embargo, los problemas surgen cuando salario
comienza a estar disociado de la productividad marginal del trabajo. En este sentido, hay que dejar en claro que los aumentos salariales por encima del
incremento de la productividad marginal del trabajo son fuentes de
desequilibrio macroeconómico y por ende, no son sustentables en el mediano y
largo plazo.
Los aumentos salariales por encima del incremento de
la productividad marginal del trabajo son “pan” para hoy y “hambre” para mañana, ya que conducirán a un ajuste hacia la baja tanto en el
mercado de trabajo como en toda la macroeconomía. El salario irremediablemente
terminará reduciéndose vía inflación y devaluación hasta volver a converger a
su punto de equilibrio que es la productividad marginal del trabajo. El
problema es que este proceso es costoso, tanto en términos de puestos de
trabajo, como de poder adquisitivo y bienestar general. El ajuste del salario
hacia la baja hasta converger con su productividad marginal implica un “volver
a empezar, pero desde un escalón más abajo”. Ya nos pasó varias veces.
Pareciera que nunca aprendimos la lección.
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