Desde 2003, el ingreso de los trabajadores se incrementó más que la
inflación y el ritmo de devaluación, generando un aumento de su poder adquisitivo
y del salario en dólares. En 2003/ 2010 el salario nominal creció a un ritmo promedio
anual de 18.5%, permitiendo que en agosto’10 se alcanzara los niveles previos a
la devaluación de 2002.
La política gubernamental de
ingresos tuvo un perfil netamente keynesiano, porque
estimuló el ingreso disponible buscando potenciar el consumo privado que, junto
a un mayor gasto público, estimulan la demanda y el crecimiento económico, generando (más tarde) mayor inversión
y más crecimiento económico.Según esta óptica, el consumo es la variable
clave y el ahorro la variable nociva. De acuerdo con esta concepción, el sentido de la causalidad es desde el crecimiento hacia la
inversión; y no en el sentido contrario.
La política de ingresos
que aplicó el gobierno es adecuada sólo en el corto plazo y en contextos de
alto desempleo como en 2003/2005. Por el contrario,
la política de ingresos K no es sostenible en el largo plazo. Según marca la
teoría, en el largo plazo los aumentos
salariales deben estar en línea con el crecimiento de la productividad marginal
del trabajo, caso contrario generan desequilibrios macroeconómicos que atentan
contra el crecimiento de largo plazo.
La administración K despreció a la ciencia económica y en 2010/2011 el salario en dólares y en
términos reales siguió expandiéndose hasta superar holgadamente los niveles del
2001, lo cual alentó fuertemente el consumo y el nivel de actividad (también
la inflación), resultando clave para que ganar las elecciones presidenciales
con el 54% en octubre 2011. Lo mismo se hizo en 2012 y también se intentó en
2013.
Sin embargo, el aumento
record del salario en 2010/2013 no fue acompañado por incrementos similares de
capital físico, humano y tecnológico, lo cual generó fuertes desequilibrios
macroeconómicos entre los cuales hay que destacar el déficit de cuenta
corriente (exceso de consumo), la fuga de capitales y el cepo cambiario luego
de las elecciones. Todos desequilibrios cambiarios que condicionaron
negativamente los resultados macroeconómicos del segundo mandato de CFK;
inclusive hasta generar la actual crisis
cambiaria.
De hecho, sin aumentos equivalentes de la productividad del trabajo
y sin acceso a los mercados de financiamiento internacional, los incrementos salariales en dólares de 2010/ 2013 fueron financiados
con pérdidas de reservas, convirtiéndose en una de las razones que explican la actual
crisis cambiaria de 2014.La relación causal entre los elevados sueldos en
dólares (mayores a la productividad marginal de trabajo) y la crisis cambiaria queda
demostrada al ajustar los salarios por dólar BLUE. El salario en dólares BLUE
está en los niveles previos a los
aumentos de 2010 cuando los ajustes salariales comenzaron a estar totalmente
disociados de la productividad marginal del trabajo. Este comportamiento
demuestra dos fenómenos. Primero, que el aumento de salarios por encima de la
productividad del trabajo no puede mantenerse en el tiempo. Segundo, que los
aumentos por encima de la productividad del trabajo y la crisis cambiaria están
íntimamente ligados. De hecho, el dólar paralelo tendería a corregir ambos
fenómenos: el sobre aumento del salario en dólares y la crisis cambiaria.
Depreciación del tipo de cambio (actual y futura), inflación (actual
y futura) y salarios creciendo por detrás de dichas variables nominales (el
salario en dólares cayó -3%, -12% y -20% los últimos 3 meses), son parte del
mismo proceso de ajuste que difícilmente podrá ser evitado: corregir a la baja el exceso de consumo
para eliminar los desequilibrios de cuenta corriente y balanza de pagos.
Este proceso de ajuste que
ya está en curso es responsabilidad del gobierno, que cometió el grosero error de intentar
construir una estrategia de crecimiento basándose en la estimulación del
consumo presente, lo cual penalizó el ahorro, desincentivó la inversión,
desalentó la acumulación de capital y la creación de nuevos puestos de trabajo.
En otras palabras, el gobierno sacrificó
consumo y crecimiento futuro a cambio de consumo y crecimiento presente.
El gobierno hizo todo al revés
de lo recomendado por la ciencia económica, cuya principal preocupación es el
crecimiento económico de largo plazo. Según la
teoría del crecimiento de largo plazo, el PBI per cápita es un buen indicador del
nivel de vida de una población, que mejora si y sólo si el PBI crece siempre y
sostenidamente más que la población.
¿Cuál es la variable clave
para el crecimiento de largo plazo? En el modelo
neoclásico el crecimiento económico de largo plazo depende positivamente de la
cantidad del trabajo, del capital (maquinaria, instalaciones, etc.) y la
tecnología. Suponiendo la mano de obra exógena y dada, el crecimiento económico
se produce básicamente por la acumulación de capital y la tecnología que
dependen positivamente de la inversión y del (financiamiento) ahorro. Dejando
de lado la conclusión neoclásica de crecimiento estacionario, más ahorro implica más inversión y mayor
crecimiento de largo plazo. Es decir,
el ahorro y la inversión están por delante del crecimiento económico.
La tasa de interés real
positiva favorece el crecimiento económico de largo plazo, porque fomenta el ahorro y brinda financiamiento creciente a la
inversión. Una mayor tasa de interés
implica posponer consumo presente hacia el futuro, lo cual está en sintonía con
una mayor inversión presente para poder (producir) consumir más en el futuro. Concretamente,
el consumo presente es nocivo para el
crecimiento de largo plazo, porque desincentiva el ahorro y la inversión.
En la década del ‘80 surgieron los modelos de crecimiento endógeno que
demuestran que las políticas que conducen a una mayor apertura económica,
competencia, cambio e innovación fomentan el crecimiento de largo plazo. Por el contrario, se demuestra que las
políticas con sesgos restrictivos al comercio, así como las que procuren la
protección o el favorecimiento de industrias o empresas, disminuyen el crecimiento
perjudicando a toda la sociedad en el largo plazo. Todo al revés de lo que hizo la administración K.
A modo de conclusión, las crisis
cambiarias, las fuertes y abruptas devaluaciones, la inflación y la pérdida del
poder adquisitivo del salario son ajustes de corto plazo que son consecuencia
del descalabro de las políticas fiscales, monetarias y de ingresos que aplican
los gobiernos. El hecho que estos
procesos ocurran en forma repetitiva muestra que los gobiernos argentinos, a
diferencia de los de la región, no aprenden la lección. La consecuencia es
aún más grave, se penaliza el crecimiento de largo y se hipoteca el nivel de
vida actual y futuro. Los datos respaldan esta afirmación. Entre 1980 y 2014 el
PBI per cápita en dólares de Argentina aumentó 57% punta a punta, a una tasa
promedio de 1.3% anual. En promedio y en el mismo período, en otros siete
países de la región el PBI per cápita aumentó +447% a una tasa promedio de 5%
anual.
El ajuste está en curso y recién acaba de empezar. Las paritarias en
general y el paro docente en particular están en el centro de la discusión
económica. Será una problemática recurrente, que volverá sistemáticamente a
medida que el ajuste se vaya ejecutando. No debería ser sorpresa para un
gobierno que siempre utilizó la política de ingresos como pilar del crecimiento
económico.
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