En este momento,
el paro docente y su discusión salarial están en el centro de la escena
política y fiscal en la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, la discusión de
la actualización salarial en general pasará a estar en el centro del escenario
macroeconómico nacional en abril y mayo. Su importancia es crucial.
La macroeconomía
argentina está transitando una crisis cambiaria. El exceso de consumo (junto a
la inconsistencia dinámica que hay entre la política fiscal, monetaria y
cambiaria) se encuentra en el centro neurálgico del origen de la crisis
cambiaria. La medida del exceso de
consumo es el déficit de cuenta corriente del balance cambiario argentino, que
ascendió a un resultado negativo de USD13.300 MM en 2013.
Ese déficit de
cuenta corriente debería ser financiado con deuda, o sea con ingresos de
dólares por cuenta de capital y financiera. Sin embargo, si el país no tiene
acceso al financiamiento internacional y nadie le presta, el exceso de consumo
es financiado con emisión monetaria. Dicho mecanismo de financiamiento no es
genuino, ni sostenible. Tarde o temprano se traduce en exceso de oferta de
pesos, caída de la demanda de dinero, inflación, expectativas de devaluación y
corrida contra las reservas. Finalmente, el
exceso de consumo termina siendo pagado con las reservas del BCRA.
El motor del
gasto público fue en gran medida los subsidios económicos, principales
responsables del deterioro del resultado fiscal. Además, estos subsidios aumentaron
el ingreso disponible del sector privado fomentando el consumo privado, junto
con la política de ingresos que propulsó incrementos salariales muy por encima
de los aumentos de la productividad del trabajo y la inflación.
En el gráfico 1
se observa como el modelo de expansión económica de 2006 / 2013 estuvo basado
fundamentalmente en el sobre consumo público y en el exceso de consumo privado
que, terminaron siendo financiado con reservas. Es decir, la pérdida de reservas es el termómetro del exceso de
consumo y de la crisis cambiaria.
Justamente, el sistema económico genera mecanismos
automáticos que terminan disipando la crisis cambiaria: suba de precios y
devaluación que licúan el exceso de gasto público y deterioran el poder
adquisitivo de los salarios para moderar el consumo privado. El proceso de
deterioro del poder adquisitivo del salario y del consumo privado ya está en
curso.
En la
actualidad, el salario real cae y el consumo se reduce para contener la pérdida
de reservas y minimizar la crisis cambiaria. Obviamente, los trabajadores no permanecen inmóviles y buscan preservar su salario
real, procurando lograr ajustes salariales que restituyan el poder adquisitivo
perdido.
Teniendo en
cuenta que la inflación interanual se ubica en torno al 35% anual (según IPC
Congreso), es probable que las paritarias cierren en torno a un incremento
promedio cercano al 30%. En el corto plazo, el ajuste salarial de las paritarias podría revitalizar el consumo
privado por algunos meses. Este efecto se materializaría en el segundo
trimestre y tal vez julio, coincidiendo
con el ingreso de dólares la soja. De esta manera, el nivel de actividad del
segundo trimestre del año sería mejor que el de los primeros tres meses
2014.
En ese marco,
existe el riesgo que el gobierno envalentonado por la mejora circunstancial,
vuelva a acelerar la tasa de crecimiento del gasto y de la emisión monetaria,
lo que probablemente terminaría disparando otro proceso de ajuste automático
del sistema vía aceleración de la inflación y devaluación en el segundo
semestre de 2014. De modo que las paritarias terminarían siendo “pan para hoy,
hambre para mañana”.
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