http://www.perfil.com/columnistas/Lo-mejor-es-politica-de-shock-y-bajar-impuestos-20150220-0088.html
Ya hace poco
más de un mes que la muerte del fiscal Nisman acapara toda la atención. Sin
embargo, la macroeconomía sigue su curso. Hay un dato insoslayable, al actual gobierno sólo le importa el corto
y desprecia el largo plazo. El gobierno sólo procura preservar la actual
estabilidad financiera. La apuesta es clara: todos los esfuerzos estarán
centrados en que las reservas (el dólar) caigan (suba) lo menos posible para
contener las presiones en el mercado de divisas y bajar “algo” la inflación. El
crecimiento económico no está dentro de los objetivos de política
económica. En 2015, la política fiscal
expansiva recrudecerá, el déficit fiscal y la emisión monetaria para financiar
al Tesoro aumentarán, potenciando los desequilibrios macroeconómicos que
atentan contra las posibilidades de crecer en el largo plazo. En este contexto,
sólo cabe esperar que la herencia (para la próxima administración) se torne más
pesada, dificultándose la aplicación del programa económico a aplicar a partir
de 2016.
Y este es el
punto más importante de todo, a partir
de 2016 se deberá aplicar un programa económico que nos devuelva al sendero de
crecimiento perdido y nos saque del actual proceso estanflacionario que cumple
años (2012/2015).
Hay que tener
en claro que Argentina es el único país
de la región en el cual el PBI per cápita en dólares cae cuando se compara 2014
(usd12.500) con 1998 (usd14.700). Por el contrario, en los otros países de
la región el PBI per cápita creció en promedio un 80% durante el mismo período.
Para que se entienda, si hubiéramos aplicado las políticas puestas en práctica
en Chile, Perú o Colombia y hubiésemos mantenido la inflación en los niveles
registrados (3%/5% anual durante 15 años) en aquellas economías vecinas, Argentina
tendría actualmente un PBI per cápita (corregido por términos de intercambio) de
más usd31.000; según estima Milei en su trabajo “El Sendero de la decadencia
argentina”.
En pocas palabras,
aplicamos un conjunto de pésimas políticas económicas que generaron un proceso hiperinflacionario (644% en 2003/2014 y 457%
en 2007/2014) que terminó expulsándonos del sendero del crecimiento, lo cual
nos impidió duplicar nuestra riqueza y aprovechar el mejor contexto histórico
internacional.
Los números
son elocuentes. Nuestra política económica se basó en un aumento desmedido del
gasto público. La relación gasto / PBI se duplicó, pasando sostenidamente de
16.6% (2003); a 21.4% (2007); 26.7% (2011) a 33.1% (2014). Como consecuencia
del aumento desmedido del gasto y pese a
contar con la mayor presión tributaria de toda la historia argentina, se pasó
de un superávit fiscal de 2,3% a un déficit de -4.7% del PIB. Sin acceso a los
mercados de deuda, la dominancia fiscal fue en aumento, dejando sin
independencia al BCRA. En 2003/2014, el gobierno nacional gastó reservas del
BCRA por usd 54.091 MM. Paralelamente, el stock de adelantos transitorios pasó
de usd 2.500 MM (2003) a usd 29.402 MM (2014). La deuda del SPN con el central
ya alcanza los usd 85.172 MM. Este deterioro del balance del central se tradujo
en caída de la demanda de dinero, dolarización de carteras, problemas
cambiarios e hiperinflación. El resultado de todo este proceso estaba cantado.
A excepción de Venezuela, Argentina es el único país de la región que destruye
riqueza, se consume su stock de capital,
la frontera de posibilidades de producción se contrae, el empleo
(desempleo) se reduce (aumenta) y el PBI per cápita cae.
Retornar hacia la solvencia fiscal debe ser la
piedra fundamental del programa económico que nos devuelva al sendero del
crecimiento. Es
imprescindible una regla de solvencia fiscal para abolir la dominancia fiscal y
así poder tener un BCRA genuinamente independiente. Sólo con un BCRA genuinamente
independiente se podrá aplicar una creíble y eficiente política monetaria anti
inflacionaria que nos permita volver al sendero del crecimiento de largo plazo.
¿Qué es la solvencia fiscal? En la actualidad, Argentina presenta un stock de deuda en torno
al 45% del PBI. A su vez, si uno toma el riesgo país promedio histórico y una
tasa de interés libre de riesgo del 3,5%, la tasa de la deuda sería del 9%. Bajo
este conjunto de hipótesis y tomando un crecimiento de largo plazo para el PIB
del 3%, la solvencia fiscal inter temporal
(repago de la deuda) y la eliminación de la dominancia fiscal exigen un superávit primario del 2.6% del PBI,
que implica un ajuste fiscal de 6,3 puntos porcentuales.
Siguiendo la
actualización del libro Política Económica Contrarreloj (PEC) de
Milei/Giacomini/Ferelli Mazza, que será presentado en el Congreso Económico
argentino (CEA) 2015, el ajuste fiscal necesario
para retornar al sendero del crecimiento puede hacerse en forma de shock o
gradual; y ambas alternativas pueden contener (o no) una reforma estructural
que baje la presión tributaria y “desahogue” al sector privado, incentivando el ahorro, la inversión, la
acumulación de capital, la productividad y el crecimiento económico.
En cuanto al
ajuste del gasto el mismo tendría dos partes. Por un lado se deberían cortar de
cuajo los subsidios económicos (¡no los sociales!), lo cual permitiría ahorrar
cerca de 5% del PIB, al tiempo que el resto vendría por la licuación de
partidas, que deberían crecer 4% por debajo de la inflación.
Este ajuste no
será recesivo ya que elimina las transferencias a un grupo de agentes que
consumen solo una fracción de sus ingresos, para dejar de cercenarle vía el
impuesto inflacionario el ingreso disponible al grupo de bajos ingresos quienes
consumen prácticamente todo su ingreso. En este contexto, dada la transferencia
entre agentes, el consumo de la economía aumentaría. Por otra parte, la suba de
tarifas permitirá que las inversiones queden a manos de las empresas, las
cuales no sólo serán seleccionadas con mejores criterios que el utilizado por
el sector público, sino que al eliminar la transferencias entre sectores, el
flujo de fondos de las firmas aumentará potenciando la inversión. Naturalmente,
habría un impulso extra derivado de la caída de la tasa de interés por el menor
riesgo país. Por lo tanto, este programa no sólo que no será recesivo, ya que
la mejor distribución del ingreso impulsará el consumo y las señales de precios
impulsarán a la inversión, sino que además al extirpar la inflación y frenar el
drenaje de divisas, permitirá levantar el traumático cepo cambiario.
Para analizar
la dinámica de los diferentes escenarios planteados y estudiar qué alternativa
de ajuste fiscal nos devuelve más fuerte y rápidamente al sendero del
crecimiento económico, en la actualización de PEC estimamos un modelo de
crecimiento económico neoclásico de Solow-Swam con progreso tecnológico
exógeno. Este modelo indica que los países convergen a una determinada tasa de
crecimiento per cápita, la cual viene dada por el avance tecnológico y la
participación del stock de capital en la producción. ¿Qué papel tiene el gasto
público y, consecuentemente, el ahorro en el proceso de crecimiento del modelo?
La tasa de ahorro permite acelerar o retrasar la convergencia. A menor gasto
público (y menor presión tributaria) hay una transferencia de recursos
orientada al sector privado que impactaría positivamente en la tasa de ahorro,
ganando así vigor y velocidad el proceso de crecimiento y convergencia hacia el
PBI per cápita de equilibrio más elevado.
De acuerdo con
nuestras estimaciones, el escenario de ajuste con shock y reforma impositiva es
el que genera mayor aceleración en el crecimiento del PBI per cápita. Sólo se
tardaría 22 años en alcanzar el PBI per cápita de convergencia. En segundo
lugar está el escenario de ajuste gradual con reforma estructural, en el cual
el PBI per cápita crece algo más lento, alcanzándose el nivel de convergencia
en 25 años. En tercer y cuarto lugar
están la corrección fiscal de shock sin reforma impositiva (33 años) y la
corrección fiscal gradual sin reforma impositiva (35 años) en las cuales el PBI
per cápita crece más lentamente y con menos vigor, tardándose más años en alcanzar
el PBI per cápita de convergencia. Poniéndolo en números sencillos, dentro de
10 años en 2025 el PBI per cápita de Argentina ascendería a: usd52.106 (con
shock y reforma); usd41.922 (gradual y reforma); usd41.018 (shock sin reforma)
y usd35.196 (gradual y sin reforma). Por el contrario, si no se hiciera nada y
se continuara con el actual modelo basado en alto gasto público, elevado
presión tributaria y escaso ahorro y baja inversión, el PBI per cápita de
Argentina ascendería a usd18.899 en 2025.
En síntesis, a
la luz de las estimaciones presentadas,
a todos los argentinos nos conviene que la próxima administración haga cirugía
mayor. La mejor alternativa de todas es que se haga un ajuste fiscal de shock
con reforma tributaria que baje la presión fiscal, ya que esa es la alternativa
que nos hará crecer más rápido y fuertemente. Espero que la clase dirigente lo
entienda.
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