"La inflación dejó de bajar en 2016". Así lo afirmó Diego Giacomini, director de la consultora Economía & Regiones, el cual sostuvo que es necesario desarmar las Lebac porque "son expectativas de inflación futura" y se debe dar la señal de que ésta va a bajar. El economista consideró fundamental modificar el actual sistema de metas de inflación por uno donde se controlen los agregados monetarios y alertó que este año, el costo de vida podría llegar a subir más que en 2017 si no se controla la expansión de la base monetaria.
Periodista: Parece que el Gobierno está teniendo cierta dificultad para bajar la inflación.
Diego Giacomini: El Gobierno está convencido de que bajará la inflación en 2018 respecto del año anterior. Pero si la política monetaria no cambia y no se endurece, reduciendo de forma significativa el ritmo de emisión, es decir, el ritmo al cual están creciendo los agregados monetarios, lo más probable que este año sea muy similar a lo que fue en 2017 (24,8%). Inclusive, dependiendo de qué termine haciendo el BCRA, existe el riesgo de que pueda acelerarse marginalmente. El Gobierno tiene un gran problema porque el proceso de desinflación está totalmente abortado. La inflación dejó de bajar en 2016; en 2017 no lo hizo en ningún momento, ya que no logró perforar el piso en torno al 1,7% promedio mensual. El origen del problema es la cantidad de dinero y el exceso de expansión monetaria. De hecho, como consecuencia de estos dos fenómenos, existen varias señales que presagian que el escenario económico en 2018 podría complicarse.
P.: ¿Cuáles serían estas señales?
D.G.: Desviarse de las metas de inflación no es gratis y tiene consecuencias negativas. El BCRA se desvió un 45% de la meta del año pasado; teníamos un máximo tolerado del 17%, pero terminó en 24,8%. Luego, Jefatura de Gabinete, erróneamente, cambió la meta a fines de diciembre, hiriendo de muerte la credibilidad y la reputación del BCRA, sumado a que agravó el problema. Esta última cuestión genera que el público no crea que la autoridad monetaria vaya a bajar las expectativas de inflación, sino todo lo contrario. Por ahora, no hay ninguna señal que permita pensar en que el proceso desinflacionario pueda reavivarse. De hecho, los datos confirman este escenario. Cuando miro la inflación de principios de 2018, está a más del doble de lo que estaba un año atrás. Hoy en día, la inflación observada está en torno al 2% mensual que, anualizado, da 26,8%. Y si lo comparo con la meta del 15%, estamos 11,8 puntos por encima. El año pasado era otro el escenario porque, con la misma medición, estabas solamente 5,8 p.p. por arriba de la meta de 17%.
P.: En el último Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central, la inflación esperada para este año subió dos puntos.
D.G.: Cuando miramos la inflación estimada para los primeros cuatro meses de 2018 (8,5%-8,9%), es un poco superior a la del mismo período del año pasado (8,2%). Y eso se come casi 2/3 de toda la inflación del año. No sorprende que en materia de expectativas también estamos peor que en 2017. Ahí se veía una tendencia a la baja, pero hoy en día vienen subiendo. Como si el cambio de metas fuera poco, el BCRA está haciendo lo opuesto a lo que debería hacer, ya que, siguiendo el razonamiento de Jefatura de Gabinete, cree que puede flexibilizar la política monetaria. Pero en realidad debería bajar la emisión; el año pasado, la base monetaria creció un 27,6%, en una economía que rebotó un 2,8%. No sorprende que la inflación haya sido 24,6% porque ésta mide la diferencia entre lo que crece la oferta de dinero contra lo que crece la demanda. Hay que destacar que en este país, el peso se demanda solamente por motivo transaccional, pero no como reserva de valor. La demanda de dinero crece lo que avanza la actividad económica.
P.: En lo que va del año, la emisión sigue en niveles similares.
D.G.: Este año, la base monetaria está creciendo al 25% y el Banco Central está bajando la tasa de interés, una herramienta que ya está agotada. Para controlar la inflación habría que ir a un esquema de agregados monetarios. El BCRA está jugando con fuego porque baja la tasa al tiempo que cae la demanda de dinero, que tiene dos consecuencias. Habrá un aumento general de precios y del tipo de cambio porque la gente prefiere salir del peso y refugiarse en el dólar. Van a subir ambos componentes, pero no se ganará competitividad porque el tipo de cambio va a repuntar casi en la misma proporción que la inflación. En un principio, pica en punta porque es un activo financiero, pero también un precio más de la economía, de modo que se ajusta automáticamente, mientras que los bienes y servicios lo hacen de forma más gradual. Finalmente, la inflación va a terminar haciendo un catch up y terminaremos con un tipo de cambio más caro, una mayor inflación y ninguna mejora en el nivel de competitividad o en el de actividad respecto a lo que se esperaba antes de que el proceso comenzara a actuar.
P.: Muchos economistas sostienen que no es momento de cambiar de esquema.
D.G.: Me parece que es el momento de cambiar el programa monetario. En 2016, el BCRA aplicó un sistema encubierto de agregados monetarios, con el cual nos salvó de una hiperinflación que se iba a tres dígitos con la emisión que había dejado el kirchnerismo y la apertura del cepo. Además, bajó la inflación del 4,2% mensual del primer semestre de 2016 a 1,2% y a 1,3% en noviembre y diciembre, respectivamente. En ese el último trimestre, el BCRA muda a metas de inflación y comete el error de bajar la tasa de interés más de la cuenta y antes de lo debido. La cantidad de dinero da un salto estructural y, en política monetaria, cuando uno se equivoca y aumenta la cantidad de dinero más de la cuenta, hay dos formas de corregirlo. Por las malas, lo hace el mercado: se acelera la inflación para limpiar este exceso. Por las buenas, el BCRA debe darse cuenta, actuar rápidamente, y, si tomó nota de su error, la corrección debe ser rápida, fuerte y tiene que haber una sobrecorrección para convencer al mercado y reencauzar el proceso desinflacionario. Pero la autoridad monetaria, con las metas de inflación, subió muy poco la tasa y muy lento, sin poder reencauzar el proceso, que se abortó en 2016.
P.: ¿Cuáles son las proyecciones para los próximos años?
D.G.: La base monetaria, entre 2016 y 2017, creció un 61%. Con estos niveles de expansión, lo más probable es que la inflación no baje. Pero al mismo tiempo, como todos los fundamentos macroeconómicos y monetarios están deteriorados, podría hasta subir un poco. El BCRA tiene todas las canillas de emisión y de expansión abiertas, ya que le da adelantos transitorios al Tesoro y le compra los dólares de la deuda. Si tomamos los últimos 16 meses, emitió poco más de $550.000 millones, es decir, el 50% de la cantidad de dinero para pagar el exceso de gasto público. Esto genera que la inflación no baje, que la inversión no responda, no se genere crecimiento económico en serio, no haya creación de empleo y los salarios no pueden ganarle a la inflación. Hoy en día, el PBI per cápita de Argentina está 6 puntos porcentuales por debajo de lo que estaba en 2015. Y si la Argentina creciera 2 puntos tanto en 2018 como en 2019, el PBI per cápita, al final del mandato de Macri, sería el mismo que dejó Cristina Kirchner, pero con 20 puntos más de endeudamiento y sin haber bajado la inflación. Las Lebac y las tasas de interés no te permiten sacar agua del bote, que se está hundiendo y se lo quiere salvar con un baldecito. Por eso es que insisto en un cambio de la política monetaria. El Banco Central debe controlar los agregados monetarios para que crezcan a un ritmo consistente con las metas de inflación del 15% en 2018, 10% en 2019 y 5% en 2020.
P.: Pero para esto habría que desarmar el sistema de las Lebac.
D.G.: Claro, debería dejar de emitir pesos en concepto de adelantos transitorios y no comparía dólares de la deuda. A las Lebac las utilizaría como sistema de inyección monetaria. Debería haber un canje voluntario por bonos del Tesoro Argentino, como Boden 2023, 2029, 2034 y 2037, los cuales, con los valores de hoy, deberían pagar un cupón del 5,32%, del 6,49%, del 6,86% y del 6,99%, respectivamente. Tomo estos años porque permitiría que no se aglutinen vencimientos en el perfil argentino en materia de amortizaciones o de intereses. Estos serían bonos bullets que amortizarían todo el capital en su vencimiento y pagarían una tasa de interés semestralmente. Alcanza con que el canje de deuda sea por el 35% de las Lebac, lo que representa alrededor de u$s21.000 millones. Así, el Gobierno podría ahorrar en forma consolidada un 2,4% del PBI entre 2018 y 2020. Es importante decir que no es gratis no hacerlo porque en el contexto internacional está subiendo el rendimiento del bono del Tesoro americano, que se está acercando al 3%. Pero además, está cambiando el ánimo inversor: el riesgo-país ha comenzado a subir, elevando así el costo financiero. Desarmar las Lebac es importante porque son expectativas de emisión futura; si no se realiza esta medida, se esperarán altos niveles de inflación futura y ésta no va a bajar.
Entrevista de Caetano Mohorade
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