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lunes, 2 de diciembre de 2013

No todo lo que Brilla es Oro

El gobierno apostará al ajuste de Nominalidades. Apuesta a llegar a 2015, pero agravando los problemas.

Sería un error visualizar el acuerdo con Repsol como una medida de política económica cuyo objetivo es resolver los graves problemas del sector energético argentino.  El acuerdo con Repsol no forma parte de un cambio de estrategia para comenzar un nuevo plan energético. Todo lo contrario. Si bien el Jefe de Gabinete y el nuevo Ministro de Economía declararon en favor de ir reduciendo en parte y en forma discriminada los subsidios energéticos (¿y de transporte?), el paradigma sigue siendo el mismo y su impacto no es en el corto el corto plazo.
 
El acuerdo con Repsol es una maniobra rápida y desprolija con perfil macro económico y no energética. En pocas palabras, hay acuerdo con Repsol porque el BCRA perdió (usd12.000 millones) el 30% de sus reservas este año. Del otro lado, sin pérdidas de reservas no habría acuerdo con Repsol. 

El acuerdo con Repsol es una medida que va por detrás de los acontecimientos. Su principal objetivo es intentar atender el problema de la escasez de dólares y la pérdida de reservas. En este sentido, en noviembre 2013 el acuerdo con Repsol es similar a lo que fue el Cepo Cambiario en noviembre 2011; dos  medidas cuyo objetivo es disminuir la escasez de dólares y la pérdida de reservas. La diferencia está en el foco. A diferencia del Cepo, que procura resolver la escasez de dólares pisando la demanda de divisas, el acuerdo con Repsol intenta procura aumentar el ingreso de dólares vía. El acuerdo con Repsol es un eslabón (los otros no se conocen) de una (supuesta) cadena de medidas que se aplicarían para resolver el problema central de nuestra economía de corto plazo: la velocidad de la caída de reservas y el dólar paralelo. El gobierno intentará reducir la fuga y evitar que el valor del dólar paralelo siga subiendo.

En este escenario el gobierno persigue un objetivo triple; que entren algunos dólares más, que salgan menos divisas y que la inflación ceda un “poco de terreno”. Empecemos por la entrada de divisas.

Para lograr este objetivo triple, el gobierno parecería estar dispuesto a dejar de lado la política oficial de desendeudamiento, pagar a los fondos buitres, reestructurar la deuda con el Club de París, volver a los mercados de crédito internacional y volver a tener relaciones con el FMI; todos bastiones contra los cuales se opuso a lo largo de los 10 años de gobierno K. Sin embargo, “no todo lo que brilla es oro”. No hay que dejarse engañar. No hay que esperar un plan económico integral, ni que se resuelvan las inconsistencias de política económica o los problemas estructurales que nos aquejan desde hace años.  

La prensa se queda con los dichos de Axel Kicillof quien negó la existencia de la inflación. Si bien ignorar la inflación es grave, su explicación de la inexistencia de la inflación es mucho más graves aún. El nuevo ministro de economía argumentó que no hay inflación en el hecho que los precios energéticos y de transporte no suben gracias a los subsidios del Estado Nacional. Es más, defendió esto subsidios otorgándoles un rol crucial y positivo para nuestra economía, ya que sostuvo que la energía barata brinda competitividad al sector productor y el transporte regalado otorga poder adquisitivo a los consumidores, incentivando la demanda agregada y el nivel de actividad. Esta visión del Ministro de Economía aseguraría que el centro neurálgico de la política económica siguiera siendo el mismo, por lo que los desequilibrios proseguirían sin resolverse. 

Si justamente los subsidios y la distorsión de precios relativos a la cual conllevan son la enfermedad macro económica de Argentina. Los subsidios abarataron en forma ridícula un conjunto de bienes y servicios, generando sobre consumo y alto nivel de actividad insostenible. Pero paralelamente, esta distorsión de precios relativos atentó contra la inversión; y la oferta creció mucho menos que la demanda. El aumento de la demanda por sobre la oferta impulsó la inflación, que fue el primer síntoma de la enfermedad. Esta situación fue convalidada permanentemente por el gobierno, que aumentó los subsidios de 0% (2006) a 4.5% (2013) del PBI. Este aumento de los subsidios llevó al deterioro fiscal. El gobierno nacional pasó de un superávit del 2.0% a un déficit del 3% en el mismo período. Todo ese exceso de gasto es financiado por el BCRA con emisión monetario. En la actualidad la autoridad monetaria emite el equivalente de 4.0% del PBI para financiar al Tesoro. Ante el agravamiento de la enfermedad, el primer síntoma (inflación) se acelera y luego se le suma un segundosíntoma más grave; la pérdida de reservas. La inflación y la pérdida de reservas son dos síntomas que se relacionan entre sí y que tienen la misma enfermedad como origen: la distorsión de precios relativos.

Según las declaraciones de Axel Kicillof, la distorsión de precios relativos seguirá con lo cual la política fiscal excesivamente expansiva de incentivación de la demanda agregada continuaría. En este marco, la política monetaria no se volvería prudente y anti inflacionaria. Es muy poco probable que el BCRA asuma una agresiva política de colocación de LEBACs y de suba de tasas para revertir el exceso de oferta de pesos y evitar la fuga al dólar. A este cóctel de distorsión de precios relativos con ausencia de austeridad fiscal y prudencia monetaria habría que agregarle un mayor ritmo de devaluación.

La idea central del gobierno es aplicar algunas medidas puntuales, no un plan económico integral, con el objetivo de cambiar algo (no mucho) para que las reservas caigan menos y contener el dólar paralelo; para así poder llegar a mediados de 2015 con chances electorales de participar en un Ballotage.

En este marco de medidas puntuales y sucesión de parches entre los cuales algunos van decididamente en contra de la retórica y el relato de los últimos 10 (pagar a Repsol; acuerdo y financiamiento del FMI; pagos en el CIADI; pagos a los holdouts, arreglo con el Club de París, etc), el gobierno va a intentar proseguir con un ajuste de las nominalidades lo más homogéneo posible. 

El gobierno va a intentar que el ajuste salarial  en las paritarias y la inflación converjan. En el mejor de los casos, las tarifas se ajustarían al ritmo de la suba de precios. Paralelamente, el gobierno probablemente va a devaluar el tipo de cambio oficial un poco más que la inflación. 

El problema de nuestra economía es la distorsión de precios relativos. El ajuste de nominalidades perpetúa la distorsión de precios relativos y agrava el problema. Ante el agravamiento de los problemas y la perpetuación de la distorsión de precios relativos, las variables claves de la macro economía seguirán ajustando como hasta ahora. La inflación seguirá subiendo para corregir el desequilibrio de precios relativos interno. El dólar blue continuará su trepada por mayores expectativas de devaluación y por el desequilibrio de precios entre precios domésticos e internacionales. Las reservas caerán reflejando tanto la inconsistencia de política fiscal como monetaria, así como también el desequilibrio de precios doméstico e internacionales. El nivel de actividad se enfriará, ya que es la contrapartida del proceso de ajuste en la esfera real.







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