por Javier Milei-Diego Giacomini - Federico Ferrelli Mazza
En su libro “La economía en una lección (1946)”, Henry Hazlitt señalaba:
“Hoy es el mañana que nos aconsejaba despreciar el mal economista de ayer. Las
repercusiones remotas de ciertos métodos económicos pueden hacerse tangibles
dentro de escasos meses; otras quizá requieran el transcurso de varios años, y
tal vez precisen el paso de décadas. Pero, en todo caso, las consecuencias
remotas se hallan contenidas en la política en cuestión tan fatalmente como el
polluelo en el huevo o la flor en la semilla”. Más allá de las diferencias
individuales, es posible identificar cuatro etapas en las políticas populistas.
En la primera, la política macroeconómica luce exitosa, porque los inventarios
y las reservas permiten acomodar la expansión de demanda, aumentado el nivel de
actividad con muy poco impacto en la tasa de inflación. En la segunda etapa aparecen
los cuellos de botella. En la tercera los desequilibrios se exacerban, la
inflación se acelera, se desmonetiza la economía y la restricción externa
precipita la salida de capitales. En la cuarta etapa, se aplica una política de
estabilización.
A
la luz de los hechos, Argentina ya ha transitado las primeras tres etapas. La
primera de ellas tuvo lugar desde el tercer trimestre de 2002, hasta 2006,
donde la economía se expandió a un ritmo del 9%, mientras que la tasa de
inflación promedio fue del 8%. A su vez, el período que va desde 2007 hasta
2011 se muestra en línea con la segunda de las etapas donde el resultado fue
una caída en la tasa de crecimiento promedio al 5.7% y un aumento de la tasa de
inflación promedio al 22%. Naturalmente, el inicio de la tercera etapa viene
dada por la implementación del CEPO cambiario que, ante la inconsistencia entre
las políticas fiscal, monetaria y cambiaria, tuvo como objeto “devaluar sin
tocar el tipo de cambio” instrumentando un ajuste de cantidades, es decir, sin
modificar el nivel de paridad cambiaria ni perder reservas. Así, luego de dos
años de bajas tasas de crecimiento, tasa de inflación creciente, brecha
cambiaria en aumento y fuerte pérdida de reservas del BCRA, nos encontramos en
la fase final del proceso: la necesidad de implementar un plan de
estabilización.
Las condiciones objetivas de la economía demuestran
que un nuevo Rodrigazo es posible. Hoy M1 alcanza un 15,5% del PIB (previo al
Rodrigazo era 14,8%) cuando el promedio histórico de los últimos cuarenta años
es de 8,8% y el valor de la tendencia de largo plazo es 5%. Sin embargo, el
salto estructural en dicha variable luego de la salida de la Convertibilidad señala
que su valor de equilibrio se ubica en torno al 10,5% del PIB. Esto es, hoy en
la economía sobran por lo menos $150.000M (5% del PIB) y de mediar un cambio de
humor que redujera la demanda de dinero a su valor de equilibrio, el salto en
los precios sería del 50%. Si a esto le sumamos niveles de emisión del 30%
(esto es, no hay mayor deterioro de las cuentas públicas), la tasa de inflación
sería del 100%. Por otra parte, si la demanda de dinero se moviera hacia la
tendencia de largo plazo, el salto en el nivel de precios sin emisión sería del
210%, mientras que de mantenerse la presente situación fiscal (suponiendo que
no habría efecto Olivera-Tanzi –caída de la recaudación real por aumento de la
inflación-) la inflación sería del 300%.
Sin embargo, más allá del desequilibrio monetario que muestra la
economía, la pregunta es cuan probable es que se presente dicha situación.
Acorde a nuestro modelo de probabilidad de crisis existen dos equilibrios. En
un equilibrio con confianza plena nuestras estimaciones señalan una
probabilidad de crisis del 30%. Por otra parte, de haber un cambio en el humor
de los agentes, la probabilidad de crisis se ubica en 98%. En este último caso,
la crisis sería un hecho a no ser que el BCRA contara con un monto de reservas
del orden de los USD 100MM. De más está decir que el actual nivel de reservas
es insuficiente, pero el dato relevante es que si el BCRA no hubiera sido
víctima de “la recuperación de la política como el arte de lo posible” las
mismas se ubicarían en USD 80MM, el Banco Central no estaría quebrado (desde lo
técnico), la inflación sería menor al 5% y la economía podría crecer al 6% con
una probabilidad de crisis casi nula.
La pregunta cae de cajón: ¿cómo hemos llegado a esto? La respuesta
también debería caer de cajón. Al igual que durante los últimos 70 años de
historia argentina, la madre de todos los males es el déficit fiscal emergente
de un gasto público descontrolado. Acorde a nuestras estimaciones, el resultado
primario (dada la recuperación cíclica) debería ser positivo en un 4,8% del
PIB, mientras que las cifras del Gobierno Nacional sin maquillaje muestran un
déficit del 2,5%. Puesto en blanco y negro, el desequilibrio fiscal es del 7,3%
del PIB. Sin embargo, este descalabro fiscal ha tenido lugar con la presión
tributaria más alta de la historia argentina. En este contexto de deterioro de
las finanzas públicas y (afortunadamente) sin acceso a fuentes de
financiamiento externo, el desequilibrio fiscal fue financiado con emisión de
dinero. Esto no sólo aumentó la tasa de inflación, sino que tal como predicen
los libros de texto básicos en la materia, al no acompañar el tipo de cambio este
proceso, las reservas comenzaron a caer. Frente a esta situación, el Gobierno
reaccionó con controles de precios (ignorando la historia de los últimos 40
siglos) y un CEPO al dólar, dando lugar a la creación del dólar blue, esto es, un
termómetro que mide el reciente grado de intoxicación fiscal.
Por lo tanto, Usted estará preguntándose: ¿Cuándo estalla? Para dar
respuesta a esta pregunta, en Política Económica Contrarreloj hemos
instrumentado una pequeña adaptación del modelo de crisis de balanza de pagos
de Flood & Garber (1984). En tal modelo, el momento de la crisis está
determinado por el nivel de reservas, el déficit fiscal, la demanda de dinero y
la tasa de interés local. En este sentido, si consideramos que el BCRA debería
contar por lo menos con 4 meses de importaciones, esto es USD 25MM, que el
resultado comercial del año será positivo en USD 9MM y que los pagos de deuda
estarán en torno a los USD 6MM, las reservas disponibles para frenar un ataque
especulativo son sólo USD 8MM. Así, si el déficit fiscal monetizado a un tipo
de cambio promedio para 2014 de $ 8,32 fuera de USD 12MM, el modelo indica que
el ataque está en curso y que las medidas del BCRA sólo intentan comprar tiempo
para que Economía ponga las cuentas en orden.
En definitiva, todo indica que vamos camino hacia una nueva crisis y lo
único que podría evitarla es una corrección fiscal de 7 puntos del PIB y un
aumento de la tasa de interés a niveles de por lo menos el 35%. Al margen de lo
poco agradable que resulta encarar un proceso de este tipo, la verdadera
disyuntiva, más allá de los discursos políticos que violan de manera flagrante
los equilibrios macroeconómicos, consta en elegir entre un reacomodamiento
ordenado de la economía y minimizando el daño social, o, uno desordenado
impuesto por la propia dinámica de los hechos (un nuevo Rodrigazo). Por lo
tanto, a su pregunta le contestamos con otra pregunta. ¿Cree Usted que la Dra. Cristina
Fernández de Kirchner y el Dr. Axel Kicillof tendrán el
temple para implementar un programa de este tipo? Su resultado esperado es función
de lo que Usted esté pensando.
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