¿Qué
impacto macroeconómico tiene este resultado electoral? El resultado electoral del
domingo tiene la capacidad de evitar el “mal”, pero no puede por si sólo hacer
el “bien”. Y justamente, es en este punto en dónde el análisis debe
dividirse en dos: corto vs. mediano y largo plazo.
El corto
plazo muestra que el resultado electoral sirve para evitar el “mal”. Por el
contrario, el largo plazo expone que el “bien” está fuera de la órbita
electoral. En las urnas hay sólo votos, no hay inversión, tampoco mejoras de
productividad; y mucho menos crecimiento sustentable con generación de empleo
genuino y aumento del poder adquisitivo del salario.
Corto Plazo: mercado financiero, dólar, inflación y
actividad.
En los
mercados financieros se aprecia que el resultado electoral evita el “mal”. El triunfo del oficialismo reduce los
spreads de los bonos, justo al revés de las últimas semanas. Esta compresión de spreads debería ser mayor
en bonos largos, beneficiando particularmente al 2037 y 2046. Paralelamente, las
acciones ganan terreno, cortando su racha bajista de las últimas muchas
semanas. Así, aumenta la probabilidad
que el riesgo país baje hacia 400 bps, asegurando financiamiento para 2018. El “mal”
ha disminuido.
Sin
embargo, el impacto electoral es menos claro en la esfera monetaria (dólar e
inflación). Por un lado, las elecciones reducen el “mal” quitándole presión a
la demanda de divisas. El BCRA pierde menos reservas y el dólar baja. Sin
embargo, la menor intervención cambiaria reduce la absorción monetaria alimentando
el exceso de pesos, que ronda actualmente el 7%/8% de la base monetaria.
Además, el
resultado electoral no altera los fundamentos detrás de la expansión monetaria,
y el BCRA seguirá emitiendo para: i) cancelar LEBACs que no se renuevan
(+$81.000 MM el martes), ii) asistir al Tesoro (falta completar los $150.000 MM
presupuestados para 2017) y iii) comprar dólares de la deuda (quedan unos u$s 6.000
MM de deuda para “pasar” a pesos).
En pocas
palabras, sobra dinero y el BCRA seguirá emitiendo pesos sin un sólido aumento
de la demanda de dinero, con lo cual la inflación difícilmente baje de “dónde
está”. La inflación le “ganaría” al dólar y el tipo de cambio real se volvería
a apreciar.
Ahora bien,
un mal resultado para Cambiemos podía erosionar la actual moderada
recuperación. Por el contrario, un buen resultado no puede (por si sólo)
“inflar” el nivel de actividad. La economía real es “otra cosa”, porque depende de la competitividad, de la productividad,
de la política fiscal y de las regulaciones, que son factores que no mejoran sólo
con una buena cantidad de votos. En E&R seguimos proyectando una
variación del PBI podría “estirarse” hasta +2,3% en 2017.
Pensando en el Largo plazo.
Argentina necesita crecer al 4%/5% promedio anual en forma sostenida
durante varios años (no al 3% como se contenta el Gobierno). Y el
problema es que Argentina está
inmersa en una estanflación de oferta por asfixia estatal. El gasto público
(presión tributaria) es 15 (11) p.p. del PBI mayor que en la región. El déficit
fiscal triplica al promedio de la región. Cómo consecuencia de esto, el costo
de financiamiento y la inflación son entre 3 y 5 veces mayores que en la
región. Además, tenemos las peores regulaciones laborales y comerciales de la
región.
El Estado es un container en la espalda de los privados en Argentina. El
sector privado no puede ganar dinero, ergo no tiene incentivos a invertir,
ganar productividad, expandir su producción y crear puestos de trabajo. La
oferta agregada no crece. Del otro lado, sin mejora de productividad ni
creación de empleo, los salarios se empobrecen y el consumo no despega. La
demanda agregada permanece estancada.
Se necesitan reformes estructurales que devuelvan competitividad al
sector privado de manera de incentivarlo a ganar dinero, para así estimular la
inversión y la creación de empleo. En palabras
concretas, el gobierno tiene que
aplicar reformas que reduzcan el tamaño del Estado y su gasto, bajando el
déficit fiscal y la presión tributaria. También
hay que desregular el mercado laboral y el comercio (internacional y doméstico).
Estas
reformas estructurales pueden no hacerse, pueden encararse tibiamente o pueden
ser efectivamente llevadas a cabo. Sin reformas, la caída del PBI per cápita y
el empobrecimiento ganarían terreno. En este sentido, sólo basta recordar que
el PBI per cápita cae -7% cuando se compara 2016 contra 2011. Con pocas y
tibias reformas, el PBI potencial crecería en torno a 2,0%/1,5% anual, con lo
cual el PBI per cápita prácticamente se estancaría y seguiríamos perdiendo
posicionamiento relativo en la región. Por el contrario, con reformas
estructurales (dependiendo de su fuerza de aplicación) podríamos crecer
sostenidamente entre un 4% y 6% anual.
De acuerdo
con nuestro análisis, existe el riesgo que el gobierno visualice su buen
resultado electoral como la ratificación que su camino elegido es el correcto;
y su camino es el gradualismo fiscal. En este escenario, reformas tibias e insuficientes sería lo más probable, con lo cual
Argentina se dirigiría al escenario gris con tasas de crecimiento de largo
plazo del 2%/1,5% anual (con “suerte” y si todo “sale” bien).
Los agentes
económicos visualizaremos rápidamente hacia donde nos dirigimos. El primer
mojón es el Presupuesto 2018.También habrá que ver que sucede con el
organigrama de la Administración Central del SPN. El gobierno de Cambiemos
aumentó los Ministerios y amplió la cantidad de secretarías y sub secretearías
en aproximadamente un 25%. Una importante reducción sería una señal positiva.
Si todo sigue “igual”, la señal será negativa.
También hay
que ver que sucede con la Reforma Tributaria. Una baja de la presión fiscal con
eliminación de tributos sería buena señal. Por el contrario, pequeños cambios
serían más de lo mismo. También está el desafío del empleo público (¿retiro
voluntario?) y la reforma previsional (¿aumento edad jubilatoria?); sin lugar a
duda dos temas muy complicados, pero que habría que encarar sí o sí. Si estos dos temas son encarados, estaríamos
en presencia de fuertes señales positivas que alimentarían la probabilidad que
Argentina retornara el sendero del crecimiento.
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