Argentina se adentra dentro del proceso electoral de medio término. El “arte” de la política vuelve al centro de la escena. Una pareja discute, intercambia ideas. Parecen no estar de acuerdo. Pero sí lo están. La política los termina uniendo en un punto de vista que parecía no existir. ¿La política y las elecciones nos tienen que importar? Sí ¿Tenemos que exigir debates de ideas de fondo? Más aún. ¿Debemos preguntar por las posiciones filosóficas detrás de las ideas políticas? Rotundamente; sí. Es lo más importante de todo.
Según Michael Foucault (1926/1984), la política es lo “más” importante. ¿Por qué? Porque transforma la realidad convirtiéndose en el tema más crucial de nuestra existencia. La política define y le da forma a la sociedad en que vivimos, sus relaciones económicas, el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido. Es decir, la política define la esencia de la sociedad.
En este marco cabe preguntar: ¿La sociedad es autónoma e independiente de los individuos que la integran? ¿Hay antagonismo entre los objetivos sociales y los individuales, y en consecuencia hay que domeñar el egoísmo de los particulares para proteger el mejor desenvolvimiento de la sociedad, porque “en este juego 1 + 1 no es 2”? Rotundamente, no.
En 1979, Michael Foucault dio una serie de conferencias sobre liberalismo clásico en las cuales recomendaba leer con mucha atención a Von Mises; Von Hayek y Milton Friedman (sí; ud. está leyendo bien!). En este sentido, Von Mises (leer La Acción Humana”) explica que la sociedad no está “por arriba” del individuo, sino todo lo contrario; ya que la sociedad no es más que múltiples acciones de individuos combinándose entre sí para producir un esfuerzo cooperativo. La acción humana es siempre acción de seres individuales; y es el motor de la sociedad.
La acción humana no se trata de otra cosa más que producir lo que mejor sabemos hacer para servir a los demás; y los demás a nosotros. Su pilar esencial es la división de trabajo. Y su ingrediente fundamental es la libertad. Sin libertad económica producimos menos y peor, y servimos menos a nuestro prójimo; que también nos sirve menos. Sin libertad económica, el bienestar de cada individuo se derrumba. Para peor, sin libertad económica, las libertades de pensamiento, palabra, prensa, religiosa, juicio público con garantías terminan desapareciendo (URSS; Cuba; Corea del Norte, Venezuela; sobran los ejemplos). División del trabajo, libertad económica y acción humana son los grandes motores del desarrollo del mundo, las sociedades y los países.
Sin embargo, la mayoría de los candidatos sostiene que el objetivo social está por sobre el interés individual, proponiendo un Estado “presente” e “interventor” que sepa cómo alcanzar y nos lleve al bienestar general de la sociedad. Estos políticos tienen como marco filosófico la Teoría Tradicional de la política (económica). Según dicho enfoque, el político no persigue objetivos individuales, sino la maximización del bienestar de los ciudadanos, asumiendo que el político sabe en qué consiste ese bienestar y como alcanzarlo. Es decir, se asume que el político conoce a la perfección el modelo económico.
En otras palabras, el político sabe qué botones tocar, con qué fuerza presionarlos y durante cuánto tiempo hacerlo. Sabe a qué variables afecta y a cuáles no. También conoce con que fuerza y durante cuánto tiempo influye sobre ellas. Además, como se presupone que el público reacciona pasivamente frente a los cambios, sin anticiparlos y sin tratar de esquivar los efectos de la política económica, se concluye que siempre se obtienen los resultados planeados. Si los resultados no son los planeados, es culpa de las “lagunas” de las teorías, y se propone una “sintonía fina” para lograr mejoras (cualquier semejanza con CFK, no es mera casualidad).
La Teoría Moderna de la política (económica) de Milton Friedman es la respuesta a la Teoría Tradicional. Este enfoque minimiza la intervención del Estado en las relaciones individuales. Siguiendo a Mises, esta visión potenciaría la acción humana, anteponiendo al individuo por delante de la sociedad; incentivando el crecimiento, el desarrollo individual y (consecuentemente) social.
Este enfoque parte de supuestos radicalmente opuestos a la Teoría Tradicional de la política (económica). Según la visión de Friedman, el hacedor de política económica persigue objetivos particulares (re-elección; maximizar su utilidad; beneficiar a un determinado grupo social; etc) que pueden no estar correlacionadas con el bienestar general. Además, se subraya que el político no puede saber ni en qué consiste (concepto subjetivo), ni cómo alcanzar el bienestar general. Y cómo si lo anterior fuera poco, Friedman argumenta que el político no conoce el modelo a la perfección, sus parámetros, el retardo temporal de los efectos de su política sobre las variables económicas, ni tampoco la reacción del público, que busca evitar el impacto de sus políticas. En este marco, es una “locura” dejar que el político toque toda la botonera e intervenga donde le parezca.
Señor lector, ¿Usted está en línea con los supuestos de la Teoría Tradicional o con los de la Teoría Moderna de la política (económica)? Si coincide con el Enfoque Tradicional, tiene que pensar que el político tiene las mejores intenciones y se las sabe todas, y en consecuencia debe buscar y votar un candidato que maximice la intervención del Estado, anteponga los (supuestos) objetivos sociales por delante de los suyos y luego; entregarse a él dejando que tome las medidas de política (económica) que le plazca.
Por el contrario, si los supuestos de la Teoría Moderna le parecen más sensatos, debe buscar y votar un candidato que tienda a minimizar el rol y la intervención estatal de manera de potenciar la acción humana. Debe tener en claro qué bajo este esquema, la política no puede ser discrecional, sino que debe ser ejecutada en base a reglas institucionalizadas. Ejemplos: hay límites con reglas para la emisión monetaria, para el gasto público, los impuestos, el déficit, la toma de deuda, etc. Claramente, si usted simpatiza con esta visión; está en problemas. Buscar un candidato así, es buscar una aguja en un pajar. ¿Por qué? Porque los candidatos emergen (y piensan) de (como) la sociedad.
En conclusión, toda elección es importante. La política es trascendental. El problema es que la democracia y el sistema de partidos no asegura que las mejores ideas lleguen a la oferta electoral. En este marco, la mejor receta es acotar el margen de acción de los políticos con fuertes reglas que minimicen la intervención y la discrecionalidad. Evitar que hagan el mal no es poco. Dejemos que la acción humana haga el bien. A todo esto, el arte de la pareja también es acción humana. Sin embargo, el arte de la pareja es mucho más complejo y su recorrido más difícil que el de la política. No obstante, si hay amor, desde la pareja se va construir infinitamente más; y en ella se alcanzará el bienestar.
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