En el día de ayer hubo arreglo y Argentina dejó atrás su default con el
Club de París después de 12 años. El monto total de la deuda involucrada
asciende a usd9.700 millones, incluyendo capital original (usd6.700 millones), intereses
atrasados e intereses punitorios por falta de pago. El esquema de pago acordado apunta
a cancelar toda la deuda en cinco años con un pago inicial en concepto
de capital de 650 millones de dólares en julio de 2014 y otro de 500 millones
de dólares en mayo de 2015, más intereses. Más tarde, el siguiente pago se
realizará en mayo de 2016. Los intereses acordados ascienden a 3% para los
saldos de capital durante los primeros cinco años y se fija un pago mínimo que Argentina deberá afrontar cada año.
Hay que destacar que también se acordó un mecanismo que relaciona los pagos con los volúmenes de inversión
de los países miembros en Argentina. Por un lado, se fija un criterio de pagos adicionales en caso de que haya un incremento de las inversiones de los países miembros del Club en Argentina. Del
otro lado, se establece que si durante el plazo de cinco años las inversiones
adicionales fueran insuficientes, la Argentina podría posponer los vencimientos
hasta dos años más (en total, siete años). En este caso, el costo financiero
podría incrementarse en alrededor de un 1% adicional para el período completo.
Más allá de los números, el
acuerdo con el Club de Paris es positivo e porque
reincorpora a nuestro país en el sistema financiero internacional,
permitiéndonos volver a tener acceso a los mercados voluntarios de deuda y al
crédito de internacional. No obstante, tampoco implica que nos va a "llover" dólares, ni mucho menos. Tampoco nos libera de tener que pagar la tasa más elevada de la región, duplicando o hasta triplicando la tasa que pagan nuestros países vecinos.
Además, es positivo
porque le allana el camino al próximo gobierno, que no deberá ocuparse de este
tema, pudiéndose abocar a
solucionar todos los otros temas económicos que siguirán pendientes.
El financiamiento puede ser positivo para la
generación de expectativas, reduciendo las expectativas de devaluación e inflación,
contribuyendo positivamente a la estabilidad del mercado cambiario. En este sentido, con un
mercado cambiario más estable habría menos probabilidades que el proceso de
inflación se espiralizara y la tasa de crecimiento desplomara, minimizándose
su efecto negativo sobre el empleo.
No obstante, el impacto
positivo del acuerdo con el Club de París depende de qué haga el gobierno con los nuevos dólares que
ingresen. Y en este punto vale remarcar que la administración K nunca fue eficiente en la administración de la
abundancia. Sólo basta mencionar que en esto últimos 10 años la presión tributaria aumento 20 p.p. del
PBI y se recaudaron 300.000 millones de dólares adicionales (dos stock totales
de deuda pública nacional) pero el Sector Público Consolidado tiene
necesidades financieras (dinero que le falta)
de 7% del PBI en 2014.
Paralelamente, la calidad de los servicios públicos empeora y la pobreza
se expande.
En este
marco, se entiende que hay lugar para el escepticismo sobre la posibilidad que
el financiamiento y el acuerdo con el Club de París terminen generando un
círculo virtuoso para la economía argentina. Si el acceso al nuevo crédito
se utiliza para financiar gasto corriente y políticas fiscales expansivas, el remedio terminará siendo peor
que la enfermedad y probablemente se agudicen los problemas y el
nivel de actividad y el empleo se resientan más.
De
hecho, los recientes y últimos datos
fiscales publicados alimentan el escepticismo porque la política fiscal
extremadamente expansiva está a “todo vapor”. El déficit fiscal del Gobierno Federal se
triplicó durante el IT de 2014, superando los $15.000 millones, pese a que se
recibieron más de $17.000 M provenientes de las rentas extraordinarias del BCRA
(utilidades contables) y ANSeS (rendimiento de cartera del FGS). A nivel
monetario, la emisión del Central se duplicó en términos interanuales (de
$6.600 a $12.400 M), en lo que constituirá una constante a lo largo del año, en
el cual esperamos que la monetización del déficit público supere los $100.000 M
y probablemente llegue a $130.000 MM.
De este modo, el déficit
“real” del período superó los $32.000 M, cifra que equivale al 9% de la base
monetaria del Central (o que prácticamente duplica el presupuesto asignado
para la AUH para 2014). Asimismo, por primera vez desde el ejercicio 2002 se
cierra un primer trimestre con déficit primario ($ 1.259,1 millones), período
que se caracteriza por presentar una baja estacionalidad en las necesidades de
gasto. Los números de marzo están al “rojo”. El déficit financiero fue de $
4.366 millones, aunque sin los rentas del Banco Central y la ANSeS el rojo
habría superado los $17.000 millones. En términos dinámicos, sigue
registrándose un exceso en el crecimiento de las partidas de gasto, que
acumulan una suba del 41% durante los primeros tres meses de 2014, con una
expansión del 45% en las transferencias corrientes pero del 62% en las
dirigidas al sector privado, impulsadas por el aumento del costo de las
importaciones de energía a causa de la devaluación de enero. Por otro lado, los
gastos de capital crecieron sólo un 31% durante el período, reduciendo la
calidad de ejecución del gasto público nacional.
En definitiva, el acuerdo con el Club de París se materializará en efectos positivos si y sólo si se hace lo opuesto en materia de política fiscal. Si no se cambia, sólo servirá para que gasten más plata y todo termine empeorando.
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